Mucho tiempo ha pasado desde aquellos apacibles años en la Grecia antigua, cuando Cupido y sus flechas eran la esperanza de los jóvenes núbiles y el temor de los padres que buscaban “un buen partido” para sus hijas. En aquel tiempo no era raro sentir la presencia del alado dios en los bosques, con flechas de oro que inspiraban el amor, y flechas de plomo que provocaban el desdén. Entonces era apenas un niño que no se daba cuenta del inmenso poder que tenía. Ni mortales ni dioses estaban libres de su arma, la cual ni siquiera dominaba, pues muchas flechas erraban el blanco e iban a dar a las personas menos esperadas.
Hoy las cosas han cambiado para Cupido. Ya no es un niño. Ha crecido, ahora tiene una esposa, Psique, que trata de ponerle algo de sentido a sus elecciones de blancos. Ya no puede ir corriendo por los campos desnudo y con una venda en los ojos. Hoy debe ir vestido con elegancia para que no le crean un loco, lo que no evita que al verlo, la gente lo confunda con un metrosexual. La venda se ha convertido en unos anteojos oscuros de moda, pues debe ver bien hacia dónde va para no ser atropellado por un camión.
El mundo ha cambiado también. No es raro hoy en día que una a parejas distantes entre sí, aprovechando las mejoras en los caminos. Con el tiempo ha aprendido también a utilizar los modernos medios de comunicación. Se ha convertido en un experto hacker que merodea por las redes sociales lanzando flechas electrónicas como si fueran virus informáticos.
Su arma es ahora más sofisticada que el simple arco de antaño. Hoy tiene mira láser y visión infrarroja, necesarias para disparar en la penumbra y el ruido de las discotecas, en medio del humo y el reggaetón.
Pero por alguna razón, las cosas ya no son como antes. Al parecer las flechas ya no vienen con la calidad de antes. El amor contenido en sus flechas ya no parece durar tanto como antes, y después de algunos años ve a parejas unidas por él en los juzgados de divorcio. Tal vez sea que está comprando sus provisiones en China.
Incluso en aquellas parejas a quienes ha disparado sus flechas algo no parece funcionar del todo. Las personas no quieren aceptar los efectos del amor por miedo a su propia apariencia. Quieren adelgazar, engordar, desarrollar músculos, estilizar la figura, cambiar la forma de su rostro, y disfrazarse con maquillaje antes de conocer a aquel a quien Cupido ha destinado su flecha. Y rechazan a la pareja designada por no ser tan alta, rubia, bien vestida, bella como ellos quisieran.
Sin embargo, hay esperanza. Algunos de los disparos funcionan todavía bastante bien. Algunos aún retan al resto del mundo y se unen en el amor, indiferentes a los comentarios de la gente, que sigue repitiendo desde hace 2,500 años los mismos comentarios:
- Y estos dos ¿Cómo llegaron a juntarse…?
Jajjajajajajjajaja, flechas "made in China", eso explica muchas cosas. "Dios los cría y Cupido los junta". Grandioso relato, me encanta como adaptas mitos antiguos a nuestro siglo XXI.
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