A todos los que han trabajado en cualquier empresa, ya deben haber escuchado alguna vez esta palabrita. Esto suele ocurrir como efecto después de un curso de capacitación o algún seminario al que asistió ese protegido del jefe, que nadie sabe que hacía en la empresa antes de esta semana, o a la llegada de un asesor externo que viene con recetas para el éxito inmediato de la empresa, y para hacer que se produzca el doble de trabajo con la mitad de la gente, al mínimo costo de unas horas diarias más a la jornada laboral.
Este efecto consiste en que el recién llegado desde un curso de especialización, seminario, o simplemente después de leer uno de esos libros que te dicen cómo manejar la empresa, decide cambiar totalmente las estructuras establecidas por la nueva y moderna forma tan claramente descrita por ese famoso gurú que escribió el libro en el que se basa ese curso al que fue o ese libro que leyó.
Y esta forma generalmente consiste en rearmar toda la empresa, reunir a todo el personal, y tratar de subirles la moral con una animada reunión que nos haga sentir como futbolistas antes de disputar la Copa Sudamericana, mismo Cienciano del Cusco. La palabrita mágica que se utiliza en estas reuniones es, justamente… ¡Paradigma!
Es que palabras como “moderno” o “actual” ya no despiertan el entusiasmo de antes, es mejor hablar del “viejo paradigma” y el “nuevo paradigma”. Así, el innovador empresarial podrá aparentar un mayor conocimiento del tema ante aquellos que no saben siquiera lo que significa la palabra “paradigma”. Los demás tendrán que preguntar qué diablos significa, lo que dará al nuevo gurú oficinesco la oportunidad de predicar el nuevo credo, o inscribirse en ese curso de “Nuevas tendencias de manejo empresarial” al que fue el ex chupe número 23 y ahora se hace llamar “asesor especializado en empresas del siglo XXI” . Una conversación con el susodicho es ahora una lección sobre viejos y nuevos paradigmas y va más o menos así:
- Oiga ingeniero, ¿Y cómo está planificando el proyecto?
- ¿Cómo que cómo lo estoy planificando? Como se debe hacer, planteando el cronograma de actividades, y distribuyendo a la gente…
- No, no puede ser, Ingeniero, usted todavía está con el viejo paradigma, lo que tiene que hacer es una reestructuración dinámica de recursos de acuerdo a las necesidades del cliente, que deben ser confrontadas con la capacidad física de la empresa, ¡Ese es el nuevo paradigma!
El interlocutor, en este punto, no ha entendido nada de lo que le acaban de decir, pero tiene una idea clara de que le han dicho que sus métodos son antiguos y pasados de moda, y que hay una nueva y moderna forma de hacer las cosas, y que esta maravillosa nueva forma es solo conocida por unos pocos que están a la última moda de la dirección de empresas. ¿Y cómo llega a esta conclusión? Por el uso de la palabra “paradigma”, que parece un adjetivo demoledor a la hora de implantar el progreso y la globalización a su humilde empresa.
De ahora en adelante, todo lo que los otros hacen es “el viejo paradigma” y lo que él hace (aunque generalmente no hace otra cosa que hablar), es el “nuevo paradigma”.
- Y a todo esto, ingeniero ¿Qué es un paradigma?
- Hasta ahora no entiendo bien, pero creo que es algo bueno cuando yo lo tengo y malo cuando lo tiene otro...
Por suerte el efecto "paradigma" es temporal, pues dura hasta que el apóstol de los nuevos paradigmas se da por vencido ante la indiferencia del resto de la gente, o simplemente llegue a la conclusión de que los cambios necesarios solamente los puede hacer el gerente general de la empresa. Allí es cuando empieza el fin de dicho apóstol. Los nuevos conversos suelen ser tan fanáticos que creen que una reunión con el gerente bastará para hacerle ver la luz, y cambiarán todo lo que hay en la empresa en un día. El apóstol se ve a sí mismo después de esta reunión como el líder del movimiento que llevará a la empresa a niveles de eficiencia nunca vistos en este hemisferio, con él al mando, por supuesto.
Naturalmente, nada de esto ocurre, y el enviado de la Buena Nueva se ve separado de la empresa o reducido a su real dimensión dentro del organigrama, comentando solo en voz baja la falta de visión de la Dirección de la empresa que deja pasar tan brillante oportunidad por estar atado a los viejos paradigmas.
Esto debería terminar aquí, pero casi nunca sucede. Poco tiempo después, otro de los empleados irá a otro curso o leerá el nuevo libro, y empezará un nuevo ciclo, donde incluso lo poco que cambió el apóstol anterior se convierte en el “viejo paradigma”, y debe ser cambiado en virtud del “ahora sí, este es el nuevo paradigma”.
- Oye, ¿Y qué tiene tu paradigma que no tenga el mío?
- Que el mío es nuevo y el tuyo es antiguo...
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