viernes, 12 de marzo de 2010

Un tonto en el cielo


Anoche he tenido un sueño terrible. Así que me eché a dormir. Y soñé que había muerto. No recuerdo exactamente las causas de mi muerte, pero supongo que habrá sido un accidente tonto, como caer en un tanque de Coca-Cola y morir quemado por el ácido que contiene esta bebida, tal como lo predicen las cadenas de email que recibo con frecuencia.
Muerto, pues, llegué al cielo. Y encuentro una tremenda muchedumbre de gente esperando entrar a las puertas del paraíso. - ¿Qué, ahora se ha puesto de moda morirse? Fue lo primero que pensé. Curiosamente, la entrada al cielo parecía una de esas oficinas públicas en donde hay un montón de colas dependiendo de los trámites que uno va a hacer, y en donde uno termina indefectiblemente haciendo cola donde no debe.
Así que empecé a buscar información. Afortunadamente encontré a una señora que me dio un poco de ayuda.
- Usted es nuevo ¿Verdad? Aquí la gente hace cola de acuerdo a sus características, vea usted, esa cola tan larga de allí es la cola de los pobres que murieron de hambre; esa la de los que murieron en una guerra, y esa de allí es la de los que murieron de amor… Yo voy a mi cola, que es la de los que murieron de viejos…
- ¡Espere! ¿Y no sabe en qué cola debo ir yo?
- No sé, joven ¿Cómo llegó acá?

La señora se alejó tan rápido que me dejó sin responderle que no sabía ni qué estaba haciendo en el cielo.

Por suerte divisé un quiosco de información. Aunque estaba lleno de gente, era mi única esperanza. Llegué justo cuando un gordo le estaba haciendo escándalo al ángel que atendía en el quiosco.
- ¿Cómo que no me corresponde la cola de los benefactores de la humanidad? ¿No sabe quién soy yo? ¡Yo le he donado un montón de plata a esos pobres!
- Lo siento señor – era la calmada respuesta del ángel – A usted le corresponde la cola de los que creían poder comprar el cielo con dinero…

Después de despachado el gordo, y de algunas consultas menores de los que llegaron antes que yo, llego al frente del ángel.
- Lo siento, señor, ya es la hora del almuerzo, vuelva dentro de cuatro horas…
- ¿Qué? ¿Cuatro horas? ¿Tan largo es el refrigerio aquí?
- Si… ¿Verdad que este trabajo es como estar en el cielo? Hasta luego…

Nuevamente me dejaron sin poder articular una respuesta, al cerrarme en quiosco en la cara. Abatido, me puse a preguntar en cada cola de qué tipo de alma se trataba. Encontré las extensas colas de los que murieron trabajando, de los desprevenidos que murieron de una pulmonía, de los que murieron de aburrimiento… ninguna parecía ser mi cola. Al final, casi escondida, encontré una cola vacía, con un ángel aburriéndose en la entrada.
- Disculpe, esa cola, ¿para quiénes es?
- Esta es la cola de los que en vida fueron tontos…
- Oiga, creo que yo puedo entrar en esa categoría… ¿Puedo pasar?
- A ver… ponga su huella digital para consultar la base de datos… Sí, usted corresponde aquí… Y pase nomás, que usted no necesita de los requisitos que se les pide a los demás…
- ¡Qué bueno, oiga usted! Y… ¿Por qué tan poca gente en esta cola?
- Eso es porque a muy poca gente le gusta reconocer que es tonto, y a los demás se les pide la hoja de vida, declaraciones de testigos, y cartas de recomendación…
- Vaya, eso está muy bien… Entonces ¿No necesito ningún documento?
- No, aquí a los tontos los reconocemos por la cara, y desde que lo ví a usted, me dí cuenta que la confirmación en la base de datos era una pura formalidad…
- Siempre supe que esta cara que tengo me sería útil algún día… Muchas gracias, don Angel… es usted todo un ídem…
- Ehhh… ¡Espere! Parece que hay un error… A usted no le corresponde estar aquí… Disculpe, señor, pero usted no está muerto todavía… Ha habido un error en el sistema… Usted no debería estar muerto, solo tumbado en el parque por una sobredosis de ceviche y cerveza… Lo siento, tengo que regresarlo a la tierra…
- Cómo, si ya me había dado el pase, ¡No puede ser!
- Disculpe, desde que se nos cayó el sistema en el 2000 hemos tenido esta clase de problemas de vez en cuando ¿Sabe? Se supone que íbamos a cerrar el negocio ese año, pero no se ha podido cumplir con el cronograma del fin del mundo hasta ahora.
- ¡Oiga! ¡No me va a dejar así nomás! ¡Déjeme entrar!

Y así me desperté. Por lo menos desde hoy me queda el consuelo de que los tontos entran directamente al cielo, y que tenemos pase libre al paraíso…

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