martes, 22 de diciembre de 2009

Historia de Navidad


Así, como le cuento, fue… Éramos jóvenes entonces, pero lo recuerdo todo muy bien… En ese tiempo viajábamos mucho, buscando nuevas rutas y mercados… Y usted sabe, por el desierto es mejor viajar de noche... hace frío, si, pero de día el calor impide caminar y las bestias se cansan rápido… Además, por esta parte, cuando hay luna, se ve bastante, casi como de día…

Yo fui el primero que la vió, la estrella… Los viajeros sabemos, conocemos todas las estrellas, las constelaciones… Es importante para no perdernos… Le puedo contar varias historias de viajeros que se extraviaron de noche cuando el cielo estaba nublado… Pero no, esas historias las dejaré para después, ahora estoy contando lo de la estrella… Le decía, pues, que yo fui el primero que la vió… Una estrella grande, bonita… Ojalá la hubiera usted visto, joven… y era una estrella que no estaba antes allí, de verdad… apareció así como así nomás… Y yo sabía que había que seguir el camino que marcaba la estrella… ¿Qué cómo lo supe? Lo supe, nada más ¿Nunca le ha pasado algo así? Es algo muy bonito, de pronto uno ya sabe lo que tiene que hacer, y sabe que nada le impedirá lograrlo…

Pero fue difícil al comienzo, no crea que todo fue ir nomás y seguir a la estrella… Tuve que convencer primero a los demás que iban conmigo… Que locura, me decían, seguir a una estrella… Tuve que hablarles mucho… les ofrecí mi parte de las ganancias del viaje y ni así querían acompañarme… Al final seguimos unos cuantos nomás… El resto siguió nuestra ruta original en cuanto llegamos a la primera ciudad… Pero los que seguimos, estábamos convencidos de que encontraríamos algo… No teníamos idea de qué sería, pero sabíamos que sería algo que valdría la pena todo el viaje y los esfuerzos…


Así, pues, seguimos a la estrella varias semanas… estuvimos a punto de quedarnos sin comida un par de veces, pues nos habíamos desviado del camino de las caravanas… Pero nunca dudamos de que valdría la pena… Y la estrella estaba allí, brillando y guiándonos… Le juro, joven, que cuando viajábamos, la estrella nos sonreía… cuando nos parábamos, medio que se escondía y dejaba de brillar… Y eso nos animaba a seguir…

Y viajando, viajando, nos dimos cuenta de que el invierno se nos venía, y el cielo se empezaba a nublar… La estrella algunos días se escondía, pero otros días sí nos sonreía y nos confortaba ¡Hasta calor nos daba la bandida! Sí… ya le veo la cara de que no me cree todo lo que le digo, pero así era… Para cuando nos acercamos al pueblito ese, el cielo ya estaba nublado y no se veía… Nos estábamos cruzando con otras caravanas y les preguntábamos si habían visto la estrella… ¡Nos miraban con una cara…! Y tampoco podíamos enseñarle la estrella, porque el cielo estaba nublado. A los últimos que preguntamos fue a unos guardias del rey, que cuidaban la entrada del pueblo. Creo que ellos fueron los que avisaron que estábamos locos y después vinieron otros preguntándonos, pero bien prepotentes, todos patanes, diciendo que venían de parte del rey… No les dijimos nada, tampoco…


Y entonces nos quedamos todos tristes en el pueblo… Algunos de nuestra caravana nos dijeron que hasta allí nomás, que se regresaban… Es que la estrella ya no se veía y yo no sabía qué hacer… Les decía a mis compañeros que todo era mi culpa, que yo vería la forma de pagarles el viaje y las molestias, pero los que se quedaron conmigo me dijeron que no, que todos me habían seguido por su voluntad, que nadie los había obligado, y que se quedaban por su gusto… Eso me alivió un poquito… Esa noche salimos a dar una vuelta por las afueras del pueblo, por no dejar… Y allí fue cuando pasó… El cielo se aclaró todito, como verano, y la estrella nos alumbró… Ese fue el milagro, y no los otros, joven… Claro, la estrella brillaba media molesta, por haber dudado de ella, pero allí estaba, llamamos a los demás, y vinieron, pues… No todos, pero en el camino se les unieron varios pastores que andaban por allí, que querían saber qué pasaba… Seguimos, y la estrella dejó de brillar al rato… Nos paramos junto a unas cuevas, que los pastores nos dijeron que las usaban como establo los del pueblo… Y justo la estrella empezó a brillar allí, ahora sí contenta… Nos bajamos a ver qué había en el establo… Y fíjese que allí había un señor con su esposa, que acababa de dar a luz… Se notaba que venían de viaje, y que no tenían otro sitio a dónde ir…


Yo no sabía que hacer… Había hecho un viaje de tan lejos para llegar a una cueva con un recién nacido… El señor, eso sí, muy amable, salió y nos preguntó en qué podía servirnos, que esa no era su casa pero trataría de darnos los dones de la hospitalidad… No, le dijimos, somos nosotros los que hemos venido a verlos a ustedes… Yo saqué entonces de mis alforjas algunas cositas que pensaba comerciar, y se las di… No me las quiso aceptar, al comienzo, pero yo le dije que habíamos viajado mucho para traérselas… Allí todos mis compañeros sacaron sus cosas y se las ofrecieron al señor… Los pastores también sacaron sus panes y sus quesos y leche… Armamos una pequeña fogata y nos reunimos todos… La madre salió también a agradecernos, con el niño en brazos, que reía igual que la estrella… Fue la noche más bonita que pasé en mi vida, con la fogata, los cuentos que contábamos de nuestra tierra y los cantos de los pastores…

Al amanecer, nos despedimos de todos y nos regresamos a nuestra tierra… No habíamos logrado nada, pero estábamos felices, como quien había cumplido por fin con su misión…
Después, me enteré que en el pueblo la gente hablaba de los extranjeros que llegaron al establo, que eran reyes, que trajeron tesoros, y que sé yo… Pero esta es la historia, joven, cuéntela a la gente para que la sepa…

2 comentarios:

  1. Ta bonita bro, una bonita historia para esta fecha. Transmite. Me gustó.

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  2. Bonita, si señor. Muchisimo más que otra versión que conzco y nunca me
    gusto pero que nada.

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