sábado, 23 de marzo de 2024

Leyendas peruanas: Ai Apaec, El héroe Mochica (II)



Ai Apaec, con la ayuda de sus amigos, el perro moteado y la lagartija, prosiguen su camino en busca del sol que ha desaparecido en la profundidad del mar. En lo profundo del mar encuentran al caracol gigante, que está provisto de un caparazón impenetrable. El caracol nunca había visto a un humano antes, y le pregunta quién es. Soy Ai Apaec, y he venido hasta aquí, siguiendo al sol, que se ocultó en lo profundo del mar, y debo regresarlo para alumbrar la tierra, que ha quedado oscura. El caracol soltó una carcajada. ¿Tú? ¿Acaso crees que puedes encontrar al sol aquí? No, el sol pasó por aquí, pero ya fue llevado al reino subterráneo, yo puedo comunicarme con los dioses, y ellos me lo han dicho así. Todo lo que has logrado es ser mi alimento. 
La lucha es imposible, Ai Apaec arroja su lanza, pero su caparazón es impenetrable, y el guerrero está débil. Entonces Ai Apaec se deja tragar por el caracol, y una vez dentro usa sus arpones para matarlo. El héroe ha vencido, pero la concha del caracol es un laberinto del que debe encontrar la salida. Ai Apaec descubre que la vejez que le ha dado el mar también le ha dado la sabiduría para salir. 

Pasado el peligro, el grupo se detiene para deliberar. Si es cierto lo que dijo el caracol ¿Han hecho tan difícil viaje por nada? La única esperanza es encontrar la entrada que conecta al reino marino con el reino subterráneo. Aferrados a esta última esperanza, reinician el camino. 

Ahora Ai Apaec y sus amigos han llegado a lo más profundo del océano, pero no ven nada. No hay una puerta o una entrada. De pronto aparece ante ellos el ser más aterrador de todos cuantos han encontrado en su odisea: un monstruo con partes de lobo marino, raya y tiburón. Ai Apaec pregunta si acaso es el guardián de la entrada al mundo subterráneo. El monstruo responde: No existe una puerta entre los dos mundos, pero si tanto quieres llegar allí, yo puedo llevarte, pero será solamente tu alma la que llegue ¡Tu cuerpo deberá quedarse aquí! 
Es la última lucha de Ai Apaec, quien a pesar de su debilidad, todavía puede reunir fuerzas, y además tiene el talento para la lucha que le fue legado. Ai Apaec logra herir a la bestia, pero esta toma el cuello de Ai Apaec y lo decapita. 

Ai Apaec debe descender a las profundidades del reino de los muertos. Allí, el rey de los muertos, recibe a los que llegan. Al ver a Ai Apaec, con el aspecto que trae después de su última batalla, queda sorprendido y le pide que cuente su historia. Ai Apaec relata entonces lo que había pasado hasta ese momento, su búsqueda del sol perdido, los dones recibidos de los animales, sus luchas contra diferentes criaturas y la lealtad de sus amigos. Al escuchar esta historia, queda tan impresionado por su valentía que decide que su historia no debe acabar allí, debe llegar a una conclusión, y que su paso por el mundo de los vivos no ha terminado. 
Pero el rey de los muertos no tiene la facultad de regresar a un muerto a la vida. Hay una solución, le dice, pero debemos actuar con rapidez. Invoca entonces al piquero y al buitre, mensajeros del reino de los cielos, para que lleven de vuelta el cuerpo de Ai Apaec al mundo de los vivos. Las dos aves, que han conocido al héroe, se muestran deseosas de ayudar. Se sumergen a gran profundidad para recoger el cuerpo y llevarlo a la superficie. 
De acuerdo a las instrucciones del rey de los muertos, lo llevan a una isla en donde vive la lechuza, quien es un chamán de gran sabiduría, conocedor del mundo de la luz y el mundo de las tinieblas, el único que puede completar el ritual para devolver al héroe a la vida. 

Una vez en la isla, la lechuza une las partes de su cuerpo, cierra sus heridas y lo reanima, pero ello no es suficiente. Alguien que ha sido muerto no puede regresar tal como vivió antes. Ai Apaec podrá regresar, pero no volverá a ser el guerrero que antes fue, pues eso no basta para cumplir la misión por la que dio la vida. Para recuperar al sol, que se encuentra en las profundidades, debe unirse a la madre tierra. Ai Apaec, que en este momento es solo voluntad, acepta hacerlo, y al unirse con la madre tierra, se transforma en el árbol de la vida. Este árbol tiene raíces tan profundas que llegan al reino subterráneo, se apoya en la tierra de los hombres, y es tan alto que sus ramas llegan hasta el reino de los cielos, convirtiéndose en un ser de los tres mundos. Este árbol maravilloso da múltiples semillas. De esas semillas nacerán el ají y el maíz. Las raíces de este árbol penetran tan profundo en la tierra que pueden atrapar al sol y traerlo de vuelta. Así, el mundo se ilumina nuevamente y el valle de Moche vive una nueva mañana. Se muestra Ai Apaec como el maíz, que fermentado se vuelve chicha, bebida ceremonial. Se muestra como el ají, el “uchu” que calienta y sana a la vez. Pleno de poder, inicia su viaje heroico por los diferentes mundos nuevamente. 

La misión ha sido cumplida, pero Ai Apaec está triste porque ya no podrá ver el valle que protegió por tanto tiempo. La lechuza le concede entonces un último día en la tierra. El pueblo de Moche, que había vivido muchos días en perpetua tiniebla, vió asombrado salir el sol. Junto con los rayos de la mañana, se escuchó el sonido del “pututo”, la concha del caracol que, soplada por Ai Apaec llamaba al pueblo.
Todos salieron de sus casas para ver regresar a Ai Apaec junto a sus amigos: el perro y la lagartija. Llevaba además como trofeo la enorme concha del caracol a quien había vencido. Juntos se dirigen a la montaña para dejarlos como ofrenda. Ai Apaec deja la concha, que conserva el poder de comunicarse con los dioses, en el templo de la montaña, y esta deja escuchar la voz del díos. Este se expresa complacido por las hazañas del héroe y por las ofrendas del pueblo, y accede a proveer de agua al valle en la temporada adecuada para permitir la agricultura.

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