lunes, 15 de mayo de 2023

Las alas caídas



Hace tiempo, cuando yo aún creía en los milagros, recuerdo que vi en la ventana de una tienda del barrio, aquel par de alas. Por esos días no era tan frecuente ver negocios que colocan un par de alas para que la clientela se tome selfies, pero aun así todos podíamos ver que eso no era algo ordinario. Bastaba verlas para darse cuenta de que eran unas alas verdaderas, no eran de fibra sintética, ni mostraban signos de manufactura humana. Eran de una sola pieza, y las plumas parecían verdaderamente haber crecido desde la estructura de carne seca. 

Al preguntar al viejo dueño de la tienda sobre el origen de las alas, no podía obtenerse nunca una respuesta clara. A fuerza de insistir y preguntar, pudimos sacar en claro que un día, alguien llegó a la tienda para tratar de conseguir algunas monedas por las alas. El viejo accedió por pena, por curiosidad, o por no ver aquellas magníficas alas perderse quién sabe dónde. Fue solo después de un tiempo que accedió a colocarlas en la ventana para permitir a los clientes tomarse fotos fingiendo ser ángeles, siempre bajo la promesa de tener el máximo cuidado. Era una precaución inútil, pues aunque las alas eran muy livianas y tenían un aspecto delicado, demostraron ser bastante fuertes, y nunca recibieron un verdadero daño por parte de aquellos clientes descuidados que nunca faltan. 

Una vez, alguien del barrio llevó a la tienda a una estudiante de veterinaria, para revisar cuidadosamente las alas. Al llegar, declaró que demostraría que solo se trataba de un producto hábilmente manufacturado, o al menos un par de alas de albatros tratado con pericia para evitar su descomposición. Luego del examen, realizado ante los ojos de la multitud expectante, el estudiante declaró que las alas no eran falsas, pero era incapaz de identificar el tipo de ave al que pertenecían. No conocía ave alguna con alas de esa forma y de ese color blanco. 

La leyenda de que eran verdaderas alas de ángel las que estaban colgadas en la ventana de la tienda se difundió y fue objeto de acaloradas discusiones entre el gentío que abarrotaba el establecimiento. Se formaron entonces los partidos de quienes creían en una intervención milagrosa y la extrapolaban a una prueba de la existencia de Dios, los ángeles y los espíritus; y aquellos que lo descalificaban como un simple truco para obtener mayor clientela. 

Se recordó por entonces un confuso episodio de pocos meses atrás, en que personas afirmaron haber visto en una mañana de lunes a un hombre que apareció de pronto en una calle, que también portaba unas alas semejantes, y que salió volando antes de responder a la multitud que se congregó en aquel momento. 

La fábula del ángel caído despertó tantas controversias y discusiones que el viejo propietario se vio obligado a sacar las alas de la ventana y colocarlas en el techo sobre el mostrador, lejos del alcance de los clientes, ante el temor de un atentado. 

Poco a poco, la novedad fue pasando, la gente volvió a hablar de deportes y política, y los ánimos se calmaron a tal punto que fuimos pocos los que preguntamos cuando las alas desaparecieron del techo sobre el mostrador. Nuevamente preguntamos y repreguntamos hasta que el viejo tendero nos confió que una mañana un hombre apareció en la tienda y pidió comprar el par de alas. El viejo accedió de inmediato, pues reconoció en el hombre a aquel a quien había comprado las alas hacía ya tiempo, pero no aceptó ningún pago a cambio, por vergüenza, por honor, o porque simplemente sintió que no era correcto. 

Entre todas las vueltas y medias respuestas que nos daba el viejo cuando insistíamos en que nos cuente la historia, nunca pudimos saber si era verdad o solo había imaginado o deseado que el desconocido, al recibir las alas, se las colocó en la espalda y, después de agradecer al tendero, salió a la calle y levantó un vuelo tranquilo hasta perderse en el cielo gris de la ciudad.

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