viernes, 12 de febrero de 2021

El San Valentín más cursi



No son muchas las personas que saben que mantengo un sitio donde poner la cantidad de tonterías que se me ocurren, pero algunas de ellas en épocas normales me retan a escribir algo sobre tal o cual tema, y en ocasiones especiales me piden ayuda. Uno de ellos, un compañero del trabajo, me pidió algo de mi inspiración hace un año, cuando se acercaba el día de San Valentín y afortunadamente, aún se podía salir a la calle normalmente para tener una cita como Dios manda, en lugar de lo que pasa ahora, en que hay hacerlas por zoom y resignarse a un beso a través de la mascarilla, con lo incómodo que resulta. 

Como siempre, me negué caballerosamente, diciendo que no escribo por encargo y no siempre tengo la inspiración para tales cosas, ya que hace mucho que no tengo una musa propia. Esto no fue suficiente para mi amigo, que siguió machacando su pedido, porfiando cada pocos minutos y confiando en que el cansancio me haría acceder. Tuvo razón, así que le pedí un poco de contexto, los detalles de su plan y la forma en que entraría yo en dicho plan. 

El caso es que mi amigo quería un par de versos para agregar a su regalo y así pareciera más personal, y no quería correr el riesgo de que su enamorada los encuentre en internet para llevarse el crédito de la poesía. Fiel a mi reticencia, traté de disuadirlo explicando los detalles técnicos sobre la diferencia entre sonetos, octavas y décimas, y sobre la diferencia entre un poeta y un repentista o improvisador de versos, dado el poquísimo tiempo que me estaba dando. Transamos en que yo le facilitaría un par de frases para poner en la tarjeta del oso de peluche que le iba a regalar. Para ese entonces yo ya estaba picado y me propuse en secreto ponerle la frase más cursi que se me ocurriera. De este modo, el encargo sería un reto para mí, y para él su pareja no tendría problemas en creer que realmente él las había escrito. 

Con una sonrisa maligna tomé lápiz y papel (es sabido que estas cosas no se pueden hacer en un teclado) y me propuse crear las frases de amor más cursis jamás escritas. Buscando un poco en internet me di cuenta de que la vara estaba muy alta, porque encontré frases realmente antológicas, pero al final pude hacer varias candidatas, que le mostré, confiando en que al leerlas me las tirara por la cabeza y no me molestara más. El resultado fue este: 
  • La belleza del ocaso en una playa tropical… no es tan bella como tú. 
  • Reconstruí mi corazón pieza por pieza para empezar de nuevo, sin darme cuenta que deje adentro un pedacito de ti. 
  • Siempre río al último, porque es tu sonrisa la que me hace reír. 
  • Cuando estoy contigo apago la luz para que me ilumine tu sonrisa. 
  • Cuando no te veo, quisiera verte y hacer lo nunca visto. 
  • Hasta las princesas de Disney envidian el amor que yo te tengo. 
  • Ya no deshojaré margaritas preguntando si me amas, alguna podría decir que no. 
  • Hay quien se ahoga en un vaso de agua, yo me ahogo en tu mirada. 
  • Quiero sacarte una radiografía, solo para confirmar que también eres hermosa por dentro. 
  • Ayer pensé que era imposible amarte más, pero hoy te amo más que ayer. 
  • ¡Te quiero con muchos I Love Yous! 
Para mi sorpresa, le encantaron todas las frases, me agradeció efusivamente y me dijo que cambiaría el plan. Ahora imprimiría un pequeño libro con esas frases y se lo pondría al oso de peluche como si lo estuviera leyendo. No sé si la idea era buena o tan cursi que haría juego con las frases, así que no tuve objeción alguna. En retrospectiva, debí advertirle que las frases eran un shock diabético y solo funcionarían si su enamorada veía comedias románticas todos los días y tenía cuenta de wattpad, pero me quedé callado. 

No negaré que me interesó el resultado de ese plan, pero como el 14 de febrero caía en viernes, tendría que esperar hasta el lunes para saber si el famoso plan habría tenido el resultado esperado. Aprovechando que la casa de mi amigo quedaba de camino al trabajo, pasé por allí y al llegar a la esquina pude ver al oso de peluche tirado en la vereda, descabezado y con el relleno a la vista, como víctima inocente de un plan cursi de San Valentín, unas frases hechas con maldad y un enorme error de apreciación sobre el carácter y el sentido del ridículo de una mujer.

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