martes, 7 de agosto de 2018

Llamadas telefónicas


I
Levanté el teléfono y apenas tuve tiempo de decir “Aló” antes de que ella empezara a hablar con el apresuramiento de la emoción. Te estoy llamando al teléfono de tu casa porque no me contestas el celular ni mis mensajes, me dijo. Lo siguiente fue la historia, su versión al menos, de todo lo que había pasado. Todo fue una equivocación, decía. Unos chismes, algunos mensajes en whatsapp que fueron malinterpretados y un tonto orgullo fueron lo que desencadenó todo. Hubo también, claro, una parte de mi culpa, por no aclarar todo cuando aun era posible. Pero ahora tenemos una última oportunidad de olvidar y empezar de nuevo, seguía diciendo. Esta crisis nos hará más fuertes, si estamos dispuestos a perdonar el pasado. Las siguientes frases eran ya difíciles de entender, entrecortadas por las lágrimas, varios “te amo”, otros “perdóname” pude descifrar hasta que llegó el momento en que dejó de hablar. Yo, que había escuchado atónito durante los varios minutos de aquella confesión, dudé por algunos segundos antes de balbucear algunas frases sobre que todo estaría bien, que una pelea no es el fin del mundo. Un profundo suspiro escuché del otro lado de la línea, acompañado de un “Gracias” casi inaudible antes del click que indicaba el fin de la llamada. Nunca pude, nunca tuve el valor de decirle que se había equivocado de número, y que no tenía la menor idea de quién era ella.

II
Suena mi celular y veo un número desconocido. Normalmente no respondo ese tipo de llamadas, pero en esos días estaba esperando la respuesta de un trabajo al que estaba postulando, así que contesté. La señorita que llamaba preguntó por mi nombre, y al contestar afirmativamente, me empezó a describir las bondades de los productos financieros que ofrecía, tarjetas de crédito, depósitos de cuenta y no sé qué cosas más. Traté de interrumpirla, pero no se detuvo hasta completar su parrafada. Señorita – le dije – yo he suspendido mis servicios con esa entidad porque he recibido malas atenciones. La vendedora no se rindió con mi respuesta. Señor, lamentamos mucho que nuestro servicio anterior no haya cumplido con sus expectativas, pero ahora tenemos una nueva administración, yo estoy aquí para ofrecerle una atención personal, y estamos dispuestos a borrar esa mala imagen si usted nos brinda otra oportunidad, en adelante le aseguro que no tendrá motivos de queja. Para ese momento yo ya estaba picado por no haber recibido la llamada que esperaba y por la larga cháchara que estaba escuchando, así que sin pensarlo, apliqué la crueldad para terminar la conversación. Le voy a poner un ejemplo, Señorita – le dije – Si a usted le llama su ex para decirle que vuelva, que va a cambiar, que todo será diferente y que ahora sí serán felices ¿Lo aceptaría?. Me di cuenta de que me había excedido cuando pude escuchar los sollozos de la vendedora antes de colgarme.

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