viernes, 17 de agosto de 2018

El monstruo bajo la cama


Hubo una vez, hace ya mucho tiempo, un niño muy curioso que preguntaba sobre todo lo que veía y escuchaba, para desesperación de su padre, hombre de poca paciencia y aún menos educación. El tal crío despertó una noche al ruido que provenía de la habitación de sus padres. Asustado, se quedó en su cama muy quieto hasta que el cansancio lo hizo dormir. A la mañana siguiente, le preguntó a su padre que era aquel ruido, ese ruido que sonaba como si la cama saltara de un lado a otro como potro desbocado. El padre no quiso contestar en ese momento, con lo que sólo consiguió que la pregunta se repitiera varias veces a lo largo de la semana, alimentada por nuevos episodios de aquel ruido nocturno. Al final, cansado, el hombre le dijo a su hijo que esas noches su madre y él luchaban contra un monstruo que habitaba bajo su cama, y que posiblemente el niño tendría también un monstruo bajo su propia cama, así que le convenía no salir de la cama por la noche para averiguar lo que pasaba. Así el padre obtuvo la tranquilidad para hacer el amor con su mujer sin temor a ser interrumpido por su hijo. No sabía que estaba creando un mito en ese momento que sería transferido de generación en generación, que atravesaría fronteras y culturas hasta convertirse en lo que es hoy, con la ayuda inocente de la madre, que ignorante de la verdad, le repetía cada noche al niño que los monstruos no existen.

La leyenda se ha extendido hoy a todo el mundo, excepto, según he podido investigar, en algunas islas de la polinesia, donde la gente duerme en hamacas, y en Japón, donde se duerme sobre el piso. Y entonces ¿Existe realmente el monstruo bajo la cama? Estoy convencido de que si bien yo no tengo hoy a un monstruo bajo la cama, el vecino de arriba tiene al suyo rebosante de salud. Es la única explicación a toda la bulla que hace noche de por medio.

¿Y qué hace el monstruo bajo la cama durante el día? Tengo la íntima convicción de que la pasa en la lectura de los filósofos alemanes. Lo sé desde la noche en que al quedar dormido dejé caer un libro de Heidegger y al mañana siguiente – y hasta hoy – no lo volví a encontrar. Y tiene sentido, porque, citando a Descartes, el monstruo bajo la cama piensa, luego existe. Sabemos de gente famosa que se ha declarado creyente en su existencia. La madre de Kafka asustaba al pequeño Franz con este tipo de cuentos, creando a un niño tímido, capaz de escribir La Metamorfosis.

Dispuesto a develar el misterio de la existencia del monstruo bajo la cama, me puse a investigar sobre el tema, consultando en la santa Wikipedia y el sibilino Google. No hallé más que algunas frases sueltas que dejo aquí para terminar este post, deseando buenas noches, no a mis lectores, sino al monstruo debajo de las respectivas camas. Buenas Noches.
  • Encontré al monstruo debajo de mi cama. Él tampoco tenía nada que hacer un fin de semana en la noche.
  • En Halloween el monstruo debajo de tu cama sale a la calle disfrazado de persona.
  • Mi niño interior aún le tiene miedo al monstruo debajo de la cama.
  • No, hijito, el monstruo debajo de tu cama no te quiere comer... Se está escondiendo de ti...
  • Si hay un monstruo bajo mi cama, díganle que suba. Quiero abrazar a alguien, tengo mucho frío.
  • Con el tiempo, el monstruo que vive bajo la cama crece, se mete bajo las cobijas y te despierta para que vayas a trabajar.
  • Al crecer, el monstruo bajo la cama sale al mundo. Se convierte en ese amigo que goza diciéndonos 'te lo dije' cada vez que metemos la pata.
  • Un día tuve un sueño extraño, yo era el monstruo bajo la cama. Desde entonces lo compadezco, que soledad y frío se pasa ahí abajo.
  • Nadie te conoce mejor que quien ha estado cerca de ti en los peores momentos, en mi caso, el monstruo bajo la cama.
  • El monstruo que vive bajo la cama siempre habla bien de ti.
  • Cada noche miraba bajo la cama, por si encontraba un monstruo. Una noche se dijo "¿Y si me lo encuentro, qué hago?" Y dejó de mirar.
  • Soledad es no tener ni siquiera un monstruo bajo la cama.
  • Miré bajo la cama y había un cartelito: "salí a comer, vuelvo en 30 min. Atte, el monstruo."
  • El monstruo bajo la cama emerge, mira al niño, al oso muerto a su lado, al perro rosa, a esos cadáveres esponjosos. Huye, aterrado.
  • Yo prefiero volver a los tiempos en los que un monstruo bajo la cama era el mayor de mis problemas.
  • Hay un monstruo que vive debajo de mi cama. – Créeme que al monstruo tampoco le gusta esa situación.

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