viernes, 4 de noviembre de 2016

La biblioteca


Cuando entré a la biblioteca de Don Genaro, no tenía todavía una idea clara de lo que debía esperar. Mi experiencia es este aspecto es limitada, por decir lo menos. Claro que he entrado a algunas bibliotecas públicas o a las de algunos centros culturales, pero nunca a una privada y de este tamaño por añadidura. Supongo que esperaba algo como lo que se ve las películas de misterio, un enorme recinto oscuro lleno de tomos encuadernados en cuero atendido por un hombre tenebroso. Pero esta biblioteca tiene una buena iluminación y un sistema de aire acondicionado que le quita ese olor característico a libro viejo que creía inseparable del concepto de una biblioteca. Lo que se mantiene es esa cierta impresión de lugar sagrado y los libreros altísimos que hacen necesaria una escalera corrediza y dan una sensación de claustrofobia a quien la visita por primera vez.

Algo de Borgiano tenía esta biblioteca, y Don Genaro lo sabía. Sabes que una vez tuve ganas de organizar los libreros formando un laberinto, me dice. ¿Te imaginas la sensación de estar perdido entre los libros, de que alguien te busque en este laberinto, como en otra versión del jardín de los senderos que se bifurcan? Yo lo pensaba más bien como una selva que hay que explorar, en donde lo mismo podría encontrar bestias feroces o tesoros escondidos, una selva de libros de diferentes tamaños y colores, lo contrario a lo que significa el orden, en donde es necesario abrirse paso y que se cierra tan pronto uno termina de pasar. Siempre me he preguntado si es que los dueños de bibliotecas tan grandes han leído todos los libros que contienen y si es que en realidad se deshacen de aquellos libros que han resultado una decepción al leerlos. - No, la verdad es que muchos de estos libros eran de mi padre, hay muchos libros de derecho, de sistemas de antes de las computadoras y cosas así. En cuanto a deshacerme de libros, lo he intentado un par de veces, con mi esposa me sentí como el cura y el barbero requisando la biblioteca de Don Quijote. Al final, no tiré muchos libros, por pensar que la mayoría merecían una segunda oportunidad. Recordamos entonces que esa escena del Quijote era una metáfora del juicio final, en donde se condenaba a a los malvados al fuego eterno. Ahora estoy convencido de que mientras haya un espacio libre y pueda acomodar más estantes, esta biblioteca seguirá creciendo.

Invitado por el dueño, paso la mano por uno de los libreros al azar con la esperanza de que encontrar algún ejemplar notable. Obviamente, mi tacto se siente atraído por los tomos más antiguos. El primer libro que escojo resulta ser el anuario de una sociedad de derecho, impreso con esa tipografía propia de las primeras décadas del siglo XX, y llena de pies de página, comentarios y anotaciones hechas con pluma. Estoy seguro de que todos los artículos y estudios aquí están ya obsoletos, aparte de lo árido del tema, pero me abstengo de sugerir a Don Genaro que se deshaga de él. Tal vez tenga aún valor histórico, pienso mientras entiendo el reparo a deshacerse de los libros que me mencionó. Por fin llegamos a los estantes donde están los tomos de literatura antigua, la razón de mi visita, que es la búsqueda de una traducción de los viajes de Abu Navid. Me da esperanza ver que los libros son en verdad raros. Son libros cuyos títulos me son igual de desconocidos que el nombre de sus autores. Esta vez la sensación es la de estar en una librería de viejo, pensando en esa lotería que sería encontrar una edición príncipe o una obra perdida, tal vez una obra olvidada por la crítica que espera ser redescubierta. Aunque la búsqueda es interesante, no encuentro lo que vine a buscar. El padre de Don Genaro gustaba sin duda de la literatura fantástica, hay ediciones realmente antiguas de Gustav Meyrink y una edición alemana de “El Puchero de Oro “. No puedo resistir la tentación de pedir prestado uno de los libros, con el retador título de “Los cuentos del relojero abominable”.

Como despedida y agradecimiento, le dejo a Don Genaro una frase que escribí una vez: “Un libro es como un camino, cuando empiezas a recorrerlo no sabes hasta dónde te ha de llevar, el camino puede ser largo, puede ser sinuoso, habrá tramos en donde te sientas cómodo o partes empinadas y difíciles, paisajes por descubrir y recodos que sólo tú serás capaz de admirar. Después de llegar al final, sabrás si el viaje valió la pena, y descubrirás que el camino es solo de ida, que el regreso es imposible, que aunque regreses al lugar de donde partiste, no volverás como el mismo que partió un día.”

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