martes, 9 de agosto de 2016

Te estoy buscando, Pokemon


En estos días se ha incrementado el número de tropezones por la calle, choques contra paredes y otros accidentes a peatones, por culpa de la búsqueda de pokemones. Aunque yo no juego eso ni tengo esa aplicación en mi celular, tampoco hago campaña contra los que juegan, porque, como adicto en recuperación del Candy Crush, tengo rabo de paja en el asunto.

Lo que sí hago es divertirme con los prójimos que buscan pokemones por la calle sin fijarse en el rumbo que llevan. Así que he salido al parque a tomar un poco de aire fresco y a divertirme. Lo más fácil de ver es la gente que camina sobre los charcos de la lluvia sin importarle sus zapatos. Aquí viene uno con cara de que va a colaborar con una escena para este post.
- ¡Ajá! ¡Acá hay un Pokemon que no conozco!
 - ¡Oiga, no se meta con mi hijito!

 Ahora pasan dos que han emprendido una cacería en equipo.
- Oye, ¿Qué Pokemon es ese que llevas en el hombro, que tiene ocho patas peludas y ojos saltones? Si el juego del Pokemon sirve para que la gente salga a la calle a hacer ejercicio, este está bueno para competencias de carreras con grito de terror incluido.

Ahora pasa la gente que aprovecha la moda para hacer sus propios negocios. - ¡Pikachús! ¡Pikachús baratos! ¡Lleve sus Pikachús baratos! El ingenio peruano no necesita más que unas ratas del parque pintadas de amarillo para sacar un poco de dinero para el fin de semana.

Ahora me encuentro con el chato Quesada, y me siento en el deber de advertirle.
- ¡Cuídate, chato, que la gente aquí te puede confundir con un Pokemon!
Claro que el chato no hace caso, y su castigo por ignorar mis advertencias es pelearse con tres cazadores que tratan de meterlo adentro de un celular.

Mi siguiente entretenimiento es ver cómo sacan a otro cazador de un buzón sin tapa que se ha caído por no mirar por dónde camina.

Cansado por el día de hoy, regreso a mi casa, pero antes aprovecho para comprar el pan. La cola de los clientes no me preocupa, porque ya conozco el truco. Me hago el que estoy viendo mi celular y digo en voz alta “Miren allá, ¡Un Pokemon legendario!”. Santo remedio, ahora soy el primero en la fila. Ni siquiera tengo el juego instalado y ya he ganado algo.

Ya en mi casa, decido que aún puedo sacar provecho del juego para hacer algunas buenas acciones. Le pongo una cabeza de hueso a algunos perros abandonados del parque y exclamo ¡Un Cubone! Hasta el momento le he encontrado hogar a tres perros, y creo que el truco también va a funcionar con gatos y palomas.

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