domingo, 28 de agosto de 2016

La lengua del pueblo


En uno de los viajes que me toca hacer, conocí a Rovira. Nunca supe si este era un nombre,un apellido o un apodo. El hecho es que todo el mundo lo conocía de nada esa manera, y a él no le importaba. Me lo presentó uno de los lugareños con el orgullo de quien me presenta a la celebridad local. En una de las casas que dan a la calle principal que desemboca en la plaza, estaba él, sentado en una mesa con una botella y un vaso ya listo. Sobre la ventana había un cartelito ya un poco desteñido con una de sus frases más famosas, que decía: “Si ganas la lotería conocerás a toda tu familia. Si caes en desgracia conocerás a todos tus amigos. Si tienes una mujer hermosa conocerás a tus enemigos, y si te metes con mis cosas me conocerás a mí”.

Rovira era un hombre con ya algunas décadas encima, bien plantado, alegre y dicharachero. No tardé en descubrir la justicia de la fama que le precedía. La cantidad de chistes e historias que podía contar en un corto tiempo era asombrosa, y bien valía las cervezas y anticuchos que aceptaba como pago por ellas. Lo asombroso de Rovira era su capacidad de suplir su falta de educación académica con un ingenio desbordante que le hacía pasar como un genio para la sencilla gente del pueblo.

Claro que soy famoso - me decía - Yo he inventado muchas de las frases que los jóvenes se pasan por el celular, y que yo las inventaba desde muchacho y nunca faltaba el que las apuntaba y las pasaba en papelitos, que no necesitábamos más Facebook en ese tiempo. Sin duda ha escuchado usted esa frase de que “La ociosidad es la madre de uno que yo estoy mirando”, pues esa frase la inventé yo, y se la decía a Ramiro Tito, que era una bestia que hasta los burros de carga le decían “¡Qué bruto!” pero que después llegó a ser alcalde, como para que no digan después que aquí no le damos oportunidad a todo el mundo.

Yo, que siempre estoy en busca de una buena historia, traté de picarlo para que me cuente su vida, pero el problema no era hacerlo empezar, que para eso no había que hacer ningún esfuerzo, sino que lo difícil era mantenerlo dentro del tema y evitar que se vaya desviando en detalles, comentarios y anécdotas diversas. Rovira parecía de esos tipos capaces de mantener varias conversaciones al mismo tiempo, y al ir monologando él mismo olvidaba de lo que estaba hablando. Trataré de poner aquí lo poco que pude rescatar de entre las puyas, comentarios sobre sucesos cotidianos, chismes pueblerinos y chistes colorados que repartía generosamente:

A ver joven, vamos a empezar desde el comienzo, pero cuidado porque yo no soy muy modesto para contar mis cosas, la modestia es para los que no tienen nada interesante, o es para esperar que los demás se den cuenta de lo bueno que tengo. Pero yo no soy así, el que no se promociona no se vende. Entonces le decía que yo nací desde chiquito en este pueblo. Si, pues, cuando nací era muy pequeño. ¿Que todos nacen de bebés? No crea, no siempre es así, hay algunos que nacen ya de mayores, y hasta hay unos que los ve caminando y todavía no nacen, mire a esa señorita tan guapa que va por allí, por ejemplo. ¿Sí o no que es una niña de pecho? Ah, bueno, le contaba que yo nací recién destetado, en ese tiempo no había ni camino, ni nada, y el único de fuera que había aquí era el cura, que era un colorado que hervía cada vez que le daba el sol, y que hacía el camino a la parte alta todos los domingos para dar misa en los dos sitios el mismo día. Mantenía dos iglesias al mismo tiempo, con mujer y niños en cada una. Y en los dos sitios decía lo mismo: “Ustedes están cada semana más roñosos con la limosnas, ya no voy a venir y me voy a quedar en la otra parte que allá me tratan mejor”. Y nosotros, inocentes, le dábamos más limosna, así era en ese tiempo… Pero me estoy desviando, y usted no avisa… El curita este decía que Dios puso al hombre para poblar la tierra, y yo, que ya estaba muchacho, me di a la labor sagrada. Ya me conocían por arriba y por abajo, o sea por la parte alta y la parte baja del pueblo, así que aquí donde me ve, yo he poblado el mundo, porque tengo hijos en Australia, en Europa, en Estados Unidos. Es que a las mujeres que he tenido les he abierto los ojos y les ha dado ganas de conocer el mundo, y ellas terminaron marchándose del pueblo. Yo también en un tiempo me fui de aquí, pero regresé por la nostalgia. Un señor que sabía me enseñó que "Nostalgia" viene del griego “algia”, que quiere decir “dolor”, ¿Y la otra parte de la palabra? Es el “nostá”, o sea que la nostalgia es el dolor por la que nostá. ¿Ahora entiendes, joven? ¿En qué estaba? Ah, en que a las chicas les gusta la labia, el piropo, el te voy a regalar la luna y una docena de estrellas de yapa. Y como el pueblo era chico, apareció la gente envidiosa, que decía que yo les dejaba sin chicas, gente amargada, Porque le digo joven, que más triste que amar sin ser amado es mamar sin ser mamado. ¡Jajajá!

Poco más pude sacarle ese día. Aunque volvimos a encontrarnos varias veces, no pudimos sentarnos con cierta tranquilidad como para terminar la historia. Cada vez nos interrumpía una visita, un amigo o una diligencia urgente. Rovira hacia siempre varias cosas a la vez, y por eso mismo nunca supe a ciencia cierta a qué se dedicaba para vivir. Al poco tiempo yo también dejé el pueblo al terminar mi trabajo allí. Pero me quedaron muchas frases y un poco de inspiración que me ha permitido al fin volver a escribir. Gracias a la distancia por el impulso.

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