Erase un tonto en un mundo que no lo tomaba en cuenta. Estaba lleno de costumbres y actitudes tontas que exasperaban a todos sus conocidos. Llegaba siempre temprano a las reuniones y se tenía que quedar esperando una hora a que lleguen los demás. De nada servía que el organizador de la reunión lo llamara a un aparte y le explicara que para él, la reunión empezaba una hora después.
Otra de sus manías era la ortografía. Cuidaba siempre las reglas de la redacción, y sus compañeros creían que lo hacía para dejar en ridículo a los demás. Los literatos lo criticaban por seguir atado a la dictadura ancestral y lo incitaban a rebelarse contra las reglas.
Sus ideas sobre la autoridad eran muy extrañas. Tenía la rara idea de pensar en el propósito de las órdenes que recibía, y si es que ellas servirían para los fines deseados. Así, muchas veces se vio tomando iniciativas, desobedeciendo mandatos y actuando por su cuenta. Esto enfurecía a sus superiores, por lo que era despedido constantemente. “Tú no estás aquí para pensar, sino para hacer caso a lo que te digo” le dijo su último jefe.
Pero lo que en verdad volvía locos a los demás es que era honrado. Esto hacía que nadie confiara en él. - ¿Cómo se puede confiar en alguien que quiere hacer siempre lo correcto? - decían.
Era, pues, un tonto inadaptado. Tal vez por eso es que ya no se le ve mucho por aquí.
Lo último que se ha sabido de él es que anda escribiendo un blog tonto.
Lo último que se ha sabido de él es que anda escribiendo un blog tonto.
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