viernes, 4 de julio de 2008

Mensaje Hallado en una Botella



Durante la obra en que estoy trabajando, tuve que hacer unos trabajos en la playa. Allí encontré una botella con un mensaje dentro. Esto es lo que se podía leer en ella.

"A quien pueda leer esto:

Mi nombre es… no importa. Lo importante es mi historia. Yo era parte de la tripulación del “Espondilus”, buque mercante que llevaba un cargamento de arroz vietnamita, trigo y suficientes granos para esconder el contrabando que llevaba la tripulación para recursearse una vez llegados al Callao. Es que la nave andaba en problemas desde el inicio. El barco fue retenido por deudas impagas de derechos portuarios en Shanghai y nos tuvo un mes impagos y comiendo de los granos que debíamos transportar.
A los doce días de viaje uno de los motores rompió el eje y no teníamos repuesto. La situación era crítica, pues por radio nos avisaron que se acercaba una tormenta. El capitán decidió forzar el único motor que nos quedaba para alejarnos de la zona de tormenta, pero el otro motor se venció antes de que pudiéramos ponernos a salvo. Nuestra única opción fue encerrarnos en nuestras cabinas hasta que pasara la tormenta. Esta duró tres días, durante los cuales perdimos la navegación y la comunicación, producto de los rayos. Incapaces de ubicarnos (al parecer el capitán no conocía las estrellas mas que en el horóscopo), estuvimos a la deriva una semana. Al octavo día, divisamos una isla, a la que bajamos en un bote para hacer aguada dos marineros y yo, a pesar del fuerte viento que amenazaba una nueva tormenta. En efecto, cuando estábamos llegando el mar se embraveció de repente y una ola volcó nuestro bote. Las olas me separaron del bote y me llevaron a la costa. Supongo que los otros pensaron que yo me había ahogado, pues la nave partió (o fue arrastrada) sin esperarme más.
En la isla, encontré una cavidad, más que una cueva, donde me refugié de la tormenta por dos días. Al tercer día empecé a buscar cangrejos en la playa para alimentarme. Ni pensar en hacer un fuego o siquiera secarme pues la lluvia seguía cayendo no ignoraba que la temporada de lluvias duraría otro mes más.
Cuando escampaba un poco, salía a explorar, y comprobé que la isla era apenas una franja de tierra con poca vegetación. Recolectaba agua de lluvia en todas las conchas que pude encontrar y me alimentaba de cangrejos, arañas de mar e incluso las algas que llegaban a la playa. A través de la bruma pude ver dos o tres veces la silueta de un barco, pero me veía imposibilitado de hacerles señales para que me rescataran. Lo único que me quedaba era esperar a la primavera para que mejore la visibilidad.
Con la primavera llegó un poco más de claridad y pensé que solo sería cuestión de tiempo antes de que alguien llegara a rescatarme. En efecto, poco después llegó un barco al que puse mi mejor cara de náufrago. Pero ellos no me hicieron caso, tomaron unos instrumentos y se pusieron a medir la isla sin prestarme atención. Cuando intenté abordar su bote fui echado de mala manera. Al menos pude robarles unas papitas fritas, uno de sus cuadernos, en donde escribo este mensaje, y una botella de gaseosa.
Cuando regresaron, eran muchos más, y empezaron a construir cabañas. Me echaron de la casa que había hecho en mi cueva y empezaron a construir un tobogán gigante en ese lugar. Por dos veces invadí sus lanchas para que me llevaran, pero ambas veces fui echado al mar sin más miramientos.
Desde hace tres días han empezado a llegar turistas gordos y viejos que me toman fotos y me arrojan restos de comida, pero nadie me quiere sacar de esta mi isla, a la que han convertido en un beach resort de una transnacional. Esconderé la botella con este mensaje en uno de sus deslizadores con la esperanza de que alguien con sentido de humanidad lo encuentre."

He hecho algunas indagaciones en Internet, y pude contactarme con un trabajador de “Pacific Summer Resorts Inc” a quien comenté este caso. “Ohh, no te ocupes de eso, nosotros cuando llegamos aquí encontramos a un loco que nos hizo laberinto cuando llegamos, pero lo mandamos a otra isla, creo. Desde entonces no sabemos de él…”

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