[Música de fondo: Life in the Fast Lane - The Eagles]
Ocurre cada vez que tengo que entregar un trabajo. Y esta es la historia que se repite con pocas variantes cada vez:
Llega la orden del cliente y mi jefe me dice que yo me haré cargo de este trabajo, con la ayuda del capaz personal de la empresa asignado al proyecto.
- Disculpe, jefe, ¿A este no lo puede asignar a otro equipo? La última vez me tuve que quedar hasta las 3 de la mañana corrigiendo sus burradas...
- Yo sé que tú lo puedes manejar, no te preocupes... Ah, y no descuides el otro trabajo...
El otro trabajo es el que me tiene loco desde hace dos semanas y se resiste a morir, ya que el cliente siempre pide algo más que se le había olvidado. Por lo tanto dedico todos mis esfuerzos a lo urgente y me olvido de lo nuevo hasta que mi jefe me lo recuerda:
- ¿Y? ¿Entregaste al cliente el cronograma del trabajo nuevo?
- Ahorita lo mando...
10 segundos después, le encargo hacer el cronograma a uno de los más tontos de la oficina, que da la casualidad de que solamente está haciendo dos cosas a la vez. ¿Para cuándo? Para hoy, naturalmente.
Cuatro días después reviso el cronograma que ha hecho mi subordinado, le recorto todas las tareas para hacer que la entrega sea una semana antes y lo envío a mi jefe, quien a su vez le recorta una semana y lo envía al cliente. Dos días después el cliente nos reenvía el cronograma revisado, donde todas las tareas han sido recortadas para que se entregue dos semanas antes. Al ver la versión "oficial" del cronograma, recortada en cuatro semanas, me pregunto si el cliente realmente cree que podremos terminar en un plazo tan corto. Por suerte aún tenemos algo de tiempo antes del inicio de la obra, pues las especificaciones y planos del cliente no llegan todavía.
El día del inicio programado de la obra, no tenemos planos, ni especificaciones, y los equipos de importación se han quedado en la aduana porque les ha tocado la luz roja. Se acuerda con el cliente una reprogramación del trabajo para empezar dos semanas después, pero sin alterar la fecha de entrega.
Cuando empezamos, tres semanas después, no tenemos planos, especificaciones, ni equipos de importación. Ni siquiera tenemos materiales, pues el cliente nos ha pagado con letras en lugar de efectivo. La fecha de entrega, por supuesto, no se ha movido.
Los primeros días son de pedir a la oficina principal que nos mande los planos, materiales y herramientas para que los trabajadores no se queden con los brazos cruzados. El cliente llega a la obra para preguntar por el avance del trabajo y termina preguntando cuándo es que empezamos. Ante tanta insistencia, empezamos a trabajar bajo las buenas suposiciones de que el plano que va a llegar quién sabe cuándo diga que tenemos que hacer lo que estamos haciendo.
Conforme pasan las semanas el trabajo toma cuerpo. El mayor sobresalto fue el día en que al cliente se le ocurrió venir a preguntar como estaba el avance con respecto al cronograma. Me fue difícil responder, tomando en cuenta que ni siquiera recuerdo haber traído el dichoso cronograma alguna vez a la obra.
Las siguientes visitas del cliente empiezan a generar miedo. Cada vez nos trae más modificaciones al proyecto original. Además el cliente parece tener un problema serio de perspectiva. Aunque los cambios solicitados implican desarmar partes completas y varios días adicionales de trabajo, le siguen pareciendo cambios pequeños. Para el cliente también son pequeños los errores que contienen los planos, errores tales como no considerar el cerro que existe justamente en medio de su edificio proyectado. Estas visitas siempre terminan recomendándome que apure las obras porque la fecha de entrega no se va a mover.
Al acercarse la fecha límite, el tono sube, y las quejas por el pobre avance del trabajo se hacen más fuertes. De nada sirve anotar que los planos finales los han entregado hace una semana, y que no se parecían en nada a los primeros que nos entregaron.
Faltando tres días para la entrega "teórica" del trabajo, tenemos una reunión en las oficinas. El tema es preguntarnos si podemos si podemos hacer el trabajo que falta (más de la mitad) en los 3 días que quedan. Con el debido respeto, explico que si ponemos 50 personas más, y trabajamos 30 horas al día, podremos terminar en un mes. La cara de terror del cliente vale la pena esta sinceridad, pero la cara de mi propio jefe me dice claramente lo que opina de un tonto que le dice la verdad al cliente. Se acuerda una "ultima fecha de entrega" en 10 días.
En castigo por decir la verdad, me quedo 12 horas diarias en la obra, para vigilar también al turno de noche. El nuevo cronograma, al igual que el anterior, es solo un enunciado de buenas intenciones, ya que en realidad se avanza lo que se puede y cuando se puede. Es la ventaja del peruano, puede trabajar sin planes y el resultado queda tan bien como si lo hubieran hecho los gringos. En realidad, se pudo haber terminado en la fecha re-programada, si no fuera por las 17 "pequeñas" modificaciones que trajo el cliente al día siguiente de nuestra reunión.
El día anterior al plazo "final", tenemos otra reunión para fijar una fecha "final-final" para la entrega. Al igual que la vez anterior, nadie hace caso cuando digo que el concreto tarda 3 días en secar y que no se puede pintar y tarrajear al mismo tiempo. El plazo "final-ahora sí" es en una semana. Luego vendrá el plazo "de todas maneras", el plazo "último-último" y el plazo "último-como sea".
La fecha "final-última-ahora sí-ya no hay más ampliaciones" fue rebasada solamente en 8 días, y yo he pasado lo últimos dos días sin salir de la obra. El cliente la recibe conforme "salvo algunos detallitos" que según mis cálculos me harán quedarme aquí dos semanas más.
Al regresar a la oficina, 3 semanas después haciendo trabajos adicionales a la obra, mi jefe me llama:
- Tenemos otra obra, es como esta que acabas de terminar, pero los plazos son más cortos, yo sé que tú puedes hacerlo...
Desde ahora, mi principal preocupación será cómo suicidarme de manera rápida e indolora.
Llega la orden del cliente y mi jefe me dice que yo me haré cargo de este trabajo, con la ayuda del capaz personal de la empresa asignado al proyecto.
- Disculpe, jefe, ¿A este no lo puede asignar a otro equipo? La última vez me tuve que quedar hasta las 3 de la mañana corrigiendo sus burradas...
- Yo sé que tú lo puedes manejar, no te preocupes... Ah, y no descuides el otro trabajo...
El otro trabajo es el que me tiene loco desde hace dos semanas y se resiste a morir, ya que el cliente siempre pide algo más que se le había olvidado. Por lo tanto dedico todos mis esfuerzos a lo urgente y me olvido de lo nuevo hasta que mi jefe me lo recuerda:
- ¿Y? ¿Entregaste al cliente el cronograma del trabajo nuevo?
- Ahorita lo mando...
10 segundos después, le encargo hacer el cronograma a uno de los más tontos de la oficina, que da la casualidad de que solamente está haciendo dos cosas a la vez. ¿Para cuándo? Para hoy, naturalmente.
Cuatro días después reviso el cronograma que ha hecho mi subordinado, le recorto todas las tareas para hacer que la entrega sea una semana antes y lo envío a mi jefe, quien a su vez le recorta una semana y lo envía al cliente. Dos días después el cliente nos reenvía el cronograma revisado, donde todas las tareas han sido recortadas para que se entregue dos semanas antes. Al ver la versión "oficial" del cronograma, recortada en cuatro semanas, me pregunto si el cliente realmente cree que podremos terminar en un plazo tan corto. Por suerte aún tenemos algo de tiempo antes del inicio de la obra, pues las especificaciones y planos del cliente no llegan todavía.
El día del inicio programado de la obra, no tenemos planos, ni especificaciones, y los equipos de importación se han quedado en la aduana porque les ha tocado la luz roja. Se acuerda con el cliente una reprogramación del trabajo para empezar dos semanas después, pero sin alterar la fecha de entrega.
Cuando empezamos, tres semanas después, no tenemos planos, especificaciones, ni equipos de importación. Ni siquiera tenemos materiales, pues el cliente nos ha pagado con letras en lugar de efectivo. La fecha de entrega, por supuesto, no se ha movido.
Los primeros días son de pedir a la oficina principal que nos mande los planos, materiales y herramientas para que los trabajadores no se queden con los brazos cruzados. El cliente llega a la obra para preguntar por el avance del trabajo y termina preguntando cuándo es que empezamos. Ante tanta insistencia, empezamos a trabajar bajo las buenas suposiciones de que el plano que va a llegar quién sabe cuándo diga que tenemos que hacer lo que estamos haciendo.
Conforme pasan las semanas el trabajo toma cuerpo. El mayor sobresalto fue el día en que al cliente se le ocurrió venir a preguntar como estaba el avance con respecto al cronograma. Me fue difícil responder, tomando en cuenta que ni siquiera recuerdo haber traído el dichoso cronograma alguna vez a la obra.
Las siguientes visitas del cliente empiezan a generar miedo. Cada vez nos trae más modificaciones al proyecto original. Además el cliente parece tener un problema serio de perspectiva. Aunque los cambios solicitados implican desarmar partes completas y varios días adicionales de trabajo, le siguen pareciendo cambios pequeños. Para el cliente también son pequeños los errores que contienen los planos, errores tales como no considerar el cerro que existe justamente en medio de su edificio proyectado. Estas visitas siempre terminan recomendándome que apure las obras porque la fecha de entrega no se va a mover.
Al acercarse la fecha límite, el tono sube, y las quejas por el pobre avance del trabajo se hacen más fuertes. De nada sirve anotar que los planos finales los han entregado hace una semana, y que no se parecían en nada a los primeros que nos entregaron.
Faltando tres días para la entrega "teórica" del trabajo, tenemos una reunión en las oficinas. El tema es preguntarnos si podemos si podemos hacer el trabajo que falta (más de la mitad) en los 3 días que quedan. Con el debido respeto, explico que si ponemos 50 personas más, y trabajamos 30 horas al día, podremos terminar en un mes. La cara de terror del cliente vale la pena esta sinceridad, pero la cara de mi propio jefe me dice claramente lo que opina de un tonto que le dice la verdad al cliente. Se acuerda una "ultima fecha de entrega" en 10 días.
En castigo por decir la verdad, me quedo 12 horas diarias en la obra, para vigilar también al turno de noche. El nuevo cronograma, al igual que el anterior, es solo un enunciado de buenas intenciones, ya que en realidad se avanza lo que se puede y cuando se puede. Es la ventaja del peruano, puede trabajar sin planes y el resultado queda tan bien como si lo hubieran hecho los gringos. En realidad, se pudo haber terminado en la fecha re-programada, si no fuera por las 17 "pequeñas" modificaciones que trajo el cliente al día siguiente de nuestra reunión.
El día anterior al plazo "final", tenemos otra reunión para fijar una fecha "final-final" para la entrega. Al igual que la vez anterior, nadie hace caso cuando digo que el concreto tarda 3 días en secar y que no se puede pintar y tarrajear al mismo tiempo. El plazo "final-ahora sí" es en una semana. Luego vendrá el plazo "de todas maneras", el plazo "último-último" y el plazo "último-como sea".
La fecha "final-última-ahora sí-ya no hay más ampliaciones" fue rebasada solamente en 8 días, y yo he pasado lo últimos dos días sin salir de la obra. El cliente la recibe conforme "salvo algunos detallitos" que según mis cálculos me harán quedarme aquí dos semanas más.
Al regresar a la oficina, 3 semanas después haciendo trabajos adicionales a la obra, mi jefe me llama:
- Tenemos otra obra, es como esta que acabas de terminar, pero los plazos son más cortos, yo sé que tú puedes hacerlo...
Desde ahora, mi principal preocupación será cómo suicidarme de manera rápida e indolora.
Hola!
ResponderBorrarMe agradó mucho tu texto, me pareció que incluso podría ser yo misma quien lo escribió.
Felicidades! =)
Por cierto, me ayudó también el saber que el concreto tarda 3 días en secar; así no desmoldaré mis cilindros para prueba de resistencia antes de 3 días =)
Gracias por la ayuda también! ^^
Saludos desde México!! =) No sólo en Perú retrasan los tiempos =O
Gracias por los comentarios. Escribi este post hace mas de un año, y en este tiempo me han sucedido más cosas de este tipo. Como el jefe de proyecto que piensa que los resultados de un ensayo que se manda a hacer a una universidad están listos en dos días. O un sistema de tuberias que se entrega al cliente sin haber recibido nunca los planos. En fin, si tienes mas anecdotas de este tipo podemos compartirla y hacer una segunda parte a este post.
ResponderBorrarSaludos.
Jejeje! Yo apenas voy comenzando (estoy estudiando ingeniería civil) pero de repente hay cada maestro que bueno, tienen sus ideas.
ResponderBorrarPor ejemplo, un maestro nos exigió entregar 6 pruebas diferentes de un día para otro y supongo que sabes que a veces se necesitan hacer 3 veces cada uno para que puedan ser confiables.
O algún maestro que incluso cuando no es hora de su clase nos encarga tarea y te saca del salón si no la llevas(aunque a veces muchos ni se enteran).
En fin, espero me sigas comentando tus experiencias, es decir, son interesantes para mi que voy comenzando y creo que puedo aprender algo de ellas. =)
Gracias por responder. Saludos.