domingo, 11 de febrero de 2024

Una mujer de alto valor



Cuando la conocí, le dije que le podría dar lo mejor de todo. Incrédula aún, aceptó una primera cita, no sin antes preguntar a dónde llevaría yo a una mujer que solo merecía lo mejor. Sonriendo, le dije que la llevaría a probar el mejor cebiche de Lima. Ella llegó muy elegante a la cita, que fue al mediodía, y yo la llevé al mercado Nro. 2 de Surquillo. Allí me atendió la señora dueña de uno de los puestos, a quien ya conocía, y nos ofreció sus mejores sitios: dos bancas altas junto al mostrador de mayólica, donde podíamos ver directamente cómo preparaban el que según los periodistas especializados, es el mejor ceviche de Lima. Aunque ella reconoció que no había probado plato mejor en su vida, su cara denotaba su profunda decepción. Creo que no has entendido lo que te ofrecí, le dije. Si aceptas una nueva cita, te llevaré al mejor espectáculo que tiene esta ciudad. Ella aceptó. 

En nuestro siguiente encuentro la llevé al Malecón de Miraflores. Desde nuestra banca se podía apreciar la puesta del sol sobre la playa azul. Debajo nuestro se podían apreciar los tablistas corriendo olas, un poco más allá, un velero le daba interés al horizonte mientras el cielo se teñía de rojo y se veían a lo lejos las siluetas de las islas frente al Callao. Nuevamente intentó quejarse de que la había engañado, pero no podía decir que no había cumplido con lo ofrecido. El espectáculo no tiene comparación en el mundo, y mucha gente que se reúne a esa hora para tomar fotos confirmaba mi afirmación. Como prueba de mi sinceridad le pedí que me dijera qué tipo de cita prefería para la próxima vez. Me pidió un lugar en donde se divirtiera, pero no un lugar gratis, sino algo muy caro, ya que era lo que ella se merecía. Casualmente este fin de semana será el Baile Anual de Caridad por los niños con cáncer en el Country Club de Lima. Allí estará lo mejor de la sociedad limeña, con una Orquesta Internacional, le dije, y yo estoy en el Comité Organizador. Fue la primera vez que vi sus ojos brillar, al aceptar con entusiasmo. 

El día señalado fui a recogerla muy temprano y la llevé al local. Allí nos dedicamos a ordenar las mesas, coordinar con los encargados de los arreglos florales y el catering, revisando que todo estuviera en orden con la llegada de los alimentos, y que todos los instrumentos de la orquesta sonaran bien por el sistema de sonido. A la hora del evento, ella, que se había estado quejando desde hacía un par de horas de que la había hecho trabajar y que se había roto una uña al cargar un florero, solo tomó una silla y se quedó dormida. Fue una lástima, porque se perdió lo mejor de la fiesta, y cuando se despertó, al final de la velada, insistió en irse sola, al decirle que ayudaríamos a recoger las cosas y hacer las coordinaciones para el retiro de todos los adornos. 

Aunque yo la llamé varias veces en los días siguientes, ya no me respondió al celular. Me dicen que ella ha publicado en sus redes sociales que ha sido engañada toda esa semana,, que esa no es manera de tratar a una mujer de alto valor, y varias cosas más. No he comprendido del todo sus críticas, porque le he dado lo mejor que esta ciudad puede ofrecer. Ella es ahora solo otra de las mujeres que he conocido que no comprende el verdadero valor de las cosas, y que no merecen conocer mi mansión en La Rinconada, ni mi casa de playa con yate en Paracas.

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