La primera me fue referida por un compañero ingeniero, cuando trabajaba en una línea de transmisión eléctrica a través de las montañas. Uno de los tramos tenía que atravesar el río, y la gente de la población advirtió a los trabajadores sobre el peligro de acampar cerca al río. Hay cosas, decían. Los ingenieros, provenientes de la ciudad, hicieron caso omiso de las supersticiones pueblerinas. En la noche, algunos trabajadores vieron un resplandor dorado proveniente de las aguas, y uno ellos, con valor insensato, se metió al río, para salir a los pocos minutos diciendo que había visto una especie de casa o caverna llena de oro en el fondo del río. Los demás trabajadores se pusieron de acuerdo y el primero volvió a entrar, está vez atado a una cuerda que lo demás jalarían una vez asegurado el tesoro. El intento fue infructuoso, pero el buceador improvisado volvió emocionado, estuvo a punto de tocar el tesoro, pero la cuerda se había quedado corta. Una segunda cuerda, atada a la primera, tampoco fue suficiente, esta vez el buceador dijo que casi lo alcanzaba con los dedos, pero parecía que el oro se alejaba cada vez que trataba de llegar a él.
A la mañana siguiente, en el pueblo uno de los del grupo de la noche anterior comentó lo ocurrido. Recibió la respuesta airada de uno de los pobladores: ¡Insensatos! Les advertí que el río hay cosas. La gente del pueblo sabía desde hace mucho del tesoro del río, pero sabían también que el oro estaba maldito, todo aquel que lo toca no puede salir de la caverna y muere ahogado. El trabajador que se había metido al río tenía suerte de no haber tocado nada y seguir vivo. Ese mismo día se dio la orden estricta de no entrar al río, y el campamento fue mudado al día siguiente, terminada la labor en esa zona.
La otra forma en que se encuentra un tesoro en mi país es por una costumbre usada en siglos anteriores. Se dice que en muchas haciendas la gente enterraba sus tesoros dentro de sus casas, con ayuda de un esclavo o sirviente, y una vez terminada la tarea, mataban al cavador con el doble propósito de que no revele el lugar del entierro, y para que su fantasma cuide del tesoro. A tal lugar se le conoce como "tapado" o "entierro", y hay multitud de historias de gente que ha buscado estos tesoros en las casas antiguas, para ser derrotado por el fantasmal guardián.
Otras historias cuentan que había gente que, al construir una casa, pedían a un chamán que robe una calavera del cementerio y la entierre dentro de la casa, para que su fantasma la proteja de los ladrones y otros daños.
Por eso cuando mi familia compró una casa hace años y al hacer los trabajos de cambio del piso, y los albañiles encontraron una calavera, nadie supo ante cuál de los dos casos nos encontrábamos. A pesar de las prohibiciones expresas, los obreros terminaron sacando los pisos de toda la casa, cavando en varios lugares. Tuvimos que despedir a los obreros y reemplazarlos por otros que nada supieran del tema, bajo una supervisión estricta para que nadie cave más de lo necesario. El asunto fue zanjado llamando al sacerdote de la iglesia cercana con una botella de agua bendita para bendecir todas las habitaciones, y enterrar la calavera en un lugar más seguro, con permiso de la iglesia.
Así es el Perú, donde cualquiera puede contarle a uno historias de tesoros y fantasmas, o hasta encontrar una en su propia casa.
Qué interesante. Un beso
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