jueves, 19 de noviembre de 2020

Perú: Políticos vs Pueblo (parte 3)



Después de 8 días en que en mi país ha habido 3 presidentes, o incluso 4, si nos ponemos legalistas, me tomo un respiro para tratar de extraer las conclusiones y las lecciones aprendidas, que espero que aún se recuerden en unos pocos meses, cuando nos toque elegir nuevamente presidente. Esta experiencia nos ha mostrado cómo somos, nuestro mejor y peor lado al mismo tiempo, dependiendo del lugar de las protestas en que estuvimos. 

En primer lugar, hemos descubierto la espantosa desconexión entre la mayoría de quienes nos gobiernan, diciendo representarnos, y las personas del pueblo, que trabajamos, circulamos, y tratamos de sobrevivir en este país. La clase política que no escucha a la calle dejó de ser una metáfora esta semana y se convirtió en un episodio real: Después de decidida la vacancia presidencial, una muchedumbre se congregó frente al edificio del Congreso, gritando arengas contra el atropello legal que esto significaba. La respuesta fue ordenar a la policía que alejara a la gente hasta donde los gritos no se escucharan. Al día siguiente, la gente llegó con bocinas cuyo sonido atravesó la plaza que separa la avenida y el Palacio Legislativo, y también las gruesas paredes del centenario edificio. El Congreso sesionó por tres días escuchando a toda hora las bocinas que les recordaban que allá afuera había un pueblo al que escuchar. Una de las frases que se han esparcido por todas las redes sociales, es “que nadie te diga que las protestas no solucionan nada”. 
Por mucho tiempo, se ha aplicado aquí la política de los hechos consumados, donde se esperaba que la gente acepte lo que hagan desde el Gobierno, y las protestas duren uno o dos días y después no pase nada. Debo admitir que yo también creí que ahora sería igual. Pero no fue así. La protesta ha funcionado. Espero que desde hoy esto sea tomado en cuenta por quienes dirigen el país. 

Otra de las lecciones aprendidas de esta semana, aunque yo ya la sabía desde antes, es que, al menos en el Perú, o en su clase política, las ideologías han muerto desde hace tiempo. Ya no existe derecha ni izquierda, solo intereses personales o de grupo. Aquellos que se reclaman (o son tildados) de derecha, son en realidad defensores de las grandes empresas; y los opositores a estas mismas empresas son quienes serán asignados a la izquierda. No hay más. Y la gente desconfía de quien se reclama de izquierda y teme a los representantes de los ricos (porque nadie se identifica a sí mismo como derechista). 

Esta falta de ideología hace que en este país hayamos normalizado a los políticos que cambian de partido con facilidad, y que los veamos con la misma cara con la que vemos a los futbolistas que cambian de club. Existen aquí políticos que han cambiado cinco o seis veces de partido a lo largo de su carrera, siempre siguiendo a quien según ellos, tienen mayor oportunidad de llegar al poder. Es por eso también que generó tanto rechazo la designación como premier de Antero Flores Araoz, que había pasado ya por cuatro partidos políticos, siendo gobierno en dos de ellos, lo que, según él, daba fe de su experiencia política. 

Si fue penoso saber de dos muertes durante las protestas, también lo fue el comportamiento de los candidatos presidenciales que ya estaban en campaña desde una semana antes, y que guardaron silencio cómplice ante las acciones del Congreso, ante la represión policial, y ante los reclamos de toda la gente que llenaba las calles. Ya mencioné a uno de tales candidatos cambiar de posición tres veces en un día, pero los demás tampoco tuvieron una posición hasta que se supo de los fallecidos, solo entonces se mostraron en contra del presidente impuesto por el Congreso y pidieron su renuncia. Que alguien me muestre un mejor ejemplo de oportunismo político. ¿Tenían que morir dos personas para obtener de ellos una opinión? 

Como en cualquier acontecimiento político, los políticos tratan de acomodar los hechos a su conveniencia. Pero eso jamás lo había visto tan torpemente hecho como ahora. Al verlos en televisión (pues ninguno salió jamás a la calle, y el que lo intentó fue rechazado vergonzosamente), no podía creer que sean tan ciegos, pues donde las cámaras mostraban pancartas contra el Congreso, ellos veían defensa al presidente depuesto, y donde se leía “Fuera Merino”, ellos interpretaban “La gente quiere una nueva Constitución”. El propio Premier veía una plaza llena de manifestantes y decía que “solo eran unos cuantos”. 

Tal vez la lección más clara de estos días es que los políticos desprecian a los jóvenes. Ya desde antes, cuando había una protesta, a los jóvenes se les llamaba despectivamente “pulpines”. Y como en esta ocasión, la mayoría de los que salieron a protestar son jóvenes, desde el primer momento se les descalificó como seres incapaces de pensar por sí mismos. Se les acusó de ser manipulados por movimientos terroristas, o por un partido político de escaso arraigo nacional. Aquí en el Perú, la mayoría de edad y el derecho a voto se obtiene a los 18 años, por lo que se supone que tiene el discernimiento para tomar una posición política, pero escuchando a algunos analistas políticos, podría pensarse que estaban hablando de minusválidos mentales. Afortunadamente, ahora ya se los empieza a reconocer como una fuerza a tomar en cuenta, con el nombre que se han ganado esta semana: “La generación del bicentenario”, en alusión a que el año 2021 se cumplen 200 años de nuestra independencia. 

Ahora el nuevo Presidente interino ha asumido sus funciones, con un discurso con tintes literarios (distancia sideral con los balbuceos de Manuel Merino) que ha gustado mucho a la gente, pero que no ha hecho olvidar que esta vez no le daremos carta blanca, que estaremos vigilando y saldremos a la calle cuantas veces sea necesario, y que ya no nos distraerán ni siquiera los partidos de la selección de fútbol, que por primera vez desde que tengo memoria han pasado casi desapercibidos en beneficio de temas más importantes. 

 La historia todavía no termina, hay mucho por hacer. Los políticos se recompondrán después de esto, sin duda, el Congreso sigue allí con la misma gente que nos metió en todos estos problemas, algunos ya tratan de limpiarse la cara, y nadie dice que los meses que siguen serán fáciles, pero hay algo de esperanza, que esa es la palabra más escuchada en estos últimos dos días. Por mi parte, volveré a mis tonterías hasta que se vuelva a necesitar una voz que deje la historia por escrito para que no sea olvidada.

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