martes, 11 de febrero de 2020

Un caso muy difícil


Como uno de los propósitos de Año Nuevo, me propuse encontrar una pareja, y como yo sí trato de cumplir con mis propósitos, aún sigo con la misión que me propuse. Investigando sobre el tema, descubrí que Cupido ya no es un niño con los ojos vendados que dispara sus flechas por el bosque. Ahora es un adulto con una esposa y un hijo que mantener. Por eso es que ya no está concentrado en el trabajo y no me manda a nadie desde hace mucho.

Decepcionado de los dioses paganos, tuve entonces que encargarme del asunto personalmente. Los resultados tampoco han sido positivos. Me he plantado con mi mejor sonrisa y he iniciado conversaciones con mis más exitosas ocurrencias, sin tener mayor suerte que antes. Las mujeres simplemente no parecen tener ninguna intención de acercarse a mí. Las pocas que me han dirigido la palabra han preguntado primero “¿A qué te dedicas?” para desecharme al enterarse de que no tengo un alto cargo en alguna gran empresa, y que ni siquiera tengo amigos o relaciones en algún ministerio, que eso se está buscando mucho también en estos días.

La búsqueda en internet tampoco ha dado resultado alguno. Llevo un récord perfecto de ningún “like” en las más conocidas aplicaciones de dating, tal vez porque hasta ahora no he podido hacerme una foto de perfil en donde no salga con cara de tonto. Nadie ha respondido tampoco a mis “likes”, lo que me ha llevado a la conclusión de que solo me gustan las mujeres que no se merecen a alguien como yo. Esto no es tan malo, pienso yo, porque la mayoría de los perfiles que encuentro allí parecen estar cortados con la misma tijera, diciendo que son gente que le gusta la sinceridad (cosa poco creíble con la cantidad de filtros que usan) y que gustan de una buena conversación con una copa de vino (y no mencionan al vino entre sus preferencias). Viendo los perfiles, descubrí además que lo que está de moda ahora para las mujeres no es buscar un “compañero de vida” sino un “Sugar Daddy”, que en castellano significa alguien que les pague todos sus gustos, por caros que sean. Y yo no califico ni para la primera cuota de una mujer así.

Ante la poca efectividad de los intentos anteriores, me he comunicado con algunos altos mandos de la iglesia para ver qué santo es el que tiene la mejor performance en conseguir parejas para gente como yo. Como mi caso es difícil, he recibido confirmación del cura de mi barrio de que las fuerzas celestiales están llamando a su equipo de respuesta especial, algo así como un comando SWAT, o Navy Seals, pero con aureola. Ya me han prometido la asistencia de San Valentín, San Antonio, San José, Santa Rita, y San Judas Tadeo, que es el arma secreta de este Dream Team celestial. Lo único que pide el citado curita es una generosa donación a la parroquia, a lo que he respondido que así como estoy, le pongo una catedral si es que obtengo resultados antes de la próxima boda a la que me inviten, que es la ocasión más a propósito para presentar a la nueva pareja.

El caso es que ya pasó el Año Nuevo, el Año Nuevo chino y todavía no veo resultados. Me informan que los santos han organizado una serie de casualidades de probabilidad ínfima para acercarme con una mujer que no se avergüence de ser vista conmigo en público. Parece que existe la traba burocrática de que lo que para mí sería un premio, para una mujer sería un castigo o una penitencia, y los santos no están autorizados a este tipo de cosas. El hecho es que mi caso tiene a los santos pidiendo milagros. San Valentín ya se ha excusado diciendo que se acerca su propio día y ya no puede descuidar a sus feligreses, San Antonio se hace el desentendido cuando le preguntan, Santa Rita me ha preguntado si mejor no pido un perrito o algo más fácil, como la paz mundial por ejemplo, y el cura de mi parroquia ha vuelto a pasar el cesto de las limosnas, abandonado el sueño de una nueva catedral.
Me hacen difícil conservar la esperanza.

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