martes, 4 de febrero de 2020

Cuentos de hadas, una opinión


Se dice que los cuentos de hadas enseñan a las mujeres a ser débiles y sumisas, pero poco se habla del efecto que tienen en los niños. Y yo opino que enseñan a los hombres a tener falsas expectativas con las mujeres. Por culpa de los cuentos de hadas los jóvenes buscan mujeres de piel tan blanca como la de Blancanieves, con pies tan pequeños como los de Cenicienta, cabello tan largo como el de Rapunzel, tan delicada que puede sentir un guisante a través de veinte cobijas. Ni que decir que esperan que un feo como la Bestia lleve a la Bella a su castillo y al final ella se quede allí por su gusto. ¿Cuántos jóvenes habrá que han creído que aunque sean feos como un sapo, siempre habrá una bella princesa que los quiera besar?

Créannos que los cuentos de hadas tal vez sean machistas, pero eso tampoco nos hace mucho favor a los hombres. Por mi parte siempre me pareció demasiado difícil que para conquistar a una princesa haya que atravesar bosques encantados, luchar con monstruos o gigantes. Lejos de hacernos más valientes, nos han hecho que nos conformemos al final con mujeres menos princesas y más accesibles.

Yo, que incluso desde niño veía los cuentos de hadas como la versión para jardín de infantes de las telenovelas, caí en ese cuento de hadas electrónico de Súper Mario, en el que un humilde plomero obtiene a la princesa rubia después de mil peripecias y peligros. A mí me mataban siempre en los primeros niveles, como presagio de mi suerte amorosa en la vida real, pero algunos amigos llegaron al final, rescataron a la princesa para solamente sentir un vacío existencial y preguntarse si había valido la pena todo el esfuerzo y sacrificio.
Esa es la pregunta: ¿Y qué hay de los finales de los cuentos de hadas? Me imagino que eso de comer perdices está bien, aunque nunca he probado una, pero acaba y el cuento y a uno no le dicen absolutamente nada sobre cómo hacer después, que es donde está lo importante. La princesa en cuestión va a creer que eso del heroico príncipe le va a durar a uno toda la vida. Me imagino a la princesa tiempo después del final feliz recriminando a su consorte que ha luchado contra un dragón para rescatarla y ahora ni siquiera tiene ánimo para pedir rebaja a la hora de comprar muebles para el castillo.

Ahora vemos en las noticias que la última Cenicienta de la vida real está renunciando a la condición de princesa de Inglaterra para reintegrarse a la vida civil, tan fuerte ha sido el choque de convertirse en parte de la realeza. No descarto la idea de que fue más bien el príncipe el que convenció a su nueva esposa que eso de la nobleza no es como lo pintan y que, como en un cuento de hadas al revés, su sueño era dejar de ser príncipe y ser feliz en una vida de plebeyo, con dinero, claro está, pero plebeyo al fin y al cabo, en un final que ningún cuento ni telenovela pudo prever.

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