lunes, 17 de junio de 2019

Los ladrones de sueños


En una ocasión, olvidé ya si fue hace algunas semanas o algunos meses, caminaba por el centro de la ciudad cuando recuerdo que vi uno de esos edificios coloniales de noble arquitectura. Supongo que me detuve un momento para apreciar la belleza de la construcción y pensé, como suelo hacer en esos casos, en cómo habría sido la construcción, en cómo habría sido la gente que habitó allí y en los eventos que habrían pasado allí a lo largo de su historia. La verdad es que no puedo recordar bien ese momento porque apenas empezaba a soñar despierto cuando alguien se me acercó a toda prisa y me dio un empujón que casi termina conmigo en el piso. Cuando pude recuperarme, todo el encanto se había perdido. Lo que había soñado despierto sobre el pasado, la historia y los personajes de la casa había desaparecido.

Seguí mi camino en ese estado de estupor de quien acaba de despertar de pronto, hasta que llegué a un puesto de información de turistas y pedí que me dejaran sentarme un momento mientras me recuperaba. Al contar mi experiencia al agente que se encontraba allí, este me respondió preocupado que no era la primera víctima de los ladrones de sueños, y que casos como el mío han estado ocurriendo en la ciudad con cada vez mayor frecuencia. Yo corrí con suerte, me explicaba, ya que mi sueño era pequeño y perderlo no tenía mayores consecuencias, pero había oído del caso de un conocido emprendedor joven, a punto de casarse, que había sido asaltado y despojado de sus sueños mientras corría en un parque. Ahora ha tenido que suspender la boda y su empresa ha sido afectada por la pérdida de sus sueños. Con amabilidad, el agente me preguntó si quería denunciar el robo de mi sueño, a lo que me negué. Como dijo el agente, era un sueño pequeño y, aunque pudieran recuperarlo, no podría identificarlo en la comisaría.

- ¿Y qué hacen con los sueños robados? - Pregunté. - No sabemos bien, pero al parecer ya hay un mercado negro de sueños. Gente que dedicó su vida a ganar dinero y destruyó sus sueños al hacerlo compra allí nuevos sueños. También hay gente que sufrió decepciones amorosas y destruye sus sueños al no tener con quien compartirlos. Gente que vendió sus sueños por un poco de poder o popularidad, todos ellos están dispuestos a comprar sueños. Se sospecha incluso de mafias internacionales que dirigen y ordenan estos robos. Los sueños en países como el nuestro obtienen mayor precio, porque son más sinceros, hasta ingenuos, y eso es un valor que no se encuentra en países más desarrollados.

Al ver mi interés, el agente me dio algunas recomendaciones para evitar un nuevo robo: No exhibir mis sueños en lugares públicos, de ser posible no sacarlos a la calle, pues los ladrones de sueños acechan a la salida de los cines, en parques, en lugares donde se ve el atardecer sobre el mar. Tampoco soñar despierto al ir por las calles, para un ladrón de sueños es fácil reconocer a los soñadores. Si es necesario mostrar un sueño en un lugar peligroso, se debe primero consumir alcohol u otra droga, porque estas distorsionan los sueños y los hace menos vendibles.

Ya recuperado, agradecí al agente su ayuda y me despedí. El resto de mi recorrido lo hice con miedo, sin mirar los edificios ni a los rostros de las personas, ocultando los sueños que me quedaban, y con la desagradable sensación de que esta ola criminal es ya conocida por la mayoría de la gente, pues todos caminaban igual que yo, con caras inexpresivas y sin ver a los demás, no sea que un ladrón venga a quitarles los sueños.

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