lunes, 13 de marzo de 2017

Sabiduría hervida en agua


En un valle perdido entre la cordillera inaccesible, hay un pueblo en lo más alto de la montaña. En lo alto del pueblo, viven los guardianes de la sabiduría ancestral, los poseedores de los secretos de la vida, alejados de la perversidad de la civilización occidental. Para llegar a ellos se debe recorrer un camino de penitencia y purificación, a cambio de la recompensa de esa iluminación que ha cambiado la vida de quien ha tenido el raro privilegio de poder recibir sus enseñanzas. Afortunadamente, como yo soy amigo de la directora de la agencia de viajes, me hicieron una buena rebaja en el tour. De igual modo llegué muerto al final del camino, cargando mi mochila y mi cámara fotográfica, por no tener plata para alquilar un burro, que me lo cobraban como si fuera a comprarlo.

Al fin llego a la presencia del maestro. Es un anciano que parece tan viejo como las montañas que nos rodean. Su presencia es a la vez imponente y pacífica. Con un gesto me indica que puedo hacer mi primera pregunta. Y yo, que he estado pensando todo el camino en las preguntas que debo hacer, algo profundo y significativo, que parezca que soy una persona inteligente, al momento de la verdad, se me sale la verdadera personalidad:
   - ¿No tendrá un tecito caliente o algo? Porque aquí hace un frío de miércoles...

El anciano debía tener una sabiduría más allá de nuestra comprensión, y una paciencia practicada a través de sus años innumerables, porque no se inmutó con mi pregunta. Haciendo una seña a uno de sus asistentes, hizo que nos traigan un par de pequeñas vasijas de barro con un líquido hirviente.

   - Bebe de esta infusión de hierbas que aclaran la mente e impulsan el espíritu...

La verdad es que el matecito estaba bueno, me calentó el cuerpo y me animó bastante. Ya estaba a punto de preguntarle si tenía un poco de esas hierbas místicas para llevar, cuando empezó a hablar con una voz profunda y pausada. - Estás ahora más en paz contigo y muestras tu verdadero ser, porque el agua caliente revela tu carácter. Tal vez mi alma es a prueba de iluminaciones y revelaciones místicas, porque lo único que le pude responder fue un sincero “¿Qué cosa?

  - La vida y sus problemas, sus pruebas y dificultades son el agua hirviente que da forma a nuestra alma, y nosotros somos como los alimentos que se ponen en esa agua. Algunos son como las papas, que al pasar por el agua se vuelven blandos, otros en cambio, son como el huevo, que salen del agua hirviendo endurecidos. Busca entonces en tu corazón si eres como la papa o como el huevo.

La precisión de la metáfora me dejó anonadado. Nunca había escuchado cosa semejante. Este tipo sí que es sabio, no como esos que con un par de frases sacadas de internet ya se creen profundos. Ante tal demostración de sabiduría sólo había una respuesta posible.

- ¡Qué loco! 

El anciano me miró con una expresión de interrogación. Ahí me di cuenta de que lo anterior era una pregunta que esperaba respuesta, así que hice el ejercicio de imaginación de una olla caliente y yo ahí, metiendo mi alma al fuego lento y viendo qué es lo que sale.

- Maestro, creo que mi alma más bien se parece a las arverjitas, porque se cuece, pero sale más o menos igual, ni más dura ni más blanda... A propósito, toda esta charla ya me dio hambre y sigo con frío... ¿Dónde consigo una buena sopa por aquí?

- Creo, hijo mío, que tú eres una de las pruebas que me envía la vida para templar mi alma... Sigue tu camino y aplica lo que has aprendido hoy. Debes seguir tu camino, es difícil y necesitarás fuerza y voluntad, pero te verás recompensado.

- ¿Y eso que quiere decir?

- Que sigas por el caminito, pasando la curva está el restaurante de mi sobrina, allí te sirven una sopa bien sustanciosa, con su haba y su choclito, y no es muy caro. Ahora vete, que todavía hay mucha cola de gente que quiere mi sabiduría, y acá cerramos temprano...

Cuando regresé a la ciudad, me puse a contar de mi experiencia a mis amigos y conocidos, aplicando las sabias palabras.
- La vida es como la olla de sopa que pones en la candela, y tú eres como la mantequilla, que cuando la echas al agua hirviendo, te deshaces todo y ya no se te vuelve a ver...

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