lunes, 24 de junio de 2013

Memorias y olvidos


La enfermedad no fue inmediata. Por el contrario, fue tan lenta que ya había avanzado antes de que se diera cuenta. Olvidar las llaves de la casa, algún teléfono, el recado de las compras, parecían sucesos comunes hasta que estos comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes. Aún entonces no los asoció con la edad. Debía ser tal vez el stress, alguna molestia pasajera o el simple hecho de estar muy distraído últimamente.  Cuando en una conversación por teléfono con su hija olvidó de repente con quien hablaba, comprendió realmente lo que estaba pasando, aunque sin querer aceptarlo todavía. Incluso cuando su hija fue a su casa para acompañarlo al doctor, ella tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para vencer su resistencia.

El médico le recetó un tratamiento con unas nuevas medicinas y una dieta especial que prometían una mejoría si es que el mal no estaba muy avanzado. En su caso, y a falta de una mejor opinión, el resultado era incierto. Su hija decidió que valía la pena hacer el intento.

El comienzo fue difícil. Había que cambiar los hábitos de toda una vida. Ejercicios, dieta, y una cantidad precisa de pastillas a determinada hora hacían en conjunto una disciplina militar que le desagradaba completamente. Pensaba en cómo llegó a esto, al cambio de costumbres. Antes, pensaba, el cambio había sido parte de su vida: había pasado por muchos cambios de trabajo, había vivido en diferentes lugares, sin contar aquel viaje que lo llevara a Europa, a la India  y al Africa. Hasta que sin darse cuenta, dejó de hacer cambios, se casó, tuvo una hija, un trabajo fijo y un seguro de vida. Tal vez en esto consiste el sentar cabeza y establecerse, en acostumbrarse a levantarse todos los días a la misma hora, a comer lo mismo cada día de la semana y a dormir con la misma mujer todas las noches. Definitivamente había cambiado en todos estos años, aunque…

De repente, se sorprendió al darse cuenta de que estaba pensando en el pasado. ¿Hacía cuánto tiempo que solamente pensaba en el presente? Esto debe ser un efecto secundario del tratamiento. Estaba recordando, costumbre que había dejado hace mucho. Tal vez sea otro efecto de la edad. Los jóvenes piensan solo en el futuro, los adultos solo viven el presente y los mayores permanecen  en el pasado.

Las nuevas medicinas no funcionaron como esperaba. Los pequeños olvidos desaparecieron, pero aparecieron además nuevos recuerdos. De pronto se dio cuenta de que recordar no era siempre placentero. Las decepciones, cuando descubrió que la vida era dura e injusta, cuando perdió a su esposa. Todos los recuerdos de aquella vez regresaron de golpe, haciéndole revivir todo el dolor de la primera vez. Nuevos recuerdos fueron apareciendo: El accidente en la moto que lo dejó postrado varios meses, la muerte de su padre.

Los recuerdos se hacen cada vez peores. Está recordando todos aquellos momentos que lo hicieron sufrir y es como vivirlos nuevamente. La falta de costumbre en recordar hace que las heridas se abran otra vez con toda su fuerza hasta que el dolor se hace insoportable.

Recordar duele, acerca más a la muerte que a la vida. Poco a poco, surge una solución. Tal vez sea mejor dejar que la enfermedad se lleve los recuerdos, convertir el olvido en permanente hasta que sea lo único que quede. No más ejercicios, no más dieta, no más pastillas. Cuando empieza a tirar una a una las pastillas por el desagüe, como en un ritual invocando al olvido, aparece un nuevo recuerdo: La sonrisa de su esposa, cuando aún era joven y lo acompañaba en aquellas aventuras, cuando el mundo era aún una aventura. Solo quedan dos pastillas por tirar, y decide que son  justo las que necesita conservar, justo para los recuerdos que quiere conservar.

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