Todo empezó de una manera casual. En una de las obras a las que tuve que ir, uno de los trabajadores se acercó a saludarme.
- ¿Cómo está, ingeniero? ¿Se acuerda de mí?
- ¿Disculpe?
- Hemos trabajado juntos en la obra del centro, hace un par de años, ¿No se acuerda?
Me retiré, confuso, después de un saludo convencional y la remembranza de unos recuerdos ajenos por parte del trabajador. Yo pensaba que todo esto se debía a la casualidad y a la circunstancia de que tengo un rostro común, fácilmente confundible.
El siguiente hecho ocurrió meses después cuando era entrevistado para un proyecto en un asiento minero. Estaba conversando con uno de los directivos cuando otro de los jefes se acercó para hacer un recado. Para mi sorpresa, se alegró de verme.
- ¿Está entrevistando al ingeniero para el puesto? ¡Qué bien! Puede contratar al ingeniero, yo he trabajado con él y sé que es bueno…
Obtuve el trabajo ese día, sin poder preguntarle a esa persona de dónde me conocía y agradecerle la recomendación. Como él trabajaba en la oficina principal, no lo volví a ver, pero en el sitio de la mina, encontré a varias personas que de repente me saludaban con familiaridad y que decían haber trabajado conmigo. Al comentar esto con compañeros de trabajo, solo me respondían que en el ambiente de estos trabajos todo el mundo se conoce.
Cuando terminó el proyecto, dejé por un tiempo de tener esos “episodios”, como comencé a llamarlos. Cada vez que comentaba el hecho con alguien nos enfrascábamos en estériles discusiones acerca de clones, gemelos perdidos, dimensiones paralelas y dobles. Siempre se llegaba a la conclusión de que es muy difícil para alguien hallar a su propio doble, pues tiende a hacer el movimiento contrario que uno mismo.
Hasta que entré en un nuevo proyecto fuera de la ciudad. Cuando llegué, la obra estaba recién iniciando, y había poca gente trabajando. Aquí volvieron a ocurrir los “episodios”, pero de manera más frecuente. Apenas el segundo día, uno de los jefes de diseño a quien jamás había visto, me saludó.
- ¡Ingeniero! ¡No lo esperábamos tan pronto! ¿Cómo está?
Fue inútil tratar de explicar que se trataba de una confusión. Aún así, la gente parecía sorprendida de verme en la obra, y usando un uniforme diferente del que esperaban. Todo esto me convenció. Mi clon existe, trabaja en algo similar a mi propia profesión y vendrá en las próximas semanas, según los que me confundieron. Pero por alguna razón el viaje de mi otro yo siempre se retrasaba y no podíamos juntarnos.
El último día de mi permanencia en obra, uno de los choferes de las camionetas me llamó al verme. Para entonces yo estaba ya un tanto acostumbrado a ser confundido, así que no le di mayor importancia al episodio.
- ¿Qué hace usted aquí, ingeniero, si lo acabo de dejar en el taller?
Tuve que pedirle que me repitiera todo ¡Mi clon, tanto tiempo esquivo, estaba aquí! De inmediato le pedí al chofer que me llevara a donde mi otro yo. Al llegar, me señaló al hombre que estaba parado en la esquina. No pude evitar una exclamación de admiración. Era yo. Era mi clon, mi duplicado, mi dimensión paralela, todo lo que me había negado a creer hasta ese momento. Lo saludé, pero lo que no esperaba eran las palabras con las que me recibió.
- ¿Así que usted es el que ha estado usurpando mi vida todo este tiempo?
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ResponderBorrarque tal tonto..... quiero que leas mi nuevo post que te parece i love your blog.....
ResponderBorrarhttp://sudamericaspain.blogspot.com/