Así, decidí lograr mi objetivo mediante aproximaciones sucesivas. Escribí mi mejor cuento, el cual me duró varias páginas. Me esforcé en aislar la idea principal y me dediqué a eliminar lo que sobraba. Una vez hecho esto, me quedó un cuento de la mitad de longitud del original. Volví a repetir el proceso, logrando esta vez un mayor nivel de abstracción de la idea principal y encontrando en el camino que a esta versión aún le sobraban muchas palabras.
Tras varios ciclos de relectura y eliminación del ripio literario, quedé satisfecho. En ese momento, una gran sonrisa apareció en mi rostro. Todo el esfuerzo valió la pena en ese instante. Lo había logrado. Nadie podría expresar todo esto con menos palabras, pensaba yo.
Fue en ese momento, cuando yo estaba embriagado por la soberbia de pensar en mi mismo como un maestro del laconismo y la concisión, cuando llegaste tú y me dirigiste esa mirada. Solo me quedó estrujar el papel recién impreso y arrojarlo a la basura. ¿Cómo superarte a ti, que sin palabras y con sólo una mirada has podido decir todo lo que yo quería expresar en mis escritos?
ahh, templao!
ResponderBorrarAsí no se puede. Si vas a escribir no puedes tener a la musa cerca, la musa debe ser inalcanzable (al menos mientras se escribe).
saluos!!
(y no escribimos sólo por ego, las motivaciones son diversas y abundantes)
¡Tienes razón! Tonto de mí, que creí que bastaría con ver a la musa despeinada y sin maquillaje.
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