viernes, 5 de diciembre de 2008

Diógenes, un tonto filósofo



Siguiendo con mi intención de mostrar ejemplos de los tontos que me han precedido en la tarea de mostrar al mundo que las cosas no son como los inteligentes las piensan, hoy narraré en mi tonto estilo la vida de Diógenes el Cínico, quien más que cínico, era tonto, como veremos a continuación:

Diógenes nació en Sinope, y era hijo de un ciudadano acomodado, como decimos de las personas que le hacen asco a los pobres, pero no quieren que los demás se enteren que son ricos. Precisamente para ver que hacía con la plata del papá, Diógenes consultó al oráculo. Como el oráculo da siempre respuestas inciertas, le respondió algo así como "Crea tus propios valores". Diógenes tomó la respuesta por el lado menos amable, y fue hallado culpable de falsificar monedas, hecho que le mereció la expulsión de la ciudad. Diógenes no lo sabía, pero el que lo botaran como a un perro era un anticipo de su destino. “Yo me voy, pero ustedes se van a tener que quedar” fueron sus palabras de despedida.

Rodando, rodando, llegó hasta Atenas, donde conoció a Antístenes, el fundador de los Cínicos. Ser cínico no era, como lo es hoy, un adjetivo destinado a nuestros políticos cada vez que los escuchamos defenderse de las acusaciones que les hacen. Un cínico era alguien que vivía la vida simple, sin complicaciones, tomando el ejemplo de un perro. Diógenes, como decíamos, se hizo discípulo de Antístenes, a pesar de que éste no quería tener discípulos y lo botaba de su lado por las buenas o por las malas.
Diógenes tomó entonces la forma de vivir de los cínicos, e instaló su domicilio en la plaza de Atenas. “Es tan buen sitio que hasta los dioses viven aquí” decía, refiriéndose a los templos de la plaza ateniense. Por lo demás, tener edificios públicos y templos le parecía a Diógenes un desperdicio de mármol y otros recursos.

Para Diógenes, la felicidad consistía en no codiciar nada y conformarse con la menor cantidad de bienes (gran ejemplo para toda la clase política). En su afán de desprenderse de todo lo superfluo, botó todo lo que tenía, y dormía en un tonel, siendo así el precursor de los “homeless” y del Cavo del 8. Un día, que estaba henchido de orgullo por no poseer nada, vió a un niño tomar agua haciendo pocillo con las manos, y exclamó: “Ah, pucha, todavía me sobraba algo”, y tiró su jarrito de barro.

Para alimentarse recurría sin pudor a la mendicidad, y aprendió a comer cualquier cosa, incluso carne cruda o descompuesta. Una vez uno de sus amigos tardaba más de lo habitual en darle las sobras de la semana, y Diógenes le dijo: “Ya, pues, que te estoy pidiendo para mi comida, no para mi entierro”.

Otra de sus gracias fue pasear en pleno día con una linterna. Cuando alguien le preguntaba que hacía, la respuesta era: “Busco a un hombre”. Esto le creó alguna mala fama, pues los atenienses empezaron a creer que estaba saliendo del closet, como se dice ahora.

También tuvo sus ratos malos. Durante un viaje, su barco fue atacado por piratas, y los terminaron vendiendo como esclavo en Creta. Su dueño le dio la libertad después de un tiempo. Con lo que se demuestra que no hay tonto sin suerte.

El más famoso de sus episodios ocurrió cuando estaba tomando el sol indispensable para mantener su famoso bronceado natural, y un grandote se le atravesó. “¿Tú quién eres?” le dijo. “Yo soy Alejandro Magno” le respondió, sorprendido de que no lo reconociera, a pesar de ser el dueño de toda Grecia y alrededores. Como Alejandro respetaba mucho a los filósofos, quiso mostrarse magnánimo y le dijo: “¿Hay algo que desees? Yo puedo proporcionártelo”. Diógenes, que en su vida aduló a nadie, no iba a empezar ahora, y le respondió: “Que te quites para un costado, que me estás tapando el sol”. Alejandro, aunque tenía el genio vivo y había mandado a varios a conversar con Plutón por menos que eso, quedó sorprendido y se retiró sintiendo un gran respeto por aquel que no le temía ni lo adulaba.

La muerte de Diógenes está envuelta en el misterio, aunque las historias todas se refieren a un fin tonto. Algunos dicen que murió intoxicado después de comer un pulpo crudo, otros refieren que simplemente se cansó de vivir y contuvo la respiración para no fastidiar a nadie. Por último, hay quien afirma que murió a consecuencia de las mordeduras de un perro. Yo no creo esta última. Los perros no son tan malagradecidos para morder a alguien que vive como ellos.

Me despido.

2 comentarios:

  1. jajaja que buena vida, gracias por sacarme varias risas, voy a tenerte en cuenta en mi recorrido de blogs
    un abrazo!

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