El alcalde de Opatambo, Jilbert Cusicusi, en esos meses que preceden a las elecciones, se encontraba a la búsqueda de algo más qué inaugurar. Ya había inaugurado la "Remodelación Integral de la Plaza Mayor", pomposo nombre para la colocación de nuevas losetas en la glorieta de la plaza; también había inaugurado la "Puesta en Valor de los Restos Arqueológicos de la Huaca Opatambo", que consistía únicamente en un enmallado alrededor de la citada huaca (convertida a la sazón en un cerro de tierra informe) y una placa conmemorativa con su nombre, para el "Futuro Museo de Sitio", que ya estaba prometiendo para su próximo periodo en la alcaldía. Se encontraba, pues, cavilando sobre si sería conveniente reinaugurar la caseta de peaje en el camino de tierra que llevaba a la capital de la provincia, cuando apareció Digno Palpán, quien le servía de asistente en la alcaldía, mensajero, chofer, y además se daba tiempo para limpiar la casa del alcalde. Jilber decidió que Digno debería hacerse cargo de tener las ideas que a él le faltaban.
- Digno, necesito una obra qué inaugurar para esta semana, y dile a Margarito, el de la cerrajería, que me vaya preparando la placa!
- Don Jilber, ¿Pero qué vamos a inagurar?
- ¡De eso es lo que te vas a encargar tú! ¡Anda y busca algo! ¡Yo no puedo ser el único que piensa aquí! ¡Además, ya te dije que no me digas Don Jilber! Tú me tienes que llamar Doctor...
- Ya voy, Doctor Don Jilber...
Digno era realmente eficiente en su cargo. Era por eso que continuaba al lado del alcalde. Por eso y porque carecía de la ambición que había separado al Teniente Alcalde y a los demás regidores del lado del Doctor Don Jilbert. Además, tenía la facultad de conformarse con un cuarto en la casa del alcalde y un almuerzo diario en la alcaldía como único sueldo. Todo esto lo hacía insustituible.
En efecto, en la tarde ya Digno tenía una idea de algo que el alcalde podía inaugurar.
- Don Doctor Gilber... He estado en la cancha y ya tengo una idea de lo que puede hacer...
- ¿En la cancha? Querrás decir en el "Estadio Municipal Gilbert Cusicusi"... ¡Seguro que has ido nomás para tomar cerveza con los que juegan allí...!
- He tomado un poquito nomás, Don Doctor... Pero allá podemos hacer una inauguración...
- ¡El estadio lo he inaugurado hace cuatro meses, no puedo remodelarlo en tan poco tiempo!
- No el estadio, lo que se necesita es una enfermería allí... Hay que poner un cuarto con camillas, un enfermero, las cosas que usan los médicos, como en la posta...
- ¿Qué te crees, que la plata de la alcaldía es tuya? Con un botiquín y una camilla tenemos.... ¡El Tópico de Primeros Auxilios Deportivos del Estadio Municipal Gilbert Cusicusi! ¡Encárgate, Digno, del equipo del tópico, y no te olvides de la placa!
- Pero necesito plata para comprar el botiquín, y además el de las placas ya no quiere trabajar si no le pagan...
- ¡Ya te he dicho varias veces que de la plata me encargaré yo después! ¡Tu encárgate de que las cosas se hagan!
El encontrar una obra para inaugurar era solo la primera de las preocupaciones del alcalde. Ahora tenía que encontrar la forma de inaugurarla, de alguna manera que los habitantes recordaran hasta el día de las elecciones, y que hiciera olvidar el chasco de las losetas de la glorieta, que se quebraron todas con el baile de la inauguración.
- ¡Ya está...! ¡Un partido de fútbol con el equipo de Cocachacra!
La inauguración se organizó según lo planeado: Se anunció "El Clásico provincial entre los equipos del "Deportivo Opatambo" y "Los Diablos Rojos de Cocachacra"; se mandó reparar los arcos de la cancha, y se equipó el tópico con una camilla hecha de palos de escoba y una frazada, además del préstamo del botiquín de la camioneta del alcalde. El problema de la placa fue resuelto con unas cervezas invitadas el día anterior al dueño del negocio.
El día de la inauguración, el sol invitaba al consumo de cerveza, que el alcalde repartió a sus allegados y a quienes consideraba que no tenían aún decidio su voto. El partido transcurrió sin incidentes durante el primer tiempo. El resultado de empate a uno no era lo que preocupaba al alcalde, lo que le preocupaba era precisamente la falta de incidentes. ¡Estos maricas no me van a dejar sin la inauguración! se le escuchó decir al dirigirse a la banca del equipo de Opatambo.
- ¡Qué m... se han creído ustedes! ¡El ultimo partido les han metido tres goles, yo se los traigo acá para vengarnos y ustedes se dejan empatar jugando como mujercitas! ¡Pu..., que ahorita me pongo una camiseta y me voy a sacarles su mugre a esos chontriles! ¡Ya saben, en el segundo tiempo quiero que se bajen a tres por lo menos!
Acto seguido, fue a la banca de Cocachacra.
- ¡Oigan, hijos de ...., ya les dije a los de mi equipo que les saquen su m..., porque en el partido anterior nos ganaron por culpa del árbitro, y yo las cosas las arreglo como los machos, así que... ya saben!
Al empezar el segundo tiempo, ya los ánimos estaban caldeados y no pasaron muchos minutos antes de que un artero foul dejara a un jugador de Cocachacra retorciéndose de dolor al costado del campo. Fue la ocasión de estrenar la camilla. Digno y otro asistente cargaron al jugador herido hasta la puerta del tópico, donde el alcalde los detuvo.
- Señoras y señores que me acompañan en esta trascendental ocasión: Después de largo tiempo, puedo al fin cumplir uno de los más caros anhelos desde que asumí el cargo de alcalde: Dotar al Estadio Municipal de un Tópico de Primeros Auxilios, que se había convertido en un clamor popular. De este modo puedo cumplir con lo que ofrecí en mi campaña. Sepan ustedes que yo soy una persona que cumple con obras, y que seguuiré cumpliendo si es que me apoyan en la próximas elecciones. Declaro con esta emotiva ceremonia inaugurado el "Tópico de Primeros Auxilios Deportivos del Estadio Municipal Gilbert Cusicusi". ¡Arriba Opatambo! ¡Mueran los de Cocachacra...! Gracias, pueblo sacrificado y combativo... Ya pueden hacer pasar al herido...
El resto del partido, al fin, fue como don Glbert esperaba. Hubo otros cinco lesionados, la camilla resultó insuficiente y hubo que comprar más algodón, gasa y curitas para los lesionados de ambos bandos, incluyendo al alcalde de Cocachacra, alcanzado por un certero cabezazo de su homólogo de Opatambo. La fiesta se prolongó hasta la noche y la gente salió contenta por la cerveza y el espectáculo, comentando lo necesario que había resultado el tópico.
El alcalde, a pesar de salir cojeando por la patada que le dió como respuesta el alcalde de Cocachacra, pudo dormir tranquilo esa noche, pensando en el importante paso que había dado ese día en sus aspiraciones reeleccionarias. El sueño de la casa en la capital de la provincia le parecía más cercano, al igual que la terminación del segundo piso en la casa en su pueblo.
- ¡Y esos imbéciles de la oposición creen que es fácil ser alcalde!
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