[Musica de fondo: Es mentira - Joaquin Sabina]
A los peruanos nos gusta la mentira, hecho que se demuestra cada vez que nos toca elegir a un presidente, diputado o entrenador de futbol. En todos estos casos preferimos al que habla bonito, al que nos pinta lindos castillos de colores y al que nos promete que seremos la máxima potencia mundial.
A fuerza de escuchar mentiras, desconfiamos de quien nos dice la verdad, y aceptamos las mentiras aunque no las creamos, pues son una especie de sedantes que nos evitan disgustos y discusiones. ¿Para qué reclamar?, si es más facil creerle al otro y si no cumple, pues es culpa de ese otro, no mía.
Para ilustrar este punto, haré un recuento de todas las mentiras que me rodean durante un dia cualquiera:
Me despierto y mis primeras palabras del día son para pedir un pan con mantequilla, que recibo gustoso aún sabiendo que lo que me dan es margarina, Si tengo suerte y es fin de semana, comeré un tamal "de Chincha" que no ha conocido Chincha ni en el mapa. Al despedirme, prometo solemnemente regresar temprano, cambiar el foco y traer pilas para el control remoto.
Al salir a la calle, me encuentro con microbuses con una calcomania que dice que tiene aire acondicionado, baño y televisión. Los microbuseros son una fuente inagotable de mentiras. Aquí algunas: "Si señor, le dejo cerca", "No tengo sencillo", "Hay asiento", "Nunca paro aquí, no es paradero". Los pasajeros hacen su aporte al caudal de mentiras con frases como "Yo no te dí esa moneda", "Ya te pagué", "Voy a llamar a un guardia" y "Voy aqui nomás, cincuenta".
Los taxis, del mismo modo, siempre tienen una calcomania que dice que está vigilado por satélite, y el conductor conoce como llegar a todas las direcciones que le dés, además de que nadie te va a cobrar menos que él.
En el trabajo, es costumbre prometer la entrega del proyecto en una fecha que sabemos que no vamos a cumplir, pondremos más gente, y trabajaremos todo el fin de semana. El messenger lo utilizamos sólo para asuntos de trabajo, y las canciones que llenan el disco duro las debe haber bajado otras personas.
A la hora del almuerzo, me ofrecen chicharrón de calamar, ají de gallina y trucha que en realidad son de pota, pollo y tilapia, respectivamente.
En la tarde, lo habitual es jurar por mi santa madrecita que el trabajo ya está listo, solo faltan algunos detallitos, y que lo vamos a enviar antes de las 5:00 p.m.
Al regresar del trabajo, la televisión es la que nos brinda otra sobredosis de mentira, no en las series o telenovelas, que ya sabemos que son ficciones, sino en los noticieros. Aparecen siempre el paciente trabajo de seguimiento de la policía, la intencion de continuar la investigación caiga quien caiga, el voy a demostrar mi inocencia, no he cometido ningún delito, y la extradición del japonés está cada vez más cerca.
A la hora de dormir, prometo que mañana sin falta saldré temprano, traeré el foco y pondré pilas al control remoto. Las últimas mentiras del día me las digo a mi mismo al decirme que mañana por fin será el día en que todo cambiará y cumpliré todas las resoluciones que vengo arrastrando desde año nuevo.
Tal vez lo nuestro no es mentira, es nuestra forma de vivir.
PD. He retirado el anterior post, a pedido del moderador, ya que era una narración de Abraham Valdelomar, llamada "El Hediondo Pozo Siniestro", dedicada a la situación politica actual. A los que no llegaron a leer el post, recomiendo buscar la narración original y considerar lo poco que ha cambiado nuestro Gran Consejo de Siké en los últimos cien años.
Si pues, el Perú y sus mentiras.
ResponderBorrarEn fin, ya nos acostumbramos.