viernes, 4 de agosto de 2023

La trampa de la empatía


Empatía. Término de moda, o al menos uno que me persigue desde hace tiempo. Con frecuencia lo veo en los artículos profesionales que leo, lo escucho en los noticieros cada vez que alguien se queja de la falta de solución a sus problemas, y en las conversaciones coloquiales. Yo mismo, a veces, he sido acusado de falta de empatía por alguien que no se siente satisfecho de mi desempeño. Es que, en realidad, más que de empatía, de lo que se habla es de la falta de empatía. Yo, que me autoanalizo al menos una vez al día, creo que no es que a mí me falte empatía, sino que yo entiendo la empatía de una manera diferente al resto del mundo. 
La primera vez que me encontré con el concepto de empatía fue hace mucho, cuando conversaba con un colega. Él me contó que su jefe le encargó un plan para disminuir los costos de operación de la empresa. Mi colega analizó los puestos de trabajo, las formas de trabajar y las instalaciones de la empresa, pero no pudo encontrar una forma de ahorrar dinero. Cuando su jefe le pidió un avance de sus resultados, tuvo que admitir su falta de progreso. El jefe, molesto, lo llevó a la planta de producción y le dijo: "Imagina que eres el dueño de esta empresa y que todo esto lo has pagado con tu plata. ¿Qué harías?". Desde ese momento mi colega empezó a ver todos los procesos con otros ojos, y vio tantas oportunidades de mejora que se sorprendió de haberlas pasado por alto anteriormente. 
La idea me pareció desde entonces algo poderoso: ponerme en el lugar del otro para darle lo que necesita. Empatía, en vez de la "distancia profesional" que me habían enseñado hasta ese momento. Me propuse usar esa idea en cuanto tuviera oportunidad. Así, la siguiente vez en que tuve que enviar un currículum para postular a un trabajo, me visualicé como el encargado del proceso de selección y sobre lo que le gustaría encontrar en ese documento. Desde entonces, cuando tengo que escribir un informe o un documento que será utilizado por otro, trato de ponerme en su lugar, qué es lo que quiere encontrar allí, o qué es lo que necesita saber. Así, mi trabajo trata más de ayudar al usuario que de contentar al jefe, y puedo defender mi opinión si es necesario. 

Pero ahora que la empatía es una palabra de moda, veo que no todos entienden lo mismo que yo. Lo que veo que los demás entienden como empatía para mí es un sentimiento de superioridad disfrazado, una forma de decir "pobre de esta otra persona, hay que ayudarlo a salir de su miseria". Siempre que escucho de sentir empatía, es por alguien que sufre de alguna manera. Esto significa que para sentir empatía primero hay que juzgar y calificar. Solo se siente empatía por quien, a nuestro juicio, lo merece. En todos los artículos que he encontrado se habla de la empatía desde una posición de superioridad moral o de poder. Y al hacerlo están obteniendo una visión sesgada del problema. Cómo ejemplo, si yo pido empatía con un ladrón, la gente se va a negar, va a pensar que quiero justificar su delito, o que soy tan malvado como él. ¿Cómo ponerme en el lugar de otro que no comparte mis valores morales? He aquí la trampa de la empatía tal como se entiende hoy. Hay que entender que no se trata de una forma políticamente correcta de la lástima, sino de entender las necesidades del otro. Y esto precisa de información. Tengo que conocer algo de la persona antes de sentir empatía, y sobre todo, reconocer que el otro no tendrá necesariamente los mismos valores morales que yo. Tal vez sea yo el que no entiende lo que significa la empatía. Yo seguiré poniéndome en el lugar de mi jefe, del poblador que nos impidió el paso a la obra, y hasta de la compañera de trabajo que me odia sin razón aparente, porque así obtengo mejores resultados.

Por último, un ejercicio de empatía, para introducirlo en una conversación: Si fueras otra persona ¿Qué opinarías de ti?

1 comentario:

  1. Buena explicación. A mí me acusan bastante de eso y creo que no es cierto. Un beso

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