martes, 16 de marzo de 2021

Leyendas peruanas: Las islas de Pachacamac


A pocos kilómetros al sur de Lima, se encuentra Pachacamac, centro político y espiritual de la costa peruana, más importante que la propia Lima antes de la llegada de los españoles. Situado en la costa, en la desembocadura del río Lurin, pueden verse desde allí dos islas de desigual tamaño y forma, una más grande que la otra. Hoy se les conoce como las islas de la Viuda, o islas Cavillaca. Del origen de estas islas trata esta leyenda. 

De todos los dioses que habitaban el mundo hace muchos siglos, Cahuillaca era la más hermosa diosa de todas. Como suele suceder con la belleza, esta le había dado un desmedido orgullo, que le hacía rechazar los requerimientos amorosos de los demás dioses. De entre los dioses, uno de los más hermosos era Cuniraya Wiracocha, quien era un dios mujeriego, y que gustaba de disfrazarse para fecundar mujeres mortales en el mundo humano. Pero Cuniraya también deseaba tener descendencia y buscaba a la más hermosa para engendrar un hijo digno de él. Cuando vio a Cahuillaca, el enamoramiento fue inmediato, pero al acercarse a ella no recibió más que rechazo de la bella diosa. 

Picado en su orgullo, Cuniraya se propuso fecundarla, para lo cual se disfrazó de pájaro, y vertió su simiente en una fruta del árbol de lúcuma a cuya sombra Cahuillaca solía sentarse a tejer. Cuando el sol alumbraba en el cielo, la fresca fruta cayó a los pies de la diosa, que la comió con avidez. La diosa quedó así embarazada, pero ignorante de quién sería el padre del niño que tuvo. Indignada, convocó al Consejo de los dioses, para resolver el misterio. 
La reunión se realizó en las alturas de Huarochirí, donde nace el valle de Lurín, y todos los dioses fueron compelidos a asistir. Cuniraya, temiendo ser castigado, asistió al divino consejo, pero lo hizo disfrazado de mendigo, con ropas harapientas, para no ser reconocido. Cuando Cahuillaca preguntó en voz alta quién era el padre, nadie respondió. Entonces puso al niño en el suelo y le dijo: “Tu padre está en esta sala, ve a donde está él”. El niño gateó alegremente hasta Cuniraya y trepó en sus rodillas. 

Cahuillaca se ofendió profundamente al ver que el padre de su hijo era un andrajoso mendigo. Ella, que en su orgullo pensaba que ningún dios era digno de ella, no pudo soportar esta escena. Tomó a su hijo y salió huyendo, llena de vergüenza. Cuniraya se quitó el sucio disfraz y apareció resplandeciente con su traje de oro, pero para entonces Cahuillaca ya estaba muy lejos. Bajando por el valle de Lurin, con dirección al mar, fue siguiendo a la diosa. En su forma de dios, bastaba con que ella diera vuelta para que él le ordenara detenerse, pero Cahuillaca jamás miró hacia atrás, asqueada como estaba. En el camino Cuniraya la perdió de vista, tanta era la prisa con la que huía. Perdido, preguntó al cóndor si podía verlos y si aún podría alcanzarlos antes de llegar al mar. Si, los veo, y están muy cerca, puedes alcanzarlos, le dijo el cóndor. En agradecimiento, Cuniraya otorgó al cóndor el título de rey de los cielos. 
Más tarde se encontró con Añas, el zorrillo, a quien hizo la misma pregunta. Los he visto pasar, pero ya están lejos, le dijo el zorrillo. Enojado, Cuniraya lo maldijo con un olor pestilente que espanta a los demás animales, condenándolo a caminar solo por las noches. Luego encontró al puma. Este le dijo que habían pasado por allí, pero un dios poderoso como él sin duda podría alcanzarlos. A Cuniraya le gustó esa respuesta, por lo que lo hizo el rey de los animales de la tierra, el único que podría alimentarse de la suculenta carne de la llama. 

Aún bajando por el valle, encontró a Atoc, el zorro, y repitió la pregunta. El zorro astuto respondió que la diosa le llevaba mucha ventaja, que ya estaban llegando al mar, pero tal vez se detendrían al llegar a la playa, tal vez si el dios se transformaba en ave, aunque no podría asegurarlo. Wiracocha se dio cuenta de que el zorro trataba de confundirlo para evitar una respuesta directa, y lo maldijo para ser perseguido por el hombre por siempre. 
En un árbol encontró luego a Wamani, el halcón. El cauteloso halcón, no quiso contrariar a un dios, y le dijo que efectivamente, estaban cerca y que se apurara para alcanzarlos. Como esa era la respuesta que Cuniraya deseaba escuchar, recibió la bendición del dios, tendría mucha suerte y podría comer los deliciosos picaflores. 
Cuando ya el río se ensanchaba antes de llegar al mar, y los árboles eran reemplazados por cañaverales, encontró a los Uritu, los papagayos, y preguntó nuevamente. Los papagayos respondieron apresuradamente que la diosa y su hijo ya estaban en la playa, que ya no había forma de alcanzarlos. Al oír esto, Cuniraya se enfureció, y maldijo a los papagayos, para que no gocen de tranquilidad al alimentarse, ya que hablarían siempre a los gritos, tal como le habían respondido. Mientras tanto, Cahuillaca ya estaba en la playa, furiosa aún con el padre de su hijo. 

Aunque una diosa de la tierra tiene prohibido ingresar al mar, ella entró sin vacilar, huyendo de lo que creía era su deshonra. El mar convirtió a la madre y al hijo en roca, formando la isla grande Cahuillaca y la isla pequeña su hijo. Cuando Cuniraya llegó a la orilla, ya era demasiado tarde. Lloró entonces por la pérdida de la amada y por su hijo, vagando por la playa y pensando en cómo obtener descendencia. 

Fue entonces cuando dos diosas, hijas de Pachacamac, acudieron ante su lamento. Cuniraya, recobrando su carácter de mujeriego, quiso aliviar su pena con ellas y obtener un hijo que reemplace al que había perdido. Las diosas, ofendidas ante el pedido, se transformaron en palomas y huyeron a donde estaba su madre. La madre Urpayhuachac, las acogió en su casa, en donde criaba en un estanque gran cantidad de peces. En ese tiempo el mar no tenía peces, y cuando los necesitaba, crecía hasta llegar al estanque de Urpayhuachac y tomaba los que necesitaba. Cuniraya, airado, rompió el estanque y todos los peces llenaron desde entonces el mar, donde están hasta hoy. Urpayhuachacc, enfurecida, persiguió a Cuniraya Wiracocha, quien huyó a las alturas de Huarochirí para no regresar.

4 comentarios:

  1. Qué historia más curiosa. Un beso

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  2. Bonita historia de cómo surgieron esas islas.

    La adulación y la mentira parece estar premiada.

    Saludo.

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  3. Vengo a devolverte la visita, no es que no la quiera es cortesía y otro dia traeré una tarta. Me gusta tu optimismo reflejado en "una más grande que la otra" otros hubieran antepuesto a la pequeña.
    He leído la historia que desconocía y siempre es bueno saber cosas nuevas. Abrazucos

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  4. Curiosa leyenda que desconocía totalmente. He leído que actualmente es el hábitat de numerosas especies de aves marinas.
    Un saludo

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