viernes, 6 de diciembre de 2019

El fin del mundo, sigo esperando


Ya se acaba otro año y el mundo todavía no se ha acabado. A estas alturas, ya me estoy impacientando, hasta cuándo creen que voy a estar esperando. Este año nos prometieron un asteroide, un calentamiento global y un ataque de misiles nucleares de Corea del Norte. Nada de esto han cumplido y por su culpa he tenido que entregar los informes en la fecha acordada, he tenido que seguir pagando las cuentas e incluso tuve que conservar mi empleo, así no se juega, señores.

No sé quién es el responsable de manejar este mundo, pero estoy pensando en presentarle una queja formal. A lo mejor esta chica Greta sabe algo sobre a quién reclamar, ella que tanto sabe plantarse ante los poderosos con esa cara de sincera indignación que tan poco vemos en los habitantes de países nórdicos. Le diré que los mayas se han escondido desde aquel fiasco del 2012, y que los testigos de Jehova ya se están quedando sin excusas.

Estos son los tiempos en que uno extraña a los soviéticos, que sí sabían amenazar al mundo con sus armas nucleares cuando prometían el fin del mundo para mañana a las 6 de la tarde, hora de Moscú. Esos eran los tiempos de cuando dice la leyenda que un altísimo funcionario, luego de una decepción amorosa, quiso oprimir el famoso botón rojo para acabar con el sufrimiento del mundo. Buscando otras opciones, los talibanes tampoco cooperan, ocupados en sus problemas domésticos, y los chinos sólo quieren conquistar al mundo, no acabarlo. Lo único que nos queda por ahora es la promesa del calentamiento global, que todavía está muy lenta, que al parecer todavía está lejos el día en que lo único que se podrá hacer en Aruba es el buceo y en que Donald Trump cumpla su sueño de comprar Groenlandia para construir hoteles de veraneo.

Con todo esto, parece mentira que todavía haya gente que mantiene la esperanza de que el mundo se acabe de una vez, con todas las veces que hemos tenido que decirles a las cucarachas que todavía no, que vamos a usar el planeta un año más. Todavía algunos no se preocupan si un supervillano se apodera del mundo, y hasta quieran reelegirlo, como pasa en Estados Unidos. Lo que pasa es que, al parecer nos están sometiendo a una muerte lenta que nos haga sufrir más, nada espectacular, para que la gente no se dé cuenta. Han empezado con una avanzada de reggaetoneros para ablandarnos el cerebro, luego nos asustan una enfermedad nueva cada año, y por último, nos ilusionan con un apocalipsis zombie.

Tal vez me equivoque, y el fin del mundo sí llegue mañana, pero llegado el momento, cuando ese meteorito gigante le atine a la tierra después de tantos intentos fallidos, nadie le va a prestar atención por estar mirando en el celular el último video viral. O por estar leyendo tonterías como esta.

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