martes, 15 de enero de 2019

Lucifer el bueno


Desde su trono en el lugar más profundo del infierno, Lucifer piensa. Las hordas infernales saben que en esos días, no conviene acercarse a él, porque sus pensamientos no son nada felices. El Diablo, como se sabe, nunca duerme, por eso de vez en cuando se sienta a meditar sobre su situación, y esto le pone de mal humor.

 Hace mucho tiempo, recuerda, cuando la eternidad era joven, Lucifer se rebeló contra el Creador. Todo poder absoluto es una tiranía, y toda tiranía es injusta ¿Cómo podía entonces Dios vanagloriarse de ser justo? Debía existir un reducto de incertidumbre, debía permitirse la existencia de la duda, que desemboca en la elección y en el libre albedrío, pues esta es la única forma en la que el bien y la justicia tienen algún significado. La perfección no tiene mérito cuando es planificada, se vuelve inútil como una balanza con el fiel atascado en el centro.

La rebelión buscaba, pues la verdadera justicia, no en Dios, sino dentro de su creación, en donde realmente tiene sentido. Y a pesar de ser derrotado, Lucifer pudo encontrar un lugar en donde no se apliquen las asfixiantes reglas de Dios, su incolora perfección. Y un lugar en donde no exista el inmovilismo del cielo, ese cielo que es igual desde el día en que fue creado, y que será igual el tiempo que dure, si acaso hasta el fin de la eternidad. Eso creía hasta ahora, hasta el primero de esos episodios en que Lucifer se sentó en su trono a pensar. En esa ocasión se preguntaba por qué un Dios todopoderoso permitió que la rebelión germinara, cómo pudo ser tan ciego para no ver cuando empezara, y sobre todo, por qué no condenó a la muerte a los conjurados, teniendo el poder no solo para hacerlo, sino para borrar todo recuerdo del hecho. Una rebelión demuestra con su sola existencia que la creación no es perfecta ¿Por qué permitir entonces que siga existiendo el infierno, recordatorio permanente de su fracaso?

Con el tiempo pudo llegar a la respuesta. Todo estaba planeado desde el principio. Para demostrar la perfección de su Universo, este debe ponerse a prueba, y esto se logra con una pequeña desviación a las reglas de la perfección. El resultado de esta pequeña imperfección genera otras imperfecciones, acumulando su efecto hasta que estas se hacen tan grandes que originan una crisis. Eso significa que él mismo, Lucifer, era esa imperfección que provocó la crisis que fue su rebelión. Al ser derrotado el Mal, Dios demostró la perfección de su Universo. Esta hipótesis explica también el porqué no fue eliminado de la existencia. La imperfección no puede ser eliminada del Universo, porque fue creada al mismo tiempo como regla inmutable. Si se deja que las imperfecciones se esparzan, se crearía al poco tiempo una crisis permanente que pondría en peligro a todo el Universo. El Mal entonces debe ser contenido, confinado para impedir su propagación. Eso es el Infierno. Es por eso que Lucifer se pone de tan mal humor cuando se sienta en su trono a pensar. Siempre llega a la conclusión de que todo lo que ha hecho es parte del plan divino para demostrar la perfección del Universo, que a pesar de todo lo que hace, continúa recibiendo órdenes de Dios.

 Todo esto no pasaría de ser un simple sofisma si no fuera porque lo que ocurre ahora sirve como demostración. Antes el propio Lucifer se solazaba en susurrar al hombre ideas que lo hacían apartarse del Orden y la Obediencia debidas al Creador. No había digresión que no haya sido inspirada por él. Incluso podía ver con satisfacción cómo el Mal era transmitido por los hombres como lecciones de vida a sus descendientes. Cada Mal se multiplicaba con cada generación de hombres. Con el tiempo ya no hacía falta mucha persuasión para convencer a los hombres, el Mal se había asentado firmemente en su alma, dispuesto a aparecer el momento más oportuno. Fue entonces cuando las almas condenadas al fuego comenzaron a revelar pecados en los que Lucifer no había pensado, y los que habían sido inspirados por él, llegaban más lejos de lo que hubiera imaginado, y se propagaban más rápido de lo que hubiera hecho él mismo. ¿Qué estaba pasando? Ahora el hombre no necesita al Demonio para atentar contra el orden divino. Si antes se sentía que hacía el trabajo sucio de Dios, ahora el hombre se está haciendo autosuficiente para ello. Así, pronto el Infierno y él mismo perderán su razón de ser. En algún momento se verá obligado a tomar una decisión drástica. Tendrá que abrir las puertas del Infierno y dejar salir a las almas condenadas. Esto causará el caos en la tierra y él volverá a ser útil como receptor de las almas indignas. El plan tiene un riesgo, sin embargo. Dios podría tratar de equilibrar la balanza liberando a su vez a las almas del Paraíso. Lucifer lanza un terrible alarido al darse cuenta que esta solución es exactamente la misma que ha previsto Dios y que ha comunicado al hombre como el fin del mundo. A pesar de todo lo que haga, sigue siendo un esclavo del Todopoderoso, siguiendo su plan al pie de la letra.

Lucifer se encuentra en la horrible posición de ser a pesar de todo, un ser bueno que obedece a Dios. Los demonios no pueden comprender cuando el amo del Infierno ordena a sus subordinados ayudar a los hombres a ser buenos para evitar el fin del mundo.

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