jueves, 15 de marzo de 2018

Las historias son como las quiere la gente




Eulios, quien vivía recorriendo pueblos para contar historias a cambio de monedas, me contó esta, que fue su verdadera historia, cuando enfermo ya, no esperaba vivir más allá de aquella noche, como en verdad sucedió:

En el tiempo en que yo era muy joven, casi un niño, peleé en la guerra contra los tesios. Tras la derrota, que fue muy dura, el ejército se desbandó y yo me encontré vagando por los caminos. No tenía intenciones de regresar a mi pueblo, pues no había logrado gloria en la guerra, ni obtuve distinción alguna por mi valor. Conocí en cambio, y fui amigo de Thelios, el de afilada espada, y quien realizó en aquella guerra tan grandes hazañas que su nombre me sirvió de salvoconducto cuando llegaba a un pueblo. La fama de Thelios ya se había esparcido y empecé a contar historias de nuestro tiempo juntos a cambio de comida y lecho en las posadas. 

Pero la gente no quería escuchar sobre nuestra amistad ni sobre su generosidad conmigo, sólo quería saber de sus hazañas y sobre cómo pudo seguir luchando a pesar de tener clavada una lanza. Cada vez más gente se reunía para escuchar mis relatos, pero no la parte en que compartimos, sólo su actuación en la batalla. Allí fue cuando me convertí en el narrador de la guerra de los tesios, cuando quité mi parte de la historia y solo narré la de Thelios. Pronto el rey de los acadios me llamó a su palacio para escuchar la historia. Traté entonces de contar mi historia lo más fielmente posible, pero el rey no se mostró entusiasmado. Solo al final me dijo, con tono de quien lo ordena: “En esa guerra estuvo también mi pariente Aligio, nárrame de sus hazañas”. Yo, que no conocí a Aligio más que de nombre en esa época, dudé un momento, temeroso de causar la furia del rey, hasta que de pronto empecé la nueva historia. Otros actos de bravura de esa guerra conté, atribuyéndolos a Aligio, con lo que el rey se mostró satisfecho y me dio albergue y varias monedas de oro, a cambio de repetir la historia las noches siguientes.

Cuando volví a recorrer los caminos, ya mi fama se había difundido. Cuando llegaba a un pueblo, la gente se reunía para escuchar la historia. Pero cuando terminaba la historia de Thelios, me pedían también la de Aligio. Y cuando terminaba, me pedían más, me preguntaban lo que pasaba en el ejército de los tesios. Aunque solo conocí a los tesios como enemigos en batalla durante la guerra, poco a poco fui inventando historias basado en lo que me contaban otros soldados durante la marcha. Las hazañas de Thelios y Aligio también parecían a la gente cada vez menos interesantes, así que fui exagerando cada vez más su valentía.

Ahora Thelios y Aligio eran amigos, jefes del ejército que obtuvo una derrota honorable ante un enemigo digno. Aligio obtuvo en mi historia el lugar que había querido para mí mismo, a cambio de las monedas y la fama que recibía. Un día, en un palacio real, uno de los consejeros me dio una moneda para mencionar en la historia el nombre del padre del rey. En poco tiempo, tenía el nombre de los soldados del ejército y las historias de muchos otros héroes, todos a cambio de las monedas que recibía.

Con los años, yo mismo había olvidado ya lo que había pasado realmente en esa guerra. Thelios y Aligio eran reyes, hijos de dioses en las historias que contaba ahora, el ejército estaba lleno de héroes que realizaban cada uno sus propios prodigios, y la guerra había sido larga y fue ganada gracias a la intervención de los dioses. Los tesios eran también ahora un país maravilloso que contaba con héroes y gigantes en sus filas, además de animales acorazados como no se han visto antes o después.

Hoy, que la gente va a los templos de Thelios y de Aligio a pedir su ayuda, que los ejércitos invocan sus nombres y los de otros héroes que yo inventé antes de salir a la batalla, y que la historia escrita en rapsodias de sus hazañas es leída en todos los palacios, quiero que sepas la verdad. Es el pueblo el que elige a sus héroes, y la verdad no importa si la historia gusta a la gente.

Así murió Eulios, el famoso contador de historias. No pienso divulgar la verdadera historia de la guerra de los tesios, nadie la creería. Muchos pueblos aseguran que sus antepasados fueron héroes en aquella guerra que en realidad fue una sola batalla, y no aceptarán la verdad. Por eso estoy escribiendo esta tablilla de arcilla, con la esperanza de que sea encontrada algún día, cuando incluso nuestros dioses no sean más que cenizas. Tal vez entonces alguien la encuentre y se sepa lo que ocurrió realmente.

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