viernes, 18 de septiembre de 2009

El día que Superman fue vencido


Definitivamente, ese no fue un buen día. En la mañana, recibió la noticia de que el congreso se había negado a declarar a la Kryptonita como sustancia controlada, luego, Lex Luthor lo atacó con su nueva arma, un gas vomitivo con una concentración tan pequeña que solamente afectaba a su super-olfato. A duras penas pudo vencer, pero fue obligado a quedarse a limpiar las calles después de la lucha. Y ahora esto. Tener que tragarse su orgullo de Superman y presentarse como Clark Kent en esa oficina, agradeciendo que al fin le dieran una cita.

Mientras espera en el recibo a ser llamado, piensa en cómo se parece esta oficina a la de Lex Luthor. La misma aséptica elegancia, la amplitud atemorizante y la belleza de la secretaria. Debe ser porque todos los ricos se parecen – piensa al entrar por la puerta de finísimo cedro y ver al poderoso CEO sentado en su enorme escritorio. No parece muy complacido por la visita, y hace una seña casi imperceptible para indicarle que tome asiento, mientras revisa atentamente un legajo de documentos.

- Buenas tardes, Señor… Kent, ¿Verdad?
Clark no esperaba la frialdad de esta recepción. Por un momento piensa en seguir el juego, pero sopesa la importancia de lo que tiene que decir y decide descubrirse.
- Pero, ¿No sabes quién soy? Soy…
- Según este expediente, es usted Clark Kent, reportero del diario “El Planeta”, de Metrópolis, donde trabaja desde hace años sin ascender, e incluso ha estado a punto de perder varias veces su trabajo debido a sus constantes ausencias ¿No es verdad?
Esta respuesta lo desarmó. Clark decidió, sin embargo, hacer un nuevo intento.

- Vamos, tú sabes cómo es esto, somos amigos, nos conocemos desde hace mucho…
- Señor Kent, mis amistades no incluyen periodistas de bajo nivel, además, yo no le he dado permiso para tratarme de tú. Ahora, por favor le suplico me indique el motivo de su visita…


Clark fijó una penetrante mirada en los ojos de su interlocutor. No había rastro de burla en su mirada, y la fijeza con que le respondió la mirada dejaba a las claras de que no le temía en lo absoluto. Clark se sintió por primera vez desvalido. Este era un tipo de lucha para el que nunca había sido preparado. Lo único que le quedaba era rendirse y someterse a las reglas de su poderoso adversario.

- Vengo a visitarlo, señor, porque mi situación económica no me permite por el momento asumir mis obligaciones con el banco, y he recibido un aviso de embargo por mi departamento, y me atreví a pensar que, habiendo sido compañeros anteriormente, tal vez podría…
- Prestarle los 35.450 dólares que debe al Citibank ¿verdad? – Interrumpió el CEO – Y supongo, señor Kent, que tiene alguna garantía que ofrecer a cambio… Podría ser la granja en Smallville que heredó de su padre, aunque esta también está hipotecada al Chase Manhattan por 72,320 dólares ¿Estoy en lo cierto?


Clark de pronto comprendió todo. Habían descubierto su verdadero punto débil. Superman era poderoso, invencible, pero Clark Kent era un Don Nadie, un debilucho a merced de cualquiera con más dinero que él. Y ahora estaba atrapado en el cuerpo del insignificante periodista, sin poder ser Superman.
- Pero... yo soy Superman, todos me conocen, y saben que soy honrado… Te juro que te devolveré el dinero tan pronto pueda…
- Tal vez sea usted Superman, pero eso no le exime de la presentación de un colateral como garantía, y los intereses correspondientes. Yo no dirijo una beneficencia, señor Kent, y la honradez en estos tiempos no es sinónimo de pronto pago…
- ¡Por favor! ¡Mírame, soy Superman! – Dijo Clark sacándose los anteojos - ¿No me vas a ayudar?
- No tenga usted el mal gusto de empezar a quitarse la ropa en esta oficina, se lo advierto, o llamaré a seguridad… Y si no tiene algo más importante, le ruego por favor se retire, soy un hombre muy ocupado …
- Pero de verdad tienes que ayudarme, la crisis inmobiliaria me ha dejado muy mal… Voy a perder mi apartamento, y la granja de mi madre… ¡Tienes que ayudarme!
- ¿Seguridad? Por favor, acompañen al Señor Kent a la salida…


El poderoso Superman, el invencible, el todopoderoso, se vió acompañado de dos fornidos guardias hasta la calle, sin poder evitarlo, mientras Bruce Wayne esbozaba una sonrisa en la soledad de su amplia oficina…

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