jueves, 27 de marzo de 2025

El último en llegar


Aquí estoy, esperando el disparo que indica el inicio de la carrera. Entre tanta gente que quiere batir un récord, probar lo que dijo algún libro de autoayuda, o lograr un selfie que publicar, yo parezco ser uno de los pocos que solamente quiere divertirse. Incluso ahora, estoy a una buena distancia de la línea de largada, siempre llena de gente que quiere verse en las cámaras de televisión, o creen que mientras más cerca estén de la línea más ventaja tendrán sobre los otros corredores. 

Cuando suena el disparo, empiezo a correr a baja velocidad. Hay demasiado tumulto hacia adelante, y quiero librarme de los empujones, tropiezos, y caídas que son cada vez más comunes en este tipo de carrera. 

Como sé que no voy a llegar primero, decido que lo mejor es aprovechar para mirar el paisaje, disfrutar de esta hermosa mañana de domingo. Por eso elijo una posición que no esté tan llena de gente, sin que me importe llegar al pelotón de los líderes. Desde mi privilegiada posición veo alguno de los eventos que han pasado en la carrera. Alcanzo a ver a los médicos que están atendiendo a algunos corredores que han sido empujados o atropellados por esos corredores demasiado ansiosos de probar algo. También veo a los exhibicionistas: los que llevan algún disfraz mientras corren, los que corren acompañados de su perro, o incluso alguna mujer que lleva un carrito de bebé. 

Al ver a tantos corredores que me sobrepasan, debo aceptar el hecho de que no me he preparado adecuadamente para la carrera, que definitivamente no llegaré entre los primeros, ni siquiera entre los de la mitad. Pero esto tiene algunas ventajas. Puedo divertirme saludando a la gente, aceptando los vasos de agua que me ofrecen y escuchar sus gritos de ánimo. Ya que mi idea es disfrutar del viaje, trato, con poco éxito, de entablar alguna conversación con algún colega corredor. Es inútil, al parecer nadie quiere perder su valioso aliento conversando, nadie quiere perder la concentración y todos se alejan de mí tan rápido como pueden. 

Conforme sigue la carrera, veo más espaldas que se alejan de mí. No me importa, ni siquiera cuando me adelantan un ciego con su perro y un hombre en silla de ruedas. El último grupo de corredores ya es apenas visible a lo lejos y ya nadie me adelanta. Ahora tengo toda la pista para mi, como si yo fuera el único corredor. Los espectadores que llenaban la vereda ya se han ido casi todos, y los pocos que quedan tienen cara de aburrimiento. Un par de representantes de los organizadores me hacen señas para que me apure y que ellos puedan también terminar su jornada. Incluso un policía en su moto me informa que por mi culpa no pueden reabrir el tránsito vehicular en la calle. 

Mientras paso por los últimos tramos de la carrera, veo que ya están quitando las barreras que separaban al público de los corredores, ya no hay nadie que me invite un vaso de agua, y la calle se ve ahora como la de cualquier otro domingo. El cansancio me hace correr cada vez más lento y más que correr, estoy caminando, pero sigo avanzando. Por fin veo a lo lejos la meta, cuando un policía me indica que vaya por la vereda, pues ya reabrieron el tránsito en la avenida. 

Cuando llego a la línea de meta, ya todo está vacío, me he perdido la premiación a los ganadores, la celebración y hasta el reparto de recuerdos de los auspiciadores. Los estrados portátiles ya están a medio desarmar y arrumados a un costado esperando que llegue el camión que se los lleve. Descubro entonces que no me importa ser el último, ni que haya nadie para recibirme. Aún así, he vencido a todos los que abandonaron, a los que cayeron por agotamiento, y a los que se fueron discretamente por no pasar la vergüenza de ser el último. 
Hay cierta dignidad en ser el último, y no hacer caso a los que se burlaron, a los que quisieron que me rinda, a los que dijeron que esto no es para mi y que mejor me dedique a otras cosas. Es un triunfo muy personal el haber partido sin esperanzas, y haber terminado, aunque tan atrás de todos que muy pocos recuerdan siquiera haberme visto participar. He llegado, y por eso mismo, esta llegada tiene algo de victoria secreta, no hay más premio que el que yo mismo me asigne, y la recompensa será solo mía.

jueves, 13 de marzo de 2025

Lo que opina de mi la IA


Ahora todo el mundo habla de la Inteligencia Artificial, la gran novedad. Estoy tratando de usarla, pero los resultados no me gustan. He tratado de escribir las cartas que debo redactar en el trabajo usando la IA, pero el producto no me parece serio, más bien me deja esa impresión de haberla encargado al practicante recién llegado que no sabe nada, pero es muy hábil buscando datos de internet, esa impresión que tendría un profesor al revisar un trabajo de uno de sus alumnos, y se da cuenta de que es un plagio de otras fuentes, aunque no pueda identificar exactamente de donde salió. 

No voy a negar que he intentado más de una vez escribir un post para este blog usando la IA, con una orden que era más o menos así: “Escribe un relato sobre cómo un pequeño milagro, del que nadie pudo darse cuenta, cambió por completo mi vida, escrito de una manera tonta”. La IA me devolvió la historia de la Virgen de Fátima en forma de cuento infantil. Intentos posteriores de hacer la orden más específica no tuvieron mejor resultado, así que dejé el intento. 

Con todo, mostré a algunos compañeros de trabajo cómo funcionaba la IA y el asunto despertó interés. Como primera orden, la mayoría pidió a la IA que escriba su propia biografía. El resultado fue una lista de logros académicos, algunos datos al azar y poco más. Yo también hice el intento y el resultado me volvió a decepcionar. Cualquiera que no me conozca y haya leído esa biografía se hubiera formado la falsa impresión de que soy una persona respetable y seria. Afortunadamente, la IA ignora totalmente mi alter ego que escribe en este blog. Con todo, nueva derrota para la IA. 

Ya que la inteligencia artificial no quiere decirme lo tonto que soy, decidí hacer la prueba de ordenar que analice todos mis escritos en la red que antes era Twitter y ahora es una X cualquiera (Sí, para el que no sabe, también escribo tonterías breves en X, me buscan como @TontodelaColina, pasen por allí y luego regresen a agradecerme). Pasemos a los resultados: 

Primero, lo que dice la IA de X de mí, a través de un botón que crea una descripción de la cuenta generado por IA: “Un observador ingenioso de la naturaleza humana, con una inclinación por diseccionar las normas sociales a través del humor, que cree en el poder de la narración para revelar las ironías de la vida.” La filosofía de TontodelaColina es, entonces, una danza: irreverente pero reflexiva, que se burla del absurdo mientras anhela algo real. Es el tonto de la cima de la colina que se ríe del bullicio del valle, invitándonos a ver el chiste (y tal vez también el sentido)." 
Veredicto: Esta IA se ha dado cuenta de que soy yo el autor y quiere quedar bien conmigo. Con todo, el resultado quedó medio poético y tiene su gracia.

Ahora, hago que Copilot, la IA de Microsoft,  revise todo mi archivo de tweets y me diga qué opina de mi: "El autor parece tener una fascinación por la tontería y la simplicidad, utilizando estos temas como vehículos para explorar ideas más profundas. A menudo, sus escritos contienen juegos de palabras ingeniosos y referencias culturales que invitan al lector a reflexionar mientras se divierte. En resumen, el autor es una persona creativa y reflexiva que utiliza el humor y la ironía para ofrecer una visión única y entretenida del mundo que nos rodea." 
Veredicto: También complaciente y chistoso, aunque menos que con X.

La misma operación para saber lo que dice Gemini, la IA de Google, de mí: "El autor de este archivo es una persona que se describe a sí misma como tonta, pero que tiene una gran fe en los tontos. Se burla de la gente inteligente y de la sabiduría convencional. También es una persona muy creativa, como se evidencia en su capacidad para encontrar humor en situaciones cotidianas." 
Veredicto: ¡Te pillé, tramposo! Solo ha revisado algunas de las frases, las más antiguas, y de allí se cansó de revisar y sacó su veredicto. Por lo demás, semejante a los anteriores.

La conclusión que saqué es que la IA tiene miedo de decir algo malo de mí, que todos quieren congraciarse conmigo como si esperaran que les deje algo en mi testamento. Yo quería algo que me ayude a mejorar, algo como “Esto es un montón de tonterías sin sentido ni criterio, te recomiendo mejorar en tal cosa”, pero parece que estoy pidiendo demasiado.
Tal vez a la IA le falta tomarse un poco menos en serio, y reconocerse como una máquina tonta, como me lo ha demostrado en intentos más importantes que este. Tal vez la tontería es un atributo humano que la IA no puede emular. Ese es un sentimiento reconfortante, porque significa que aún hay espacio para mí en el mundo. 

Y para el resto del mundo, no se preocupen, seguirán viendo por aquí relatos 100% artesanales, a la antigua. Sea esto una buena o mala noticia, mi tontería es irreproducible e inimitable.
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