jueves, 10 de octubre de 2024

Imposible



Es imposible, no se puede, no lo intentes, no lo lograrás, no servirán de nada las frases de autoayuda ni esa estampita de ese santo infalible. Si no se puede, no se puede, no hay más, no le demos más vueltas. Esta es la lección que aprendimos esta semana en la oficina. Ya sé que estoy contando la moraleja antes de la fábula, pero es solo para demostrar que hay cosas que creemos imposibles porque no lo hemos visto antes, y hay imposibles porque realmente no se pueden. Aquí la historia.

 A cualquiera, en el trabajo que sea, le han pedido lo imposible. Un cliente, por ejemplo, nos pidió un cohete a la luna que lleve a tres astronautas para que dibujen el logotipo de su empresa en la cara de la luna a tiempo para la campaña navideña. El jefe del departamento de ventas, que acaba de venir de un curso de esos que dicen que nada es imposible, y solo basta con desearlo, prometió que todo estaría listo en la fecha requerida. 
Ahora tenemos una tarea imposible de cumplir en un tiempo imposible. Pero igual empezamos, tal vez el jefe tiene razón y nosotros somos los equivocados creyendo que es imposible. Después de todo, el jefe está allí por algo, porque dicen que ya ha logrado otros imposibles antes, bajo la premisa de que nada es imposible si se lo encarga a otros. Lo primero es desarrollar el plan de trabajo. Cuando el jefe ve el pedido de recursos y el cronograma, da un salto. Es imposible, me dice con voz alterada. Por fin estamos de acuerdo en que este proyecto es imposible, empiezo a decirle, pero él me interrumpe. No, es imposible, no tenemos tanto tiempo, no podemos contratar a tanta gente, y estos equipos que pides son carísimos, tienes que reducir los recursos. Así, un nuevo nivel de imposible se suma al proyecto: un proyecto imposible, que hay que terminar en un plazo imposible y con muy pocos recursos. 

Con todo, continuamos la tarea con entusiasmo. A sugerencia del jefe, para evitar los costosos equipos, debemos hacer una labor de espionaje industrial para ver cómo lo hace la competencia. Con ese propósito enviamos nuestro ingeniero menos indispensable a ese sitio famoso por sus avistamientos de ovnis, para que se contacte con los aliens y robarles los secretos de sus motores espaciales. A sus argumentos de que es imposible, le refutamos diciendo que no existen imposibles, que todo está en la mente, y cosas por el estilo. Tal como esperábamos, pasó una semana y el ingeniero no regresó. El jefe, al enterarse, acusó de desleal al ingeniero perdido, y nos dio una charla sobre los trabajadores tan poco comprometidos que abandonan el proyecto al primer imposible. Ya estaba en reunión con el cliente para avisarle que el proyecto es imposible, cuando el ingeniero perdido apareció, explicando que los extraterrestres lo habían secuestrado y le habían hecho horribles experimentos, pero logró escapar, trayendo la información solicitada. Una vez descargada la información, el ingeniero fue despedido, porque una cosa es lograr lo imposible, pero lo que no se puede es contradecir al jefe y hacerlo quedar mal ante el cliente. 

Seguimos con el proyecto con tal dedicación que pareciera que en realidad vamos a lograr lo imposible, hasta que llega el representante del cliente pidiendo que el cohete que partirá a la luna debe ser no contaminante, porque su empresa quiere obtener su certificado de “eco amigable”. A estas alturas, ya estamos en modo “un imposible más, que importa”. Para lograr el cohete no contaminante que nos han pedido, tenemos que inventar el motor de antimateria. Trabajamos duramente, hasta que llega el jefe diciendo que, de acuerdo a la oficina central, tal motor es imposible. Nosotros, que ya habíamos hecho funcionar el motor, tenemos que desarmarlo por orden superior, no hay que contradecir al jefe. Reclamo entonces una reunión con el jefe para decirle la verdad desnuda. El jefe se muestra sorprendentemente comprensivo. Ya sé que todo esto es imposible, me dice, pero por favor, ténganlo listo para este fin de mes. 

Conforme el plazo de entrega se acerca, se hace más evidente que el proyecto era imposible, las licencias de importación del combustible para cohetes tarda demasiado, uno de los astronautas dio positivo en el control antidoping, y el cliente dice que el pago del adelanto todavía va a demorar un poco más. Lo único que nos queda en la oficina es rendirnos y hacernos los que estamos trabajando en cuanto se acerca el jefe. En ese momento es cuando se me ocurre una tontería, de esas que hacen pensar a las personas que nada es imposible, después de verme hacer tonterías imposibles. El día de entrega del proyecto, colocamos un enorme cartel frente a las oficinas del cliente, con una foto de la luna, adornada con el logo de la empresa.
El cliente queda satisfecho, el jefe mantiene la reputación de lograr lo imposible y nosotros nos quedamos pensando en que, intentando lo imposible, logramos cosas que no pensábamos.

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