lunes, 21 de noviembre de 2022

Leyendas peruanas: Achkay, la bruja



Dentro de las leyendas peruanas, hay algunas que se parecen a los cuentos europeos clásicos. Esta es la historia de la bruja Achkay, que se cuenta en la sierra de Ancash. 

En una ocasión, vivía en uno de los valles de Huaylas una pareja de esposos y sus dos pequeños hijos, que trabajaban la tierra. Estos niños eran muy traviesos y se hicieron amigos de los animales de la sierra, con los que jugaban mientras ayudaban a su padre. Pero vino una gran sequía que duró muchos años. La esposa del hombre murió en el primer año y los niños se pusieron muy flacos. Aun así, el hombre conservaba su tierra y la trabajaba lo mejor que podía. Esto despertó la codicia de una mujer malvada que enamoró al padre hasta casarse con él. 

Una noche, los niños se quejaron a la madrastra por el hambre que tenían, y ella les contestó muy molesta: “No hay nada, ya duérmanse”. Los niños obedecieron, pero la malvada mujer se quejó con su esposo: “Esos hijos tuyos son ociosos, no trabajan y solo comen, no quiero verlos, arrójalos al cerro” El hombre, que estaba embrujado por la mujer, le obedece, y coge a los niños dormidos y los pone en un costal y los arroja por el precipicio, tal como se lo habían pedido. 

Los niños cayeron un trecho, pero las plantas de la ladera, llenas de espinas, detuvieron la caída. Los niños despertaron al amanecer y se vieron atrapados en medio del abismo. Incapaces de hacer otra cosa, empezaron a gritar por ayuda. Un cóndor que sobrevolaba los cerros los vio y se acercó a ellos. “Tío cóndor, tú nos conoces, sácanos de aquí”, le dijeron. El cóndor los reconoció, y con sus fuertes garras, rompió el costal para permitir que los niños salgan y trepen sobre sus hombros, para luego emprender el vuelo. 

Así, con los niños montados, llega a un campo donde había muchas papas, cerca del pueblo de Chavín, y los deja allí. Los niños, contentos, empiezan a recoger papas para saciar su hambre, pero se dan cuenta de que no pueden cocinarlas sin fuego. Entonces vieron el humo que salía de un ranchito. la niña entonces dice “Yo iré a la choza para pedir fuego, aunque sea sólo para asar la papa”. No sabían los niños que esa era la casa en donde vivía la bruja Achkay y su hija Oronkay. 

Al ver a la niña, se le abrió el apetito a la bruja y pensó lo sabroso que sería comérsela. Pasa, le dijo - ¿Vienes sola? La niña le respondió que su hermano la estaba esperando afuera con las papas. La bruja pensó lo bueno que sería cocinar a los niños y dejar un poco para su hija. Le dijo: “Acá cocinaremos para que estemos bien. Trae a tu hermano. Por favor vengan con sus papas”. Los niños entraron a la casa y la vieja bruja les decía lo rico que iban a comer. 

Pero la bruja quería también comerse las papas de los niños, así que puso en la olla las papas y también unas piedras del río, que sirvió a los niños. Ellos trataron de pelar las papas sancochadas, pero no pudieron. Los niños dijeron “Estas papas están muy duras, no se pueden pelar”. La bruja cogía sus papas y les decía “pero sí se pueden, mira las mías”. Como ya era de noche, se fueron a dormir. "Voy a dormir con tu hermano en mi cuarto", dijo la bruja, y tú dormirás con mi hija en la otra habitación.

Cuando el niño se durmió, la bruja lo metió en una olla y encendió el fuego. El niño despertó y dijo: “Ay, qué calor”, la niña despertó y preguntó ¿Qué le haces a mi hermano, tía? La bruja respondió: “Estoy sacando las liendres de su cabeza”. Entonces por segunda vez se quejó el niño: “¡Ay qué calor!”. Otra vez la hermana pregunta a la vieja: “Tía ¿Qué le estás haciendo a mi hermano?”.”En la cabeza de tu hermano hay muchas liendres. Por eso se queja” - respondió. El niño ya no pudo quejarse de nuevo, porque la olla ya estaba hirviendo. La bruja inmediatamente se comió al niño, y cuando amaneció, ya había terminado. 

La olla todavía estaba caliente, así que la bruja pone más agua y le dice a su hija que meta a la niña a la olla. Pero en la cocina vivía una rana, que advirtió a la niña del peligro que corría. Oronkay, la hija de la bruja, le dice: “Qué lindo, qué bellas flores hay en esta olla, ven tú también para verlas”. La niña, prevenida, le responde “A ver tú primero”. Al acercarse la hija de la bruja, la niña la empujó adentro. Después de haberla empujado, la niña recogió los huesos de su hermano y huyó de la casa. Al rato, la bruja regresa, abre la olla y la carne ya está bien cocida. Muy contenta, la bruja empieza a comer. Cuando está satisfecha la bruja busca a su hija y no la encuentra. Llama y llama. De repente su hija le contestó desde dentro de su estómago. Dándose cuenta dijo: “¡Me hizo comer a mi propia hija!”. Grita llena de odio: “¡Dondequiera que te encuentre, me las vas a pagar!”. Y empezó a perseguir a la niña. 

La niña huyó al campo llevando los huesos de su hermano en un costal, y así llegó a donde un zorrillo escarbaba un hueco. La niña dijo al zorrillo: “Escóndeme Tío, en el hueco, por favor”. Al rato la bruja llegó y le preguntó al zorrillo: “zorrillo asqueroso ¿Has visto a mi hija?”. El zorrillo contestó: “No la he visto”. La vieja se enojó por la respuesta: “No sirves para nada”. El zorrillo, enojado, la orinó en sus ojos. Mientras la bruja se limpiaba y se quitaba el olor, la niña pudo escapar. 

La niña huyó todavía varios días, hasta que llegó a donde estaba el cóndor. La niña le contó al cóndor todo lo que le había sucedido, mostrándole los huesos de su hermano. “Tío cóndor, escóndeme debajo de tus alas”. El cóndor accede justo cuando llega la bruja, que le pregunta por la niña, a lo que el cóndor le responde que no la ha visto. La bruja no le cree y le dice: “Déjame buscar debajo de tus alas”. El cóndor acepta y dice: “Acércate para que veas! Cuando ella estaba a punto de levantar su ala, el cóndor le dio un aletazo, y la bruja cayó revolcándose en el suelo. Mientras tanto la niña salió y se fue corriendo. 

Después de viajar muchos días, la niña ya estaba muy cansada, y llega a la tierra de los kullkush, las tórtolas de la puna, a las que pidió ayuda para llevar los huesos de su hermano. Uno de estos pájaros se ofreció entonces para resucitar a su hermano, haciéndose entregar los huesos, que depositó en su cesta de mimbre. Obligado a ausentarse para ir en busca de semillas y granos, recomendó a la niña no abrir por ninguna razón la cesta para ver qué pasaba con los huesos. Mientras tanto, Achkay, siguiendo el rastro de la niña, llegó a su vez al territorio de los kullkush y, viéndola, lanzó un grito amenazador. La niña, desesperada pues no había vuelto aún la tórtola, destapó la cesta y vio con gran sorpresa que los huesos se habían transformado en el cuerpo de su hermano. Se sintió feliz, pero justo en el momento en que estaba cogiendo la mano del pequeño, éste se transformó en kashmi (perrito blanco). 

Seguida por este nuevo compañero, la niña huyó hacia el altiplano, donde encontró una vicuña con una cuerda de oro atada al cuello; a ella le contó todo, rogándole que le dejara la cuerda para subir al cielo. La vicuña le prestó la cuerda de oro y la niña, junto a su hermano, comenzó la subida. Cuando Achkay llegó donde la vicuña, vio a la niña subiendo por la cuerda, y pidió a la vicuña una cuerda para subir también ella. La vicuña le dio una cuerda de paja con un ukush (ratoncito) puesto en el extremo. Achkay lanzó la cuerda hacia arriba y empezó a subir alegremente, convencida de que la pequeña ya no tenía escapatoria. Cuando estaba a punto de alcanzarla le gritó: "¡Oye, desgraciada, pagarás por la muerte de mi hija con tu vida!". Pero al continuar la subida oyó el ruido emitido por el ratoncito, a quien preguntó: "Oye ratoncito, dime, ¿qué estás comiendo con tantas ganas?”. “Estoy masticando la kamcha (maíz tostado) dura de mi abuela", contestó. El ratón continuó royendo la fibra de la cuerda, hasta que ésta se rompió por el peso de Achkay, quien cayó dando un fuerte alarido. 

El cuerpo de Achkay se estrelló contra el monte Rakan Shapra, en la orilla izquierda del río Ouchka, cerca del Templo de Chavín. La sangre que salió del cuerpo de la vieja fue a parar a un lugar cercano llamado Wila-kota, que ahora es un pequeño lago en la orilla izquierda de dicho río. Los restos del cuerpo volaron en todas las direcciones; de ellos nacieron muchas pequeñas plantas silvestres y cultivadas que aún hoy crecen en la tierra de los Conchucos. De las piernas y de los brazos salieron los cactus (kashas), de las uñas las ciruelas, de los pelos las ortigas, de los ojos las patatas, de los dientes el maíz, y de los dedos la mashwa. 

La niña siguió subiendo por la cuerda de oro hasta que llegó al cielo con su hermano, en donde ella se convirtió en Apachi Ururi, la Estrella de la Mañana, mientras su hermano se convirtió en Achachi Ururi, la Estrella de la Noche, que desde entonces guían a los viajeros, pastores y agricultores.

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