martes, 27 de julio de 2021

Leyendas peruanas: Kon, el primer creador


Para celebrar el bicentenario del Perú como república independiente, comparto esta leyenda de la creación del mundo que los nativos contaron a los españoles cuando estos llegaron a las costas del Perú.

Al principio de los tiempos, solo existía la nada, hasta que llegó Kon, el primer creador. Aunque tenía forma humana, no tenía carne ni huesos, y se desplazaba volando. Kon tenía el don de la creación, y primero creó el cielo, la luna, las estrellas y la tierra. Así llegó a estas tierras, caminando con mucha ligereza desde el sur sobre la superficie del agua mientras creaba los peces. Llegó a la costa y con su palabra partió las montañas para que el agua llegue a los campos, creando valles que llenó de animales y árboles creados con su aliento mientras caminaba sobre la tierra. Creó también a los hombres para que aprovecharan todos los frutos, animales y peces que había ahora. Estos hombres nunca morían, y solo necesitaban recoger los frutos de la tierra y el mar para vivir, que eran muy abundantes. A cambio de todos estos dones, Kon pidió a los hombres que le ofrendaran y agradecieran. Hecho esto, partió al cielo, de donde regresaba una vez al año trayendo las lluvias que renovaban la tierra que había creado, y recogía entonces todas las ofrendas de los hombres. 

Al principio, los hombres se alegraban al verlo llegar con su máscara de felino y canastas llenas de frutos, pero poco a poco se llenaron de soberbia y decían que no lo necesitaban, y dejaron de presentarle ofrendas. Kon los amenazó, pero los hombres no hicieron caso, e incluso se burlaron de su apariencia, de su máscara de felino, sus enormes ojos y su falta de extremidades. Enfurecido, Kon dejó de traer las lluvias, con lo que los árboles se marchitaron y los animales murieron o abandonaron la tierra. Como los hombres eran inmortales, no podían morir y se aferraron a la poca agua que traían ahora los ríos, mientras toda la costa se convertía en desierto. Muchas penurias pasaban ahora los hombres para cosechar alimentos de los pocos árboles que quedaban, se asesinaban unos a otros por un puñado de pallares o por un pescado. Aterrados, pedían piedad a Kon, pero su corazón de dios se había endurecido por las ofensas recibidas y no les hizo caso. 

Fue entonces cuando llegó el dios Pachacamac caminando desde el norte, y vio que la tierra era ahora un lugar inhóspito después de haber sido tan fértil. Cuando encontró a Kon, le recriminó su conducta hacia los hombres, lo que ocasionó su furia. Ambos dioses empezaron una sangrienta lucha que estremeció la tierra y rompió el cielo, dejando caer el agua que Kon había dejado de traer por muchos años e inundando la tierra. Al final el triunfo le correspondió a Pachacamac, quien demostró ser el más poderoso de los dioses. Kon fue condenado al destierro eterno, y Pachacamac se dedicó a reconstruir todo, tal como correspondía a su título de “Reformador del mundo”. 

Los hombres creyeron que tendrían abundancia como antes, pero Pachacamac vio que la corrupción a la que había llegado la humanidad ya no tenía reparación. Destruyó las plantas que quedaban y convirtió a todos los hombres en monos, lagartos y zorros para que llenen los valles, y creó una nueva humanidad, con hombres más bellos e inteligentes, pero menos poderosos y sin el don de la inmortalidad, a los que ordenó poblar y trabajar la tierra en la costa y en la sierra, que estaba nueva y húmeda después del diluvio. Los ríos volvieron a traer suficiente agua para la agricultura y el mar se volvió a llenar de peces. 
Para que no olviden los dones entregados, Pachacamac ordenó al sol y a la luna que vigilen a la humanidad tanto de día como de noche, antes de irse. Los hombres, agradecidos, construyeron el templo y la ciudad de Pachacamac con el nombre de su creador. 

(Leyenda proveniente de la costa peruana, recogida tal como se contaba en Pachacamac, situada al sur de Lima, en el que era el centro religioso más importante del antiguo Perú.)

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