sábado, 7 de septiembre de 2019

Energía negativa


Esta mañana, en la oficina, alguien mencionó que había mucha “energía negativa”. Yo, ocupado como siempre en todos los problemas que aparecen en el proyecto, creí que se refería al desempeño de nuestro proveedor de grupos electrógenos o al suministro eléctrico. Nuestros análisis de demanda de energía ya están revisados, contesté, tenemos la energía suficiente. En ese momento noté varias miradas desaprobatorias a mi alrededor. Al parecer no todos estaban de acuerdo con mi análisis técnico. Aún así, revisé rápidamente las especificaciones del contrato de suministro de energía, y encontré que, en efecto, no había indicación alguna sobre si la energía contratada debía ser positiva o negativa.

Una de las asistentes se atrevió a sacarme de mi confusión para que deje de decir tonterías (tarea inútil, como se sabe) y me explicó que se referían a que el stress ocasiona el incremento de las malas vibras dentro de la oficina, y por eso el mal humor y las discusiones frecuentes. La explicación fue iluminadora, y me hizo darme cuenta que, ya que la energía es la capacidad de generar movimiento, y el mal humor y la mala voluntad son el motor de las personas malvadas, es lógico que tales personas se muevan impulsadas por la energía negativa. Al ver a una de ellas caminar era fácil notar qué tipo de energía la impulsaba. Y no solo eso, sino que debía tener una conexión defectuosa, pues tenía una fuga de energía negativa que irradiaba a toda la oficina. Esta energía afectaba sin duda también a los artefactos eléctricos, pues recordé que ella era la que se quejaba hace poco a voz en cuello de los desperfectos de su computadora. Con semejante fuga de energía debería haberse quedado sin batería hace media mañana, si no fuera por la gran reserva que tiene en la barriga, que como sabemos, es donde se acumula la energía que no se utiliza.

Me pregunté entonces si mi laptop funciona con energía positiva o negativa. En la etiqueta no tiene ninguna indicación, pero debe tener alguna influencia, no puede haber otra explicación al hecho de que su reloj avanza más rápido a la hora del almuerzo y más lento pasada la tarde y antes de la hora de salida. Deben ser interferencias ocasionadas por la energía negativa. Aquí fue cuando me empecé a preocupar por el tipo de energía que estamos contratando para el proyecto. ¿Nos están dando energía negativa, que es más abundante, o energía positiva, que es más amigable con el medio ambiente? Llamé al ingeniero a cargo para hacerle esta importante pregunta, pero creo que no entendió la gravedad del asunto, porque me respondió malhumorado que no tenía tiempo para esas tonterías. La energía negativa lo ha invadido a él también, descubrí aterrado. Decidí intentar con el representante comercial. Resultó ser un tipo más abierto a las consultas de los clientes, me dió primero una lista de todos los números del suministro: 220 voltios, 60 amperios, 60 ciclos. Cuando llegué a la pregunta de la polaridad de la energía, se detuvo un momento para pensar, y luego me respondió en un tono más juguetón, que ellos proveen energía alterna, así que la suma es cero, ni positiva ni negativa, con la adición de que ellos tienen filtros en los equipos que desvían la energía negativa mediante cables hacia los pozos de tierra. No tiene de qué preocuparse, ingeniero, me dijo con una voz entrecortada por la risa.

Me sentí más aliviado con la respuesta, pero aún quedaba el problema de cómo solucionar el exceso de energía negativa en la oficina. Buscando en los catálogos técnicos de nuestros proveedores descubrí que todavía no se ha inventado motor o batería que pueda aprovechar la energía negativa, lo cual es una pena, porque me dicen hay por allí algunos que pueden iluminar todo el edificio con la energía que van repartiendo.
De pronto caí en la cuenta de que el representante técnico ya me había dado la respuesta: ¡Todo era cuestión de poner un cable a tierra! Fui con un cable de cobre hacia esa persona que, según todos en la oficina, es el principal generador de energía negativa en la empresa, y le pregunté en dónde podía enchufárselo para conectarlo al circuito de tierra. No me mintieron en cuanto a la cantidad de energía negativa que tenía, porque un poco de lo que tenía fue suficiente para cargarme de improperios, arrojarme multitud de implementos de oficina y mencionar a toda mi familia, y todavía le quedó bastante para repartir a quien se le acerque durante el resto del día. Es una lástima, porque lo único que me queda es ponerle un cartel de advertencia de peligro, alta energía negativa.

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