- Pasa, siéntate. Juguemos a los dados.
- ¿No estarás ocupado?
- No, tenía una reunión de gerencia con las huestes angelicales pero puedo dejarla para más tarde…
- ¿No será mucho problema después?
- Yo lo sé todo y estoy en todas partes ¿Qué podrían informarme que no supiera?
- Juguemos, pues… Pero... ¿No deberíamos apostar algo?
- ¿Como qué? ¿Qué puedes apostar que yo no tenga? O mejor dicho ¿Qué puedes apostar que yo no te haya dado?
- Tienes razón... Buen tiro, oye… Ahora me toca a mí… ¡Vaya, ganaste…! Eres bueno en esto…
- Cuando uno es inmortal aprende ciertas cosas, tú sabes…
- Ahora que estamos en esto… ¿Cómo es eso que decía Einstein, que tú no jugabas a los dados?
- Yo, eso de la teoría de la relatividad no la entiendo muy bien tampoco… Medio loquito ese Albert, pero es buen tipo… Vaya, buen tiro, tres ases, vamos a ver si te puedo superar.
- ¡Cinco ases, no lo puedo creer! ¡Estás inspirado hoy día!
- ¿Creías que lo de la inspiración divina era cuento? No me conoces…
- ¿No me estarás haciendo trampa?
- ¿Cómo se te ocurre? Yo soy justo, el tramposo es el del piso de abajo…
- Disculpa, disculpa… Es que tú puedes manejar las probabilidades y esas cosas…
- Yo hice las leyes del universo, que no es lo mismo, y las tengo que cumplir ¿O crees que no voy a obedecer mis propias reglas?
- Está bien, no te enojes… No vayas a condenar a la humanidad por mi culpa o algo…
- No te preocupes, todavía tenemos algunas cosas que hacer… a propósito, todavía me debes algunos favores que te he hecho…
- ¿Disculpa?
- Como todo humano, cuando te va bien en la vida es por tu esfuerzo, y si te va mal, la culpa es mía ¿No? Vamos, tú sabes que te he estado ayudando…
- Está bien, tienes razón ¿Qué quieres que haga por ti? Aprovecha que me están saliendo bien estos tiros y ahora sí estoy de racha...
- Hay algunos que me rezan, son buenos y necesitan que los ayudes, te voy a dar la lista…
- No es que me niegue, pero… ¿No lo puedes hacer tú? Tú eres el Todopoderoso aquí…
- ¿No entiendes? Así trabajo yo, haciendo que la gente se ayude unos a otros… Imagínate que fácil sería creer en Dios si ando repartiendo milagros a diestra y siniestra, no tendría mérito ¿Verdad?
- La verdad que sí… Cuando tienes razón, tienes razón… ¡Oye, que buen tiro me salió, mira! ¡Seis ases! ¡Aquí sí que no me gana ni Dios, disculpando lo presente!
- Sí, de verdad tienes suerte… Lo dejamos ahí entonces… Ha sido un gusto jugar contigo un rato… Y ya sabes, pórtate bien…
Al llegar a mi casa, comienzo a hacer las tareas que me ha encomendado Dios, empezando por una carta al Instituto Internacional de Física:
“Estimados Señores: no es cierto que Dios no juega a los dados…”