Esta es, niños del mundo, una historia
verdadera que ocurrió en mi país hace ya muchos años. Yo era niño entonces,
pero me acuerdo bien de esa época en que se prohibió a Papa Noel. En ese tiempo
mis preocupaciones eran sobre todo jugar con mis hermanos y estudiar las
primeras clases de primaria. También leía mucho, todo lo que caía en mis manos.
Así fue que en diciembre uno de los avisos navideños que empezaba a poblar los
diarios, indicaba que ya no había Papa Noel. La verdad es que en ese momento no
me preocupó tanto, en mi casa los regalos los traía el Niño Dios, a otros se
los traían lo Reyes Magos no en Navidad, sino el 6 de enero. No desconocía, sin
embargo, la historia de Papa Noel. A pesar de la prohibición, en la televisión
expropiada por el gobierno emitían todavía la historia de Rodolfo, el reno de
la nariz roja, la película del Milagro en la Calle 34, además de una versión
del Principito con marionetas que me gustaba mucho ver. Pero quedó la
curiosidad del por qué ya no había Papa Noel. Creo que fue mi padre quien me
explicó que era una orden del gobierno. El hecho quedó registrado sin demasiados detalles (había una fuerte censura periodística) en una popular revista de la época que se compraba en mi casa y que reproduzco aquí.
En ese tiempo vivíamos bajo el Gobierno
de la Junta Revolucionaria de las Fuerzas Armadas que ya había prohibido a
Supermán, al Pato Donald, a Condorito, a Corín Tellado y a otros representantes
del imperialismo que contaminaban la mente de los peruanos. Aún desde mi corta
edad, consideraba eso como una tontería. Y ahora prohibían la entrada al país
de Papa Noel. Tal vez un venerable anciano que trae regalos a los niños pobres
que se han portado bien era una idea demasiado revolucionaria para los
defensores de la pureza ideológica izquierdista, que nos llenaban de imágenes
de un Tupac Amaru disfrazado del viejito que salía en las bolsas de avena
Quaker.
Yo me imaginaba a las fuerzas
armadas en estado de alerta vigilando las fronteras y con orden de disparar a
cualquier trineo con renos voladores que tratara de entrar a nuestro país. Los
aviones partirían de las bases aéreas con los radares programados para detectar
viejitos gordos violando nuestro espacio aéreo. Mientras tanto, en tierra, la
policía buscaba a los cómplices de la banda internacional de los Papa Noeles,
reconocibles por el traje rojo y una bolsa llena de juguetes cargados con
ideología norteamericana. Recuerdo que una tienda trató de burlar la
prohibición disfrazando a Papa Noel con poncho y un chullo rojo, y llamándolo
Taita Noel, pero la idea no funcionó y los censores detectores de penetraciones
imperialistas los prohibieron también. Papa Noel se convertiría entonces en un
movimiento clandestino dedicado a dar regalos a quienes lo merecían.
Los padres
instruirían a sus hijos: “Si te preguntan por ese juguete, diles que lo
compraron tus padres, pero tú ya sabes de quién es”. La contraseña secreta de
frotarse la nariz con el dedo era la señal acordada de un juguete traído por
uno de los activistas de la rebelión subterránea de los Papa Noeles.
La prohibición no serviría de nada, porque la
Navidad pertenece a los niños, y los niños no saben de política, ni de
imperialismo, y el color rojo del comunismo se confunde con el color del traje
de Papa Noel.
La prohibición duró pocos años. La Junta
Revolucionaria Segunda Fase se declaró incapaz de implantar el socialismo y de
resolver los problemas del país y declaró el regreso de la democracia. Con el
nuevo gobierno regresaron Supermán, el Pato Donald, Condorito y todos aquellos que
fueran expulsados esa vez. También regresó Papa Noel, más gordo, más barbudo y
más jojojó que nunca, ahora con un nuevo nombre, se hacía llamar Santa Claus y
hablaba con acento extranjero. Desde entonces no es raro encontrarlo en la
puerta de las tiendas, sentado en un sillón e invitando a los niños a tomarse
una foto con él y entregando a los padres volantes con las ofertas de las
grandes tiendas de departamentos.
Ahora, viendo la comercialización salvaje y a la gente que compra regalos inútiles que anuncia la televisión, todo ello con Santa Claus como excusa, me pregunto si no habrán tenido algo de razón los que trataron de prohibir a Papa Noel. No era la forma, pero la idea tal vez no estaba tan mal. Ya los niños no esperan regalos del Niño Dios, ni de los Reyes Magos, y los juguetes ya no son de madera. Tal vez ya mi niñez ha quedado demasiado atrás.