Llega diciembre, llega el calorcito y llega
también la temporada del amigo secreto en la oficina. En realidad no soy muy
experimentado en el tema, pues no he trabajado tanto tiempo en una oficina, y
aun hoy el proyecto en el que me encuentro llena apenas los requisitos
indispensables para que a las mujeres que aquí laboran se les ocurra organizar
este juego. Cuando me proponen apuntarme, asiento sin demasiadas ganas. Tengo
que dar el ejemplo al personal de mi área, y a la vez recuerdo que las veces
anteriores no he tenido demasiada suerte, como en todo. Hace poco revisaba una
página web que listaba “lo que no se debe regalar al amigo secreto” y fui
marcando en la lista: “Este ya me lo regalaron, este sí, este también, este es
el del año pasado…”
A pesar de todo, si ya me he comprometido, debo
poner empeño en el asunto, que no quiero que se diga de mí lo que yo pienso de otros
que más bien parecieran enemigos públicos antes que amigos secretos.
Repasemos entonces las reglas del juego del
amigo secreto. La organizadora del juego elige, por un sorteo que no llegué a
ver, quién se empareja con quién para el intercambio de regalos. Yo rezo para
que no me pase lo de esa vez que me tocó justo a la más insoportable de la
oficina y le tuve poner mi mejor fingida cara y un beso y felicitación que me
hubieran merecido el Oscar si se supiera lo lejos que estaban de mi verdadero
sentir. Este año la lista se está guardando en un lugar secreto y se verificará
el día de intercambio de regalos, en un intento de evitar el mercado negro de
amigos secretos de otras ocasiones. Mis intentos por hackear la computadora de
la organizadora son infructuosos. Ella le ha dado la lista impresa a uno de sus
asistentes, practicante de una secta de esas que amenazan con el fuego eterno
cualquier infidencia.
La siguiente regla es dejar pequeños regalos
al amigo secreto con una pista de la identidad de la persona que regala. La
agraciada con el invaluable don de mi secreta amistad es una de las
practicantes de otra de las áreas del proyecto. Establecido el objetivo, establezco un plan de acción. Le dejaré algunos dulces en su lugar de trabajo
con una nota en verso que le dará algunas pistas de mi identidad. El problema
es que al ser practicante, su lugar de trabajo es compartido con otros
practicantes que dan cuenta rápidamente de los dulces y botan el mensaje a la
basura sin leerlo.
Después de tres días alimentando a los aprovechadores de su
oficina, decido cambiar de estrategia. Entro a un sitio de internet que me
permite enviar emails anónimos y empiezo a mandarle mensajes firmados como “Tu
amigo secreto”. El método me parece original y romántico, pero ella tiene otra
idea. Denuncia a la gerencia que “alguien del área de sistemas” la está
acosando y stalkeando. Decido suspender la iniciativa antes que uno de los
hackers de sistemas me descubra.
Afortunadamente, en vista de este y otros
despropósitos cometidos por otros tontos que quieren ser originales, la
organizadora ha decidido simplificar las cosas y ha habilitado una pizarra en
donde cada jugador coloca los regalos que desea recibir de su amigo secreto.
Aprovecho para colocar mi tarjeta amenazando de muerte al que se atreva a
regalarme otra vez ropa interior, un desodorante o un imán de refrigerador.
Muchos de los miembros del proyecto colocan sus tarjetitas pidiendo carteras,
mochilas, viajes al exterior y cosas de esas, pero la tarjeta de mi amiga
secreta brilla por su ausencia.
Empiezo a sentir algo de ternura por ella, al
verla tan joven y tan tonta. Es mi debilidad cuando descubro a otros tontos que
circulan por el mundo. Tendré que adivinar el mejor regalo para ella.
La tercera regla es comprar un bonito regalo y
entregarlo el día del intercambio. El secreto de un buen regalo es conocer el
público objetivo, así que se inicia la fase del seguimiento discreto. Soy bueno
en esto, la he observado dos días sin que ella se dé cuenta, observando sus
torpezas y desaciertos en el trabajo. Me queda la sospecha de que ella ser debe tener una doble vida como superheroína o agente secreto, nadie puede seer tan torpe. Quizás sea un buen regalo una brújula
para que no se pierda con tanta frecuencia, un casco contra los golpes de la
vida o un libro de esos para dummies, cualquiera, que le será de provecho.
Entro además en su Facebook con el sentimiento de que las acusaciones de
stalkeo no están tan descaminadas, pero es por una buena causa. El análisis de
su actividad en las redes sociales no me arroja muchos datos ¿Qué clase de
chica de su edad no publica en su Facebook sus gustos, no dice siquiera si
tiene mascota o familia? La mayoría de sus fotos son de su comida, como si
quisiera llevar la cuenta de todo lo que ha comido en su vida, que dicho sea de
paso tampoco es tan buena referencia, ya que come al igual que yo en el comedor
de la empresa. Al menos, por las fotos en que sale con su enamorado, puedo
concluir que se conforma con poco, así que buscar un regalo para ella será cosa
fácil.
En la ciudad, buscando un regalo, lo primero
que veo es el perfume de Shakira, que me parece bastante apropiado; las dos son
del mismo tamaño y las dos son igual de gorditas. Me la imagino bailando de
felicidad al ritmo del Waka Waka cuando caigo en la cuenta de que es lo mismo
que regalé a las amigas secretas los últimos dos años. Debo buscar otra cosa,
pienso cuando veo las carteras y se me ocurre que sería una buena idea, hasta
que veo avergonzado cómo me mira el público al probarme las carteras frente al
espejo. Trato de explicarle a la cajera que es para el juego del amigo secreto,
y ella sonríe compasiva y me explica que el autoservicio tiene este año una
sección de regalos para el amigo secreto. Vaya, alguien me facilita el trabajo,
pienso. El alivio dura poco. Cuando llego descubro que en esta sección la
tienda ha colocado los productos con menos salida de toda la tienda. Yo no voy
a regalar un champú de camote, ni un portarretratos de los Teletubbies, no puedo
caer tan bajo. Al final me decido por un peluche coquetón y salgo feliz de
haber dado en el clavo por otro año.
La última regla es entregar el regalo personalmente el día de intercambio de
regalos, hay que hacer un pequeño discursito de lo buena gente que es mi amiga
secreta, abracito y besito en el punto exacto que indique a los demás que es
más que una amiga, pero que no lleve a los testigos a pensar que es algo más
que una amiga. Como dije antes, soy bueno en esto, y el momento me sale casi
sincero. Ella también puso de su parte y le creí toda su alegría. He triunfado
otra vez en esto del amigo secreto y salgo con el regalo que me dio a su vez mi
amigo secreto. ¿Y cuál fue el regalo que me dio este amigo secreto? Justamente
el que me faltaba en la lista de “lo que no se debe regalar al amigo secreto”.