Recuerdo como uno
de los más antiguos recuerdos de mi niñez, un libro enorme y amarillento, en lo
más alto de un estante de mi casa. Mucha insistencia requirió lograr el permiso
paterno para bajar ese libro y ver sus letras desvencijadas en sus páginas con
olor venerable. No recuerdo haber pasado más de un par de decenas de sus
páginas antes de abandonarlo, desconcertado con una historia donde un personaje
narra un cuento en el que a su vez uno de los personajes narra su historia que
contiene un cuento narrado por su protagonista. A mi corta edad, no estaba
preparado todavía para una lectura como la Las Mil y Una Noches. Muchos años
después, habiendo ya conocido a Borges y a Brecht, estaba dispuesto a emprender
la aventura hasta el final, pero no pude encontrar el libro. Muchas mudanzas,
arreglos de mobiliario y préstamos habían vuelto al libro inubicable. En ese
entonces me enteré también que el libro era una especie de propiedad familiar
que había ido pasando de casa en casa de la familia de mi padre desde nadie
recordaba cuándo. Jamás supe dónde quedó, ni nadie volvió a reconocer la
posesión del libro.
Con los años pude acceder a resúmenes del libro, y me
enteré de la existencia de la bella Sherezade, de Simbad el Marino, de Alí Babá
y del caballo volador.
Desde entonces
ese libro ha quedado en mi mente como la metáfora de aquello que tuve una vez y
ahora ya no puedo encontrar, como la puerta a un mundo maravilloso hoy
irremediablemente perdido.
Las Mil y Una
Noches se convirtió en un libro mítico para mí. En las librerías en donde
preguntaba, solo disponían de resúmenes o versiones incompletas, con sólo los
cuentos más populares. La búsqueda en internet (en el tiempo en que la búsqueda
era aún una aventura en sí misma) aumentó mi confusión. Leí referencias a
traducciones francesas e inglesas, versiones que diferían notablemente en
cuanto a cantidad y selecciones de cuentos, y versiones castellanas que no
aclaraban si su origen era arábigo o una simple traducción de ediciones
europeas. Nunca encontré ni siquiera referencia a una versión oficial o
canónica del libro.
En el hoy de las
bibliotecas virtuales y la lectura en iPad, no me he atrevido a descargar una
versión digital, porque esa no es la experiencia que he buscado. Consciente o
inconscientemente, quiero encontrar un libro con páginas del tamaño de un
diario, con tapas de cuero de borde desgastado y tipografía antigua, que al
abrirlo desprende un olor tan viejo como las historias que cuenta. Pero aún me
queda el imaginar lo que encontraré en ese tesoro, en ese Santo Grial personal.
Desde el
comienzo, siempre me interesó saber si realmente eran mil y un historias las
narradas en el libro. Me parecía un paraíso y un logro tener mil y un cuentos
para leer. Aunque nunca lo he comprobado, alguna vez leí que en el libro de Las
Mil y Una Noches solo se pueden encontrar mil cuentos. El último cuento es
precisamente el de la princesa Sherezade contando mil cuentos al sultán.
Algún otro tal
vez diría que Las Mil y Una Noches es un solo cuento, que contiene en su
argumento muchos cuentos, y algunos de ellos, a su vez, contienen otros.
Sabemos que muchos de los cuentos duraban más de una noche, y a su vez en una
sola noche se podían integrar dos, tres o más cuentos.
Borges escribió
alguna vez que en la noche número quinientos, Sherezade empezó a contar su
propia historia, anidando la ficción dentro de su propia realidad. Otros
cuentos, diferentes a los originales, contó en esta historia dentro de la
historia, supongo yo, porque el cuento debe alejarse obligatoriamente de la
realidad, para lograr convertirse en un cuento y separarse de la simple
relación de lo sucedido.
En el tiempo en
que Sherezade narraba cada noche un cuento al sultán Schariar, se refiere
también que tuvo tres hijos, por lo que, me imagino, tuvo el mérito adicional
de no perder la hilación mientras engendraba y daba a luz a los hijos del
sultán. Tal vez algunos de los cuentos de esas noches tenían que ver con la
maternidad, con el amor y la familia.
Ya en el terreno
de la pura imaginación, tal vez en alguna edición árabe Sherezade cuenta una
historia de un héroe llamado Edipo, a quien un monstruo cuenta el inicio de una
historia y es retado a adivinar su final. Tal vez allí también se cuentan
cuentos de ese país remoto y maravilloso llamado Anglia, en donde vive el héroe
llamado Perceval el Piadoso. Quizás se encuentran también historias del mar
infinito, en donde hasta las estrellas son diferentes por las noches, perdiendo
a los marineros que se adentran en sus aguas.
Tal vez algún día
se cierre el círculo en una librería de viejo y pueda pasar mil y Una Noches
leyendo historias.