Recientemente estuve de visita en la ciudad
del Cuzco. Es este un lugar donde se respira la historia del imponente imperio
de los incas, que en sus épocas de esplendor llegó a ser más grande que el
imperio romano, y cuyo mayor inca, Pachacútec, está a la par con los mayores
conquistadores de la historia. Caminando por las calles del centro histórico se
puede uno encontrar con los muros incas, construcciones tan perfectas que hasta
ahora no se conoce cómo es que pudieron encajar entre sí piedras en forma de
polígonos irregulares y de varias toneladas de peso tan perfectamente que no
tuvieron necesidad de cemento ni argamasa.
Lo malo que encontré en esta ciudad es que si
bien las construcciones pasan con holgura la prueba del tiempo y se mantienen
igual que hace quinientos años, no ha pasado lo mismo con las personas. Si bien
nos dijeron en la escuela que los incas no conocieron el dinero y utilizaban el
oro solo con fines religiosos, sus descendientes hoy en día no solamente
conocen el valor del dinero, sino que saben perfectamente el tipo de cambio del
dólar y del euro, y están prestos a cobrarlo a cambio de una foto cuando pasean
con sus trajes típicos y llevando a su llama o alpaca por las calles.
Los turistas que llegan por miles al Cuzco
quedan admirados por la belleza de la ciudad, por su historia y por sus restos
incaicos, regresando a sus países convencidos de haber visitado una de las
maravillas del mundo, el ombligo del mundo, como significa el nombre de la
ciudad.
Pero hay otro tipo de turista, el que viene en
un viaje místico a contactarse con las vibraciones del planeta y a llenarse de
la energía que dicen abunda en el Cuzco, y sobre todo en Machu Picchu.
Esto de la energía nunca lo he entendido del
todo. No sé si es una energía eléctrica, magnética, tal vez hidráulica. Tampoco
sé si esa energía sirve para recargar la batería de mi celular, lo cual sería
fantástico para no andar buscando siempre un enchufe, tal como hice durante
toda mi visita al Cuzco. Y a esto viene mi historia:
En un café de la ciudad, al que acudí huyendo
del frío, encontré a un turista norteamericano conversando con otros de los,
digamos, turistas normales. Su conversación era rápida y saltaba de un tema a
otro con sorprendente velocidad. Alguien bastante energético, diría yo. Mi
atención se disparó cuando me pareció entender que dicho turista había
publicado un libro. Al ver mi evidente interés me invitó a integrarme a su
grupo, que más que conversación era de un monólogo sobre los misterios del
universo. A lo largo de una hora desfilaron sus opiniones sobre las
conspiraciones de los rastros de aviones o chemtrails, sobre la fluorización
del agua, los mensajes subliminales en la publicidad y sobre la sociedad
secreta que gobierna en realidad a los Estados Unidos. Cuando llegó el momento
de explicar mi posición, solo pude decirle que venía de un lugar del Perú
llamado Ica. El norteamericano (quien dijo llamarse Shiva, lo que ya me dio una
idea del tipo de loco con el que me había topado) mostró su desconocimiento de
ese lugar, así que tuve que mencionarle que era cerca a las líneas de Nazca,
seguro de que sí había escuchado hablar de ese lugar.
Así me enteré de que su visita al Cuzco
obedecía a la búsqueda del lugar con mayor energía del mundo, y que ya había
pasado por el Tibet y otros lugares sindicados como poseedores de esa energía.
Al día siguiente volví al café y lo volví a
encontrar, pero esta vez ya estaba vestido para la ocasión, con poncho, chullo
y ojotas, que usaba de esa manera que tienen los norteamericanos cuando tratan
de camuflarse entre los nativos. No tuve el corazón para decirle lo ridículo
que se veía. Lo importante es que trató de explicarme en qué consistía esa
famosa energía de la que hablaba. Lo trágico es que yo no entendí nada de lo
que dijo. Solo trataba de adecuar los términos “bioenergético”, “energía vital”
o “energía positiva” con mis conocimientos de física. Para mí, una energía
positiva se atrae con las energías negativas y se repele con las energías
positivas, y por lo tanto, me conviene cargarme de energía negativas para atraer
a las energías positivas. De igual modo, solo obtuve una sonrisa
condescendiente cuando le expliqué que necesitaba una forma de medir la energía
cosmoenergética para definir de una vez por todas si es que Machu Picchu tiene
más concentración de energía que los Himalayas o Chichen Itzá.
Al final, no estoy seguro si se quedó con la
impresión de haberse encontrado con un escéptico o con un tonto. De todos
modos, nos despedimos en buenos
términos, pues él se iría al día siguiente para Machu Picchu.
A mi regreso a Lima, me interesé por el tema y
me puse a buscar por internet cuál sería el lugar con mayor energía en el
mundo, con la esperanza de instalar allí un spa regenerador cinco estrellas, o
tal vez un estadio de fútbol que haga a nuestra selección invencible con todas
las energías allí concentradas.
Ante el convencimiento de mi amigo el gringo
de que las mayores concentraciones de energía se encuentran en el Perú, y no en
Nepal ni en la India ni en Xanadu, y ante la falta de un instrumento confiable
con el que medir la energía, no me queda más que confiar en la sabiduría de los antiguos
peruanos, cuyos conocimientos están más allá de la ciencia occidental. Entonces
¿Cuál era el lugar más sagrado del antiguo Perú? ¿Cuál el lugar donde se
encontraba el mayor templo y donde se congregaba la gente a recargarse de energía
positiva? No era el Cuzco, que era el centro administrativo, ni Machu Picchu,
que era un lugar secreto reservado solamente para la nobleza, y que era usado
más como un retiro VIP por los incas. No, el lugar más sagrado y con mayor
energía estaba en Lima, a quien los cronistas antiguos describen como la Roma o
la Meca del antiguo Perú, y que es exactamente la razón por la que los
españoles la escogieron como capital del Perú y centro de difusión del
cristianismo. Por eso la cantidad de iglesias en Lima, por eso la cantidad de
santos que vivieron aquí, y por eso la cantidad de milagros que sucedieron
aquí.
Siguiendo con la búsqueda, trato ahora de
encontrar dentro de la ciudad de Lima los lugares con mayor energía, donde los
dioses antiguos se manifestaban con mayor fuerza, el punto exacto a donde
llegaban todas las peregrinaciones y a donde el propio inca iba a consultar
cuando le aquejaban las dudas sobre el futuro del imperio. Y encontré dos
lugares.
El primer lugar es el antiguo templo o palacio
de Tauli Chusco el Viejo, último sacerdote y gobernante de Lima antes de la
llegada de los españoles, quien interrogaba personalmente a los dioses y
transmitía los augurios. Es fama que predijo la llegada de los españoles y
previno al inca de que el imperio sería destruido por los recién llegados.
Grande fue mi sorpresa al descubrir que sobre
ese templo donde se rendía culto al agua se levanta hoy el Palacio de Gobierno,
donde vive el Presidente de la República y con seguridad se llena de buenas
vibras y se llena de sabiduría para dirigir los destinos del país. Ahora
entiendo por qué hay tantos que se esfuerzan en llegar a residir el mayor tiempo posible en el Palacio de
Gobierno, por qué es un lugar tan codiciado para vivir, no es por simples
ansias de poder, es por la búsqueda espiritual de las energías de la Madre
Tierra.
El segundo lugar, y el sitio con mayor energía es donde se
encontraba el propio oráculo del río Rímac (Que significa “El que habla” en
alusión a sus oráculos). Había allí una piedra de donde brotaba el agua del río
y el Dios Pachacámac hablaba para predecir el futuro y aconsejar a los
peregrinos. Ese lugar es hoy una plaza en un barrio tradicional de Lima, antiguamente
llamada Plaza Santa Ana y hoy conocida como Plaza Italia, en razón de que la
colonia italiana construyó aquí un hospital.
Este que vemos en la foto es, pues, el lugar con mayor energía del
mundo, donde uno podrá llenarse de energía paseando por sus calles (con cuidado,
porque después del anochecer asaltan mucho por allí) o visitando la Iglesia de
Santa Ana, donde podrá rezar a la Pachamama, a la Madre Tierra, o a Gaia, que
aquí Diosito es muy permisivo y nos permite ciertas gollerías. Ya he mandado
esta importante información al gringo Shiva, de quien sospecho, por desgracia,
que hará caso omiso a mis recomendaciones para su próximo libro. Él se lo
pierde, yo me quedo viviendo en Lima lleno de buenas vibras y de energía.