Leyendo
algunas de las tonterías que pueblan la internet (creo firmemente que la teoría
de que el 90% de lo que allí se publica es basura peca de irremediable
optimismo) encuentro gente que por el ánimo de discrepar, no cree en teorías
probadas hace siglos, que dice seriamente que la tierra es plana, que las
vacunas no curan o que las transfusiones de sangre no salvan vidas. La más
popular, con mucho, es la que niega la teoría de la evolución. Un compañero de trabajo
comenzaba diciendo sobre este tema que sí ya estuviera probada no habría
necesidad de seguir llamándola “teoría”. Pude entonces haber explicado la
definición científica de lo que es una teoría, pero terminé respondiendo queda
razón es la misma que nos hace seguir llamando “Virgen” a la madre de Jesús,
aún cuando la misma Biblia dice que tuvo varios hijos, esta vez sin ayuda del
Espíritu Santo.
En otra
conversación (que así se ponen estas personas cuando creen estar adoctrinando)
me decía que si la selección natural funcionara, se estarían extinguiendo
muchas especies de animales. Golpes en la cabeza me daba tener que explicarle que
eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora. Cuando llegamos al famoso tema
de que el hombre desciende del mono, ahí cuando se la toman de manera personal,
como si yo estuviera insultando a su abuelita. Inútil es mencionar el parecido
familiar que tenemos (sí, incluso yo) con los gorilas y chimpancés, no, para él
al hombre lo hizo Dios, el resto son casualidades. Además, si la evolución
funciona ¿Por qué no somos mejores que en los tiempos antiguos en que se mataba
por gusto y la gente hacía mal al prójimo? Debo reconocer que aquí sí me dejó
sin respuesta y me puso a pensar que algo no funciona en la teoría de la
evolución.
Veamos. El
hombre lleva, según las investigaciones antropológicas, unos 100,000 años
paseando por este valle de lágrimas, y en ese tiempo, seguimos siendo igual de
bestias en muchos aspectos, solo que ahora nos vestimos mejor y llevamos
smartphones en el bolsillo. No solo eso, en este tiempo la gente estúpida ya
debería haberse extinguido, los feos deberían ser piezas de museo y ni qué
decir de los tontos, que serían una leyenda urbana y nada más, pues todos ellos
no habrían tenido oportunidad de reproducirse. Tiene que haber una explicación
lógica y científica para todo esto, Darwin no pudo equivocarse tanto.
La
respuesta, que obtuve después de mucho pensar, es que somos los mismos humanos los
que hacemos trampa a las leyes de la evolución. En la antigua Esparta, cada vez
que nacía un bebé, los ancianos hacían una revisión completa y control de
calidad del producto, y si no pasaba el examen físico, el infante era arrojado
del Monte Taigeto. Otro sería nuestro destino si esa costumbre no hubiera caído
en el olvido, pues las calles están hoy llenas de gente que no hubiera pasado
la prueba.
El otro
tema es este: en las especies animales, se reproduce el más fuerte, el que
tiene mejor plumaje y el más inteligente, pero con los humanos no sucede así.
La respuesta es otra trampa que los humanos han creado para burlar a la
evolución. El alcohol permite que hombres y mujeres sin nada en común y sin
mérito alguno para el apareamiento terminen unidos y con familia.
Para los
humanos, la supervivencia del más apto no consiste en ser más fuerte, ágil o
inteligente que los demás, sino en tener la mejor tarjeta de crédito o el saber
engañar al otro sobre su verdadera apariencia, por lo menos hasta el
matrimonio, en que el hombre se da cuenta de que se ha casado en realidad con
un amasijo de silicona y botox, y la mujer ha contraído nupcias no con un
hombre sino con una billetera. Esta es una adaptación muy humana del darwinismo,
que dice que las especies buscan la mejor forma de reproducirse.