Yo, que presumo de ser una persona racional, no creo en los
horóscopos ni en la influencia de las estrellas. Cada vez que alguien me
menciona el tema de la astrología, las energías y las creencias new age, recibe
de mi parte una andanada de hechos científicos y simple sentido común para
exorcizar los demonios. Esfuerzo inútil, porque nunca he logrado hacer cambiar
de opinión a alguien ya entregado a estas cosas, a lo más he logrado hacer
dudar a alguien por unos minutos.
Pero, a pesar de lo que pudiera pensarse de alguien como yo,
un ingeniero acostumbrado a dudar, no descarto la posibilidad de que haya
“algo” que escapa a nuestros sentidos y que sea interpretado como magia o
mensajes de una dimensión desconocida. Pero con un pero: ese “algo” no aplica a
mí mismo. Parece que yo soy un agujero negro impermeable a los mensajes extra
dimensionales del futuro. Y puedo contar casos que demuestran esta afirmación.
Una vez, cuando yo era todavía un estudiante que luchaba por
sobrevivir cada semana, pasé por una feria en donde un adivino ofrecía ver el
pasado, presente y futuro. No tenía nada que hacer, y estaba necesitado además
de alguna palabra de consuelo, sea de quien sea. Me acerqué, pero el adivino me
detuvo con la mano, diciéndome “No, tú no”. Ante mi mirada de sorpresa, me dijo
“Tú no tienes dinero para pagarme”. Es cierto que mi aspecto en ese tiempo no
era nada próspero, pero aún así quedé herido en mi orgullo, y rebusqué en mis
bolsillos hasta comprobar que el adivino había acertado limpiamente. Ante la
comprobación de haber encontrado un adivino que no era un charlatán, me hice el
propósito de regresar en cuanto tuviera oportunidad y algo de efectivo. No
sirvió de nada, cuando pasé otra vez por allí el mago había desaparecido para
siempre. Tal vez nunca existió, pensé, e imaginé todo esto.
En una ocasión años después, cerca al mercado, una chica me
ofreció una lectura de las hojas de coca a precio rebajado. Una ganga, porque,
según me explicó, la señorita venía directamente desde el Cuzco, y venía
también de un linaje experto en la adivinación. En ese entonces, casualmente,
me encontraba también desempleado, y lo de la rebaja se lo creí, porque era un
día de semana muerto, y yo era el único prospecto de cliente en toda la calle.
La chica resultó ser una adivina bastante didáctica, que me explicaba lo que
significaba la posición en que caía cada hoja de coca. — Esta hoja así quiere
decir que estás buscando trabajo, pero no te preocupes, porque cuando cae una
hoja encima así y otra hoja por aquí, significa que vas a conseguir un buen
trabajo, pero lejos de aquí – me decía. Yo, que ya me tenía confianza en ese
aspecto, además de una propuesta laboral, escuché la predicción como quien
escucha algo que ya sabe, pero a mí me interesaba otra cosa. - ¿Y en el amor? –
La chica arrojó nuevamente las hojas y me miró perpleja. – No hay nada, las
hojas caen todas desordenadas, no forman nada –
A mí me parecía increíble que una adivina me dijera que no
veía nada, y que ni siquiera tratara de inventarme un futuro para contentarme.
A modo de comprobación, echó nuevamente las hojas, esta vez con mayor
concentración, para encontrar el mismo resultado. – No hay nada – me dijo con
un tono que parecía a la vez afirmación e interrogación. Después de un momento
de incómodo silencio, le pagué de mala gana. Ella también recibió mi dinero con
un cargo de conciencia, para alejarse y buscar sin duda a su progenitora, a su
maestro en el arte de la adivinación y contarle mi extraño caso, pidiendo
consejo en caso de volver a encontrar un caso semejante.
Poco tiempo después, una visita en mi casa nos ofreció los
servicios de un chamán recién llegado, que nos podía hacer una “pasada de cuy”
a mí, especialmente, para quitarme lo atarantado. Naturalmente, me negué. Sabía
yo que la ceremonia consiste en acercarme un cuy y llevarlo de gira alrededor
de todo mi cuerpo para que absorba las malas vibras, y luego abrirlo para ver
si su interior está oscuro, lo que significa que me ha limpiado el alma. No,
dije no voy a sacrificar a un cuy inocente que nada me ha hecho, mis pecados
los lavo yo, y en casa. A cambio, me ofrecieron una “pasada de huevo”, que es
algo parecido, pero usando un huevo. El resultado fue semejante al de las hojas
de coca. El chamán dijo que los resultados eran “no concluyentes”, lo cual es
lo mismo que decir que no tenía ni idea de lo que había pasado.
Esa fue la última vez que me presté a tales cosas, con el
convencimiento de que la magia me rechaza, o que soy un agujero negro para esto
de ver el futuro. No hay quiromancia que valga, señores, aquí no hay nada que
ver.