Uno de los animales típicos del Perú es el Cuy. Claro, no es tan glamoroso como la vicuña, ni tan fiel servidor como la llama, ni útil como la alpaca, ni siquiera despierta el respeto del cóndor o incluso del malhumorado guanaco. Pero es nuestro, aunque muchas veces sea ninguneado a la sombra de otros animales como el gallito de las rocas, o el oso de anteojos. Tampoco lo veremos en la lista de animales en peligro de extinción, como casi todos los anteriormente mencionados, y por la misma razón, queda fuera de todos los documentales aquí o en el extranjero. Pro es tiempo de reivindicarlo y darle el lugar que merece dentro de la fauna propia de nuestro país.
Es que el cuy se empieza a poner de moda. Primero fue un comercial de TV que nos presentaba al "Cuy Mágico", que hablaba como Yoda y prestaba plata al necesitado. Ahora, ya tiene su propia película de Disney, que se ha estrenado por acá.
Y ahora que la película sobre los cuyes está en los cines, me entero que en otros países se les llama "Conejillos de Indias". Aunque este término lo he escuchado antes en otros filmes, siempre referido a animales que se crían en laboratorios para los malvados propósitos del científico loco de turno (ver "El Profesor Chiflado" con Eddie Murphy), siempre había creído que se refería a los hamsters, y nunca lo había relacionado con nuestro serrano y folklórico cuy.
Viendo esa película, a nosotros los peruanos nos parece extraño ver a los cuyes fuera de su entorno habitual. Al igual que yo, a muchos compatriotas les resultan ajenos los laboratorios como lugar de residencia del cuy. Para nosostros, el habitat de los cuyes es el corral de muchas casas de pueblo joven o de las ciudades de la sierra, de donde salen únicamente para convertirse en el plato fuerte de nuestras cuyadas bailables, acompañados con una chicha de jora o cerveza a razón de una caja por comensal.
El cuy es parte, como dije antes, de nuestro folklore nacional. Todos tenemos a algún conocido (o nosotros mismos) que cría cuyes en un corral o en la azotea de su casa, hasta que la rápida reproducción de estos bichos - se multiplican con entusiasmo, dicho sea de paso - obliga la organización de una "cuyada bailable" con ocasión del bautizo, matrimonio, o la ocasión más a la mano en el momento.
El uso del cuy como ingrediente culinario, también es algo que nos identifica como peruanos. He sido testigo varias veces de cómo, cuando a un extranjero se le ofrece un plato con cuy, es decir, un plato en el que el cuy aparece completito, con cabeza, cuerpo y extremidades, el extranjero en cuestión mira para otro lado, se hace el que no vió ni escuchó nada, y pone pies en polvorosa. Si el invitado es mujer, por el contrario, expresa claramente sus sentimientos:
- ¡Aghhhh! ¡Parece una rata!
Es que el cuy se empieza a poner de moda. Primero fue un comercial de TV que nos presentaba al "Cuy Mágico", que hablaba como Yoda y prestaba plata al necesitado. Ahora, ya tiene su propia película de Disney, que se ha estrenado por acá.
Y ahora que la película sobre los cuyes está en los cines, me entero que en otros países se les llama "Conejillos de Indias". Aunque este término lo he escuchado antes en otros filmes, siempre referido a animales que se crían en laboratorios para los malvados propósitos del científico loco de turno (ver "El Profesor Chiflado" con Eddie Murphy), siempre había creído que se refería a los hamsters, y nunca lo había relacionado con nuestro serrano y folklórico cuy.
Viendo esa película, a nosotros los peruanos nos parece extraño ver a los cuyes fuera de su entorno habitual. Al igual que yo, a muchos compatriotas les resultan ajenos los laboratorios como lugar de residencia del cuy. Para nosostros, el habitat de los cuyes es el corral de muchas casas de pueblo joven o de las ciudades de la sierra, de donde salen únicamente para convertirse en el plato fuerte de nuestras cuyadas bailables, acompañados con una chicha de jora o cerveza a razón de una caja por comensal.
El cuy es parte, como dije antes, de nuestro folklore nacional. Todos tenemos a algún conocido (o nosotros mismos) que cría cuyes en un corral o en la azotea de su casa, hasta que la rápida reproducción de estos bichos - se multiplican con entusiasmo, dicho sea de paso - obliga la organización de una "cuyada bailable" con ocasión del bautizo, matrimonio, o la ocasión más a la mano en el momento.
El uso del cuy como ingrediente culinario, también es algo que nos identifica como peruanos. He sido testigo varias veces de cómo, cuando a un extranjero se le ofrece un plato con cuy, es decir, un plato en el que el cuy aparece completito, con cabeza, cuerpo y extremidades, el extranjero en cuestión mira para otro lado, se hace el que no vió ni escuchó nada, y pone pies en polvorosa. Si el invitado es mujer, por el contrario, expresa claramente sus sentimientos:
- ¡Aghhhh! ¡Parece una rata!
Bueno, a decir verdad, esta no es una prueba infalible para demostrar la peruanidad de alguien, pues muchos peruanos nacidos en la costa expresan semejantes reservas a comer un plato de cuy.
También el cuy tiene sus propiedades místicas. Es utilizado por los chamanes, brujos y curanderos para extraer el mal de las personas en la "limpia" o "pasada de cuy". Cuando alguien se siente con mala vibra, le duele el alma o cree que las fuerzas del mal le atacan, acude a su curandero de confianza para que este le pasee un cuy por todo el cuerpo, acompañando el proceso con ciertas oraciones infalibles para sacar los males. Así, todas las malas vibraciones son absorbidas por el cuy, que funciona como una esponja de todo lo malo que tenga el paciente. Lo malo es que con tanta mala vibra y cochinada que absorbe del paciente, el pobre cuy, que en principio no tenía nada que ver en el asunto, termina pagando el pato por las culpas de alguien a quien no conoce. El paciente, feliz y limpio, se va del consultorio dejando, aparte de la tarifa establecida, un cuy que es sacrificado por el curandero para verificar que tiene las entrañas negras (el cuy, no el curandero) por tanta maldad que llevaba encima el que se acaba de ir.
Otro territorio propio del folklore peruano es el "Cuy de tómbola". Este es, para el que no lo conoce, una diversión que aprovecha el carácter nervioso y asustadizo de nuestro roedor. Se trata de colocar un número de cajas numeradas en un circulo, y soltar al cuy en el centro del mismo, apostando al número de la caja al que correrá despavorido para refugiarse. De allí sale también el peruano dicho de "estar más perdido que cuy en tómbola"
Como vemos, el cuy es parte innegable de nuestras costumbres, y cuya peruanidad no había puesto en duda nunca. Por eso me parece extraño ver en dicha película que se les llama (en la versión en inglés) "Guinea Pigs" que vendría a ser "Cerdos de Guinea". ¿Alguien sabe de donde salió este nombre? Mírenlos bien. ¿Parecen cerdos acaso? ¿Por medio de qué mágica operación se trasladó su origen desde las montañas andinas de nuestro país hasta la lejana África? ¿Es otra muestra de la suprema ignorancia de los gringos a todo lo que no sea su propio país?
Ahora que estamos con la resaca patriótica después del 28 de Julio, hagamos una campaña para recuperar la nacionalidad del Cuy. En esto lamentablemente, estamos solos, pues los extranjeros que vienen a nuestro país se niegan sistemáticamente a probar un picante de cuy o un cuy chactado que el dueño de casa amablemente ofrece. Por alguna razón, parecen relacionarlo con las ratas. ¿Habrá sitio en nuestro escudo para poner un cuy?