Había una vez, un escritor. Y un dinosaurio. Allá
por los años 50, Augusto Monterroso escribió un cuento muy corto, al grado que es
imposible de citar, sino que se debe copiar completamente, no sé qué problemas
le habrá ocasionado este detalle con el tema de los derechos de autor, porque
mucha gente no lo cita sino lo transcribe completito. El cuento en mención es
el famoso “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Ya ven, lo tuve
que copiar completo. El mérito de Monterroso es haber escrito este cuento antes
de que existiera el twitter, antes de que la gente supiera lo que es un
microcuento, y antes de que la gente se la diera de escritor redactando una
línea desde su celular. No sabemos a ciencia cierta si Monterroso pensaba
realmente alcanzar la inmortalidad con solo siete palabras, no sabemos si esto
era simplemente una broma a sus amigos, al editor o al público, porque una vez
impreso, el texto deja de pertenecer al autor y queda en manos del público para
su análisis y disfrute. El escritor ya no podrá arrepentirse, no puede cambiar
ni una letra del cuento, el cual quedará hasta el fin de los siglos tal como
está.
Después de la popularización de este el primer
microcuento, este ha sido analizado innumerables veces, y se han hecho las
pruebas necesarias para comprobar que es en realidad un cuento, Mucha tinta ha
corrido sobre el cuentito de una línea, clasificándolo como relato fantástico,
ironía política, la descripción de un sueño y no sé qué cosas más. La verdad,
como escuché alguna vez, es que en realidad se refería a un amigo suyo a quien
se referían de ese modo, y que una vez lo cuidó en el difícil momento en que
pernoctaba de una borrachera. Pero esa es la magia del cuento, y lo que nos
convence de que es en realidad una pieza literaria, pues cumple con el
principal propósito de todo cuento: Hace volar la imaginación del lector.
A mí, por ejemplo, me pone a pensar en que el
dichoso dinosaurio no era uno de los carnívoros que salen en Jurassic Park,
pues de lo contrario el autor no habría despertado, o lo habría hecho dentro de
la panza del dinosaurio.
Al leerlo, me queda la impresión de que en
algo los latinoamericanos le ganamos a los anglosajones, con este tremendo
avance de la literatura que a ellos no se les ocurrió. Y es una suerte, me
imagino que de haberlo escrito un norteamericano le habrían dado el premio Nobel,
los editores le habrían pedido una secuela o una precuela, y con seguridad ya habrían
hecho una película basada en el cuento, tal vez hasta una miniserie. When he woke up, the dinosaur was still there. No sé, creo que el cuento pierde mucho en la traducción.
Mucha gente, viendo al cuento tan corto, se ha
dedicado a completarle la historia, a agregarle cosas, a citarlo
incorrectamente. Las variaciones son numerosas, principalmente aquellas que convierten
el cuento en un alegato político, tipo “Cuando despertó, Fidel Castro todavía
estaba allí” o “Cuando despertó, el PRI todavía estaba allí”. Como prueba de
ello, he juntado algunas versiones mezcladas con las de mi propia inspiración:
- Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. Tuvo que esperar que terminara en la TV la maratón de Godzilla para que se fuera.
- Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí, pero la ciudad ya no.
- Cuando despertó, el dinosaurio ya se lo había comido.
- ¡¡Vilma!! ¡¿Qué te dije que hicieras con el dinosaurio para cuando yo despertara?!
- ¡Buenos días, dinosaurio! ¿Sigues aquí?
- Quisiera tener la paciencia del dinosaurio, que cuando despierto sigue ahí.
- ¡Mierda, Dios! ¡No has acabado con los dinosaurios aún!
- Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Tuvo que abrir la puerta y sacarlo a pasear.
- Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. ¡Qué tal resaca!
- Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Entró al baño y descubrió que el dinosaurio también había estado allí.
- Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. - ¡¿Cómo te atreves a hablar así de tu esposa?!
- Cuando el paleontólogo despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Había que devolverlo al museo antes que se den cuenta.
- Ya no sé qué hacer para que el dinosaurio comprenda que la fiesta ya terminó. Tal vez si me voy a dormir entienda la indirecta.
- Cuando Noé despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. No insistas, no vas a entrar, le dijo.
- ¿Control de plagas? Sí, soy yo de nuevo, les llamo otra vez por el dinosaurio ¿No pueden hacer algo?
- Ya pues, dinosaurio, ya te dije que te fueras ¿Por qué no haces caso?
Este microcuento es iconico, el más representativo y famoso. Tal vez el autor no busco de manera conciente la inmortalidad pero lo logro.
ResponderBorrarMe gusta este microcuento y puedo leerlo miles de veces y pensar en un antes y un después. Te mando un abrazo enorme y me encanto tu entrada