El turista salió del hotel, dejó la copa en el
plato que le sostenía el mozo y empezó su caminata hacia el bus amoblado. Su
guía, un joven de ojos despiertos, piel cobriza y mejillas quemadas por el frío
que le delataba como uno de los habitantes de la zona, le indicó el camino,
acción innecesaria ya que solo había un corto camino hacia el bus. Por aquí, su excelencia, le dijo. El turista
no supo decir si el tratamiento de “Excelencia” era dado a todos los turistas
VIP, o si se trataba de una burla al verlo vestido con pantalones cortos y blancos,
botas de media pierna y sombrero blanco de ala ancha. El atuendo había ya
causado otras sonrisas condescendientes en el aeropuerto entre otros turistas
vestidos con ropa deportiva y los locales de polo y blue jeans. Su ignorancia
del español le impidió entender los comentarios, aunque pudo distinguir las palabras
“safari” y “África” mientras lo observaban.
Mientras el bus hacía el recorrido por la
carretera asfaltada hacia el parque arqueológico, sacó la cámara para
fotografiar el camino, como una forma de librarse de la cháchara del guía y los
demás pasajeros, incluyendo su esposa y sus dos hijos. No le importó
interrumpir al guía para preguntar, casi en tono de reclamación. “¿Dónde están
los nativos?”. El guía le señaló sonriente a un grupo de personas que iba por
el camino. “No, no, trajes típicos”. “Cuando lleguemos”, fue la respuesta.
Al llegar a la entrada, con la cámara lista,
solo encontró a una señora con traje multicolor que se dejaba tomar fotos con una
llama. “A picture? Just three dollars, Mister”. Se sintió estafado, más que por el precio de
las fotos, por los empastes dentales de oro y el celular que contestaba la
señora entre foto y foto.
Ya en las ruinas, volvió a quejarse con el
guía. “Nos prometieron un tour exclusivo, ¿Qué hace toda esta gente aquí? El
guía trató de explicar eso no significaba que cerrarían todo el complejo para
recibirlos a ellos, de las dificultades de la temporada alta, y que esas cosas
ya no se hacen, por muy importantes que fueran los visitantes.
“No estoy acostumbrado a estas cosas, ¡Yo pertenezco
a la nobleza!” – “¿Acaso desciende de reyes? Yo sí” – les respondió el
vigilante.
El turista le miró de arriba abajo con
desprecio, disimulando la sorpresa de escuchar a un vigilante hablando inglés. “Mi
apellido es Yupanqui, al igual que uno de los últimos incas”. – “Así que por
favor compórtese dentro del complejo” - agregó, con tono de terminar la discusión.
Afortunadamente, la vista de las ruinas
incaicas lo dejó sin palabras. Enormes muros hechos de piedras gigantescas de
forma geométrica, y unidos sin argamasa dejaban a las más sólidas
construcciones europeas como obras primitivas. Fiel a sus conocimientos de
historia, pensaba que un castillo hecho de esa manera en Europa hubiera sido
inexpugnable ante un sitio y hubiera soportado ataques de catapultas e incluso balas
de cañón. Miró nuevamente al guardián, a su guía y a las señoras de trajes
típicos y su llama, incapaz de conciliar su aspecto con la capacidad de
construir paredes tan magníficas.
“¿Cómo se hicieron estas paredes?” El guía respondió
que las técnicas exactas se han perdido, y cómo los arqueólogos tienen teorías
sobre el transporte y el pulido de las piedras hasta hacerlas encajar.
Explicación inútil, simplemente era imposible que nativos que, estaba seguro,
habían dejado hace pocos años las plumas y los taparrabos y los arcos y
flechas, hubieran podido hacer estas paredes. Tenía que haber una explicación,
tal vez los masones o los templarios se habían refugiado en estos lejanos
lugares huyendo de la persecución, los constructores del templo de Jerusalén, quizá
los egipcios hallaron la forma de atravesar siglos y océanos para llegar aquí
para hacer esas construcciones. Pero no, estos edificios no se parecen a
ninguno en Europa o Asia.
Al llegar al hotel en la noche, el turista escribe
en su laptop sus impresiones del viaje: “He visitado hoy las ruinas incas. Los
nativos se han extinguido y solo quedan disfrazados de occidentales. Las
construcciones son claramente obra de extraterrestres”.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe ha gustado como narras las escenas y las reacciones del protagonista, era capaz de verlo todo como si viera una película. :-)
ResponderBorrarGracias por el comentario. Y es cierto, el relato me salió bastante cinematográfico.
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