El día de hoy se cumple un hito especial
en este blog. Esta es la entrada número 500 desde que empecé a publicar aquí,
lo cual me da la excusa para algunas divagaciones sobre lo que un Tonto de la Colina ha estado haciendo aquí todo este tiempo. Obviamente, cuando empecé este blog, en un día
hoy tan lejano que ahora me cuesta creer que en realidad sucedió no pensé que
llegaría hasta hoy. Tal como las historias antiguas, las circunstancias y el
momento exactos en que empecé a escribir estas páginas aparecen borrosos y
modificados por el recuerdo y cuando a uno le preguntan desde cuándo escribe en
el blog, la respuesta será “desde siempre”.
Recuerdo que empecé esto como una buena manera de dar rienda suelta a mi imaginación, como una manera de demostrarme a mí mismo que podía escribir las historias que siempre rondaron por mi cabeza. Luego el reto fue mantener la regularidad en la publicación. Al inicio, como supongo que a la mayoría le pasó, publicaba un relato tan pronto terminaba de escribirlo, hasta que caí en la cuenta de lo esporádico de la inspiración. Entonces decidí establecer una frecuencia fija y dejar las historias en el almacén de los borradores hasta que llegara su tiempo. Poco a poco esta frecuencia se fue acortando: 15 días, 10 días, 7 días. En mis mejores tiempos llegué a publicar un post cada 4 días, ritmo que hoy he reducido a seis, periodicidad que me permite escribir cómodamente.
Recuerdo que empecé esto como una buena manera de dar rienda suelta a mi imaginación, como una manera de demostrarme a mí mismo que podía escribir las historias que siempre rondaron por mi cabeza. Luego el reto fue mantener la regularidad en la publicación. Al inicio, como supongo que a la mayoría le pasó, publicaba un relato tan pronto terminaba de escribirlo, hasta que caí en la cuenta de lo esporádico de la inspiración. Entonces decidí establecer una frecuencia fija y dejar las historias en el almacén de los borradores hasta que llegara su tiempo. Poco a poco esta frecuencia se fue acortando: 15 días, 10 días, 7 días. En mis mejores tiempos llegué a publicar un post cada 4 días, ritmo que hoy he reducido a seis, periodicidad que me permite escribir cómodamente.
Aunque no todos los posts que he publicado
aquí son historias, me gusta pensar que incluso las imágenes y los videos musicales que he
puesto de vez en cuando son también relatos a su manera. Porque me gustan las imágenes y las canciones que narran una historia. Hay historias ajenas de esas que me hubiera
gustado escribir y que también he publicado aquí. No olvido tampoco a las
frases twitteables que aparecen también aquí de vez en cuando. Estas son
microhistorias, pedazos de historias que a veces he desarrollado hasta
convertirlas en un nuevo post, una nueva historia. ¿Qué hay en común en estos
500 posts que han aparecido aquí? Quiero creer que cada uno es una historia que
deja algo al lector: Una lección, una sonrisa, un pensamiento, todo ello, en
los mejores casos.
Normalmente escribo todas estas cosas sin
pensar en el lector, y solo al final me pongo a pensar si aquellos que llegan a
esta dirección lo entenderán, lo entenderán como quise que lo entiendan o se
quedarán pensando en qué quise decir con esto o aquello. Por eso presto
atención a los comentarios que recibo. Algunas veces me he sorprendido al ver
que alguien ha encontrado algo que yo no había visto al leer una de las
historias y lo comparte conmigo. Tal vez solo un comentario del tipo “Me gustó
mucho” basta para que yo relea lo que he escrito y encuentre algo nuevo en un
post al que quizá no encontré muchos méritos al escribirlo.
Debo admitir que los blogs han cambiado desde
que empecé esta aventura. Antes esta era la única forma de podía insertar
videos y publicar pequeñas frases. Ahora el Facebook y el twitter son mejores
en estos aspectos. Y los blogs han vuelto a ser lo que fueron en el comienzo:
lugares donde poner mis historias, las cosas que me ocurren y las cosas que se
me ocurren, un reflejo de lo que pienso en el momento. Una de mis hasta ahora
500 historias.
Y es cierto que de vez en cuando me gusta
releer nuevamente mis posts antiguos con la misma curiosidad con que leo los relatos
ajenos, como imagino a mis lectores leyendo por primera vez un cuento recién
publicado. Encuentro fallas, incongruencias, razonamientos incorrectos. Por eso
uno de mis últimos pasatiempos es revisar mis posts antiguos, desde los primeros
hasta los últimos, y agregarle párrafos, corregir errores de redacción,
completar ideas con los comentarios que recibí en su momento, cosas que pasé
por alto y que ahora recuerdo. No sé todavía muy bien qué hacer con estos
relatos revisados. Algunos de ellos los he vuelto a publicar en mi página de
Google + con mi verdadero nombre, con el ánimo de recibir nuevos comentarios.
Por mientras, y mientras me dure la
inspiración, seguiré escribiendo aquí, aunque tenga cada vez más la impresión
de que el blog es una actividad en decadencia, al ver otras páginas que seguía
y que ya han dejado de actualizarse. He hecho, como decía, la prueba en Google
+, quiero encontrar una buena forma de publicar estos relatos en Facebook,
quiero encontrar una forma de que estas historias sobrevivan un tiempo más.
Tal vez haya espacio en algún lugar para
otras 500 historias.
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